Capítulo 1

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            Roberto entró en la que sería su clase durante los dos años de bachillerato. Saludó a sus antiguos compañeros y buscó donde sentarse. Por suerte, no le interesaban los asientos más solicitados, prefería la zona central, ni muy lejos ni demasiado cerca de la pizarra. Podía parecer una ubicación anodina, pero era una cuestión de estrategia. Los asientos delanteros y los traseros eran a los que más atención dedicaban siempre los profesores, aunque fuera por distintas razones.

Empezó a sacar sus cosas de la mochila. Mientras se entretenía en ordenar el pupitre, una ráfaga de aire le sacudió, seguida del sonido de arrastre de una silla. Se giró como quien corre las cortinas para contemplar el relámpago y se encontró con un chico de mirada radiante.

- ¡Hola!

- Hola - no recordaba haberlo visto nunca por el instituto.

El chico empezó a revolverse en su asiento.

- Buf, aquí no voy a ver nada - rápidamente se levantó y en una exhalación Roberto lo tenía sentado en el pupitre de al lado.

- Bueno, ahora si se me sienta alguien alto delante podré recurrir a ti - empezó a reír -. Me llamo Cristian, ¿y tú?

- Roberto.

Antes de que el primer día de clase acabara, Roberto ya sabía media vida del recién llegado. Vivían en el mismo pueblo y se había cambiado de instituto porque el currículo de su antiguo centro no ofrecía optativas tan interesantes. Lejos de parecerle una molestia, le entretenía sobremanera el entusiasmo de aquel chico que acababa de conocer. Tanto que incluso él mismo se contagió de incontinencia verbal y contó alguna anécdota, siendo por lo general alguien reservado.

En la primera semana del curso, Cristian también fascinó al resto de sus nuevos compañeros, al igual que a Roberto, con la misma facilidad con la que se reía de cualquier chiste, por malo que fuera. Pero el compartir la pasión por la robótica los hizo inseparables.

Un día, Cristian se quejó de lo aburrido que era su nombre, Roberto alegó que tampoco era para tanto, para aburrido el suyo. Además podía acortarse a "Cris", que era muy sonoro, como una explosión. Estuvieron debatiendo toda la tarde cómo sonaban las explosiones, porque para nada "Cris" sonaba como un petardazo.

Fue así como empezaron a llamarse entre ellos "Cris" y "Rober". El apodo se extendió entre la gente de clase, después al curso por completo y al final, incluso a alguno de los profesores.

Pero todo esto no solo ocurría en el instituto, también pasaban las tardes y los fines de semana juntos. Sesiones de series y Play hasta altas horas de la noche o excursiones con los padres. Hubo una de la que Roberto guardaba especial recuerdo, y una cantidad ingente de fotografías en el móvil:un puente que pasaron en la Sierra, aprovechando la casa rural de unos amigos de los padres de Cristian. Este estaba eufórico, fue llegar a destino y salir al encuentro de la nieve dando brincos. Luego se dejó caer sobre el blanco tapiz e hizo un angelito. Su madre lo regañó por no esperar a ponerse ropa de abrigo, pero aquella espontaneidad era característica de Cristian. Roberto solo podía sonreír y grabar en video la estampa: su amigo sacudiéndose la nieve de encima como un animal doméstico entusiasmado por volver a sus orígenes salvajes. Cuando paró, Roberto se acercó y le atusó el pelo.

- Tienes nieve hasta en la coronilla - no pudo evitar que se le escapara una risilla floja.

Cristian sacó la lengua.

- Creo que me he tragado un poco - tosió con falso desagrado.

Pasaron lo poco que quedaba de tarde explorando los alrededores y cenaron al calor de la chimenea. Los padres de Cristian les mandaron pronto a dormir, para así madrugar y aprovechar el sábado.

Cómo llamarnos (LGTBI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora