Transvestofilia

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» Ven, déjame verte, déjame conocerte, déjame aspirar a poseerte y tenerte para mí «

Ingresó a la casa de Lit Killah con la copia de la llave que tenía, y de cuya existencia solo sabía el menor. Hizo el mayor silencio posible al ingresar y cerrar, antes de subir las escaleras y llegar a la habitación. Y cuando tomó el picaporte, la puerta se abrió y lo siguiente de lo que Spallatti se percató, fue del rostro ansioso del platinado, que lo abrazó por el cuello y unió ambos pares de labios en un beso fogoso, correspondido instantáneamente por el mayor, que rodeó la cintura ajena, ansioso.

Ambos labios batallaban por el control y no se separarían hasta que hubiera un vencedor o hasta que el aire faltase. Mientras, Ecko empujaba al contrario al interior de la habitación, cerrando la puerta atrás de ambos, pese a que toda la casa estuviera vacía, ya que los padres del menor estaban de viaje y no podían entrar al país hasta que la cuarentena terminara.

Finalmente, el aire en sus pulmones se agotó, por lo que se separaron, y Matías tuvo el lujo de ver el rostro rojizo del menor, quien jadeaba agitado. Se relamió los labios y sonrió, de esa forma que solo él lo hacía.

—Pudiste ser más directo, ¿Sabes? Si fuera otra persona nunca me habría dado cuenta de que querías pasar la cuarentena conmigo. —el platinado tuvo que contener una risa traviesa, recordando la foto que le envió al mayor.

—Qué bueno que el que recibió la foto fuiste vos entonces, ¿No?

Ambos se rieron, pero pronto el de cabellos azabaches pegó más al otro a su cuerpo.

—Bueno, ahora no vas a salir de la cama hasta el 31 de marzo, cariño.

Y solo eso bastó para que la excitación se hiciera presente en Mauro.

—¿Crees poder durar tanto?

Ignacio lo maldijo internamente, ahora eran dos los excitados dentro de aquella habitación.

Tomó los muslos ajenos, empotrándolo contra una pared, y escuchando con satisfacción el jadeo que este soltó.

—Si seguís provocándome tanto, voy a tener que castigarte.

Pero antes de que el platinado dijera algo, ambos labios estaban devorándose con fogosidad, con necesidad del otro. El más alto estampó a Lit contra la pared, sujetando sus muslos para levantarlo, pero antes de poder hacerlo el otro lo separó, dejando a un Ecko excitado mirándole con confusión.

—Espera... Vamos un toque a la cocina...

Y Matías no podía estar más confundido.

[...]

—¿Querés algo para tomar? —preguntó el menor, y Spallatti negó, conteniendo la molestia, sentado en una silla frente a la mesa, observando a Monzón ir y venir por la cocina, preparándose un cappuccino helado. —¿Seguro? —Ignacio asintió y el platinado se encogió de hombros, estirándose a buscar el cacao en la alacena.

Mientras tanto, Ignacio se sentó y apoyó su codo en la mesa, apoyando luego su mentón en su mano, permitiéndose seguir con la mirada al menor, aprovechando de observar detenidamente su parte baja cada vez que este le daba la espalda. "Tan cerca pero tan lejos", pensó con un suspiro.

—Ah, me olvide mi celular, ya vuelvo. —avisó el más bajo, y Ecko solo asintió mirándolo dejar el vaso con el cappuccino helado en la mesa e irse a buscar su celular.

Matías suspiró, cerrando sus ojos; no recordaba haberse sentido tan frustrado antes. Estuvo a nada de hacer suyo al menor, y este de repente cortó todo. Por suerte no había terminado de surgir una erección en sus pantalones.

Cuarentena [One-shots Litcko]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora