EPÍGRAFE E INTRODUCCIÓN:LA HISTORIA

1K 110 157
                                    

"Tal vez la única dignidad verdadera del hombre es su capacidad de despreciarse a sí mismo."(George Santayana).






                              LA HISTORIA:

UN INVIERNO EN NAGANO

(INTRODUCCIÓN)

I
(Nagano, Enero 3, 2007)

Seguramente, jamás podré comprenderlo.
Seguramente, jamas podré concebir de una manera clara y racional todo este dolor desmesurado, toda esta angustia infame que se obstinó en invadir mi cerebro, en sacudir mi alma, desde el instante mismo en que te cruzaste en mi camino.
Mi consigna última era matar muriendo, o morir matando.
Y la tuya era idéntica a la mía.

(Entonces...por qué?)

Si llegara a enfrentar alguna vez cara a cara el descarnado rostro del destino, y pudiera desafiarlo a responder a la única pregunta distinta del silencio:
¿¿¿¿POR QUE???

El odio hubiera sido mas fácil, más obvio, más ligero de soportar.

Porque el odio no supone este estigma de vergüenza.
Pero, ya lo ves, no ha sido así.No es así.Y no será así jamás, aunque ahora tú seas tan sólo un rastro informe de huesos y cenizas, pudriéndote por fin en paz bajo la tierra.
Y quizás es esto lo único que no logro admitir.
Si bien el hecho de tu próxima, segura y temprana muerte era algo inevitable e irreversible, [al menos de que mi propia muerte se interpusiera, lo que-te lo juro!-procuré mil veces por innumerables medios], mi cuerpo vacío de ti no puede aún aceptarlo, porque tu definitiva e irremediable ausencia no ha relevado el dolor, no ha aniquilado la angustia, no ha eliminado el sufrimiento.
Muy por el contrario.

Y por ello es que estoy aquí otra vez, en el único lugar del ancho mundo donde puedo decir que alguna vez rocé, sin advertirlo, algún jirón de felicidad, enredado en tu cuerpo, retorcido bajo tu vientre como una trepadora absurda, gimiendo entre tus manos con todo el clamor de mi rendida sangre.Gritando.Amando.
Muriendo.

II

Después de que me hablaste de aquella tregua obligada en nuestra eterna reyerta, producto del sueño morboso de un pasado ajeno y absurdo, vivo muestrario de eso que llaman "honor" (y que inmediatamente murió en mí la primera vez que tus manos rozaron mi piel), no pude menos que mofarme de lo que supuse un atisbo de cobardía, y que estaba tan lejos de serlo como para poder decir con certeza que fue nada menos que tu jugada maestra.
Claro...Eras mayor que yo...Poco[tan sólo cuatro años], pero con un abismo de por medio, con un oscuro universo vivido, huyendo y rondando callejones y suburbios, hablando la jerga de los condenados, de los desheredados, de los malditos.Tú, que habías nacido, como yo, para ser el último guerrero de tu casta, para demostrar al mundo que aún se guardaba el honor...hasta en el seno mismo de la maldad y la vileza.
Por eso aquel día alcé mi mejor gesto desafiante y me acerqué, confiado.
Pero bastó que me tocaras.Bastó que insinuaras tu golpe más artero en la virginidad desprevenida de mi cuerpo, para enseñarme el camino del delirio.

_ Existen mil y una cosas interesantes que podríamos explorar juntos, mi pequeño Kyo _ dijiste, encendiendo tu enésimo cigarrillo del día, dejando que el humo volara desde la llaga de tu boca hasta el oscuro océano de tus ojos de noche eterna, sin que se moviera uno solo de los músculos de tu cara para expresar algo de aquello que el resto de los mortales llamamos "sentimiento".


III
Yo sabía de tus amores sucios.Conocía la leyenda que rodeaba a tu persona, desde la sombra de aquel padre al que siempre aborreciste, llegando incluso a declarar que el había sido tu único y verdadero enemigo.Ese padre que te enviaba dinero y prostitutas para envilecer aún más tu naturaleza, de por sí viciosa.Sabía que tú tomabas el dinero, pero que entregabas las rameras a tus amigos ( ¿debo llamarlos así?...), yéndote a buscar lo inconfesable por los rincones más oscuros y abyectos, pagando por el placer infinito del goce contra natura, por el acto infame, por el furtivo encuentro con otros como tú.
Tu sangre era demasiado fuerte, demasiado hirviente para lo que la generalidad del mundo llama "normalidad".
Entonces...buscabas otra cosa.
Todos lo sabíamos, aunque nadie se atreviera a pronunciar la palabra "sodomita" en tu presencia.
Pero tú no te preocupabas en ocultarlo.

Yo me asomé a la sentina de tus vicios, confiado en que jamás podría caer en ella, porque...Yo era un Kusanagi! Qué diablos! Y sabía muy bien qué cosa era el honor!

( El honor...El honor.. ¿.Acaso existe palabra mas inútil y vacía de sentido? )

_ ¿¿ Por qué me llamas "pequeño"?...No soy mucho menor que tú... _ me atreví a preguntar en medio de mi inocente, estúpido orgullo.
 _ Porque tú eres pequeño , y siempre lo serás.Mírate.Pero mírate de veras...por fuera y por dentro.
Las palabras salían de tu boca con la misma acostumbrada indiferencia.Yo era un Kusanagi, maldición!Y estaba frente a ti escuchándote decir que siempre sería pequeño, sin que pudiera atinar a hacer el más mínimo movimiento!
No era el hecho de que me trataras con la misma fría llaneza con que hubieras tratado a cualquiera, no.
Era el hecho de ser quién era yo, y de ser quién eras tú...y era el hecho de que, mirándote, empecé a sentir que mi virginidad dolía, que todo mi ser dolía, que necesitaba imperiosamente que me tocaras, que te acercaras aún más, que me hicieras sentir el acre olor de tu cuerpo, la húmeda realidad de tu sudor, el espeso velo de tu saliva asomándose a través de la abertura fría de tus labios, duros como un tajo hecho a traición...viciosos como tu rincón más profundo, que no podía evitar con mis ojos cuando separabas tus largas piernas, sujetas en las pantorrillas por aquella absurda correa.
Cada botón de tu larga camisa era como un pasaje a la nada.Peor todavía que al infierno:a la nada!Allí justo donde se abría, partiéndose en dos como un camino sin retorno, afloraba la razón de mi locura, nacía la mano invisible que aferraba mi garganta, como algo quemante, espeso...denso...
Como cenizas.
Cenizas mostrándome la inutilidad del tiempo, la terrible verdad de nuestro destino final.

Y caí.Mi garganta ávida de ti me traicionó.Mis miembros ,entumecidos por el frío de tu indiferente presencia, me traicionaron también.
Me traicionó el fondo mismo de todas las impresiones que brutalmente herían mis sentidos:desde el sabor acerbo de tu piel y de tu boca, hasta la oscuridad profunda de tu voz, que pocas veces revestías de palabras, estallando como cataratas de aguardiente en el herido espasmo de tu risa.

Tu risa...

Puedo escucharla todavía en medio del silencio nocturno, cuando tiendo la mano para buscar tu cuerpo ausente, cuando apoyo mi cabeza en el sitio en donde tendría que haber estado tu pecho.

Tu pecho...
El páramo de tu pecho...La inmensidad desnuda de tu pecho...

Otro día más sin ti ha pasado ya.
Mira cómo se recuesta el Sol.

( Voy a buscar los mendrugos para nuestro pájaro de invierno).

( Voy a buscar los mendrugos para nuestro pájaro de invierno)

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

PORTADA INTERNA,GENTILEZA DE @es serrano


UN INVIERNO EN NAGANO (Nagano no fuyu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora