Capítulo 2

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Roberto pasó el verano de segundo de bachillerato fuera de España, visitando a su familia materna en Brasil.

Había estado allí por última vez, también de viaje estival, cuatro años atrás. No tenía ningún amigo más allá de su prima Martina, con la que gracias a las redes sociales mantenía contacto. Tenían la misma edad pero, a diferencia de su primo, ella estaba más que versada en temas del corazón.

Aquella tarde estaba con Martina y su grupito tomando algo. Conversaban y reían pero él estaba absorto mirando el móvil. El desfase horario hacía que sus conversaciones con Cristian fueran menos fluidas, aunque siempre recibía un extenso reporte diario y algún que otro desvarío sobre qué pasaría si el microondas tomara consciencia y, al meter el tazón de leche a calentar, cerrara la puerta arrancándole de cuajo la mano.

- ¿Echas de menos a tu novia de España? - preguntó Luciana, la mejor amiga de su prima.

Entonces despegó la vista de la pantalla, sin tiempo para procesar la información, Luciana tomó aquel silencio como una afirmación y se aventuró.

- Te pasas el día pendiente del móvil. ¿Cómo se llama? - insistió.

Toda la cuadrilla focalizó su interés en él. Nada como un buen cotilleo para amenizar la tarde.

- No tengo novia, estoy hablando con un amigo.

Luciana entornó los ojos con desconfianza. Martina salió al rescate.

- ¿Estás hablando con Cristian?

Martina conocía a Cristian no solo por lo mucho que Roberto hablaba de él, también de los skypes que a veces hacia los fines de semana con su primo.

El primer encuentro fue de casualidad. Solo les quedaba un curso para entrar en la universidad y Roberto estaba preocupado por su nota media. Ella le insistió en que se preocupaba en vano, pues tenía unas cualificaciones altas, pero sus argumentos no lograban convencerlo. Entonces Cristian irrumpió en el cuarto de Roberto cual huracán que arrasa todo a su paso.

- ¡TE TRAIGO PAPEO, ROBER! - anunció a su llegada.

- ¿Qué haces aquí? ¿No habíamos quedado más tarde?

- Sí, pero he salido a unos recados y como tenía que pasar por aquí, he subido a saludar- lanzó unos snacks que Roberto atrapó en el aire -. Me voy que se va a descongelar esto - sacudió una de las bolsas que cargaba -. ¡Hasta luego!

Roberto se levantó. Para cuando llegó a la puerta de su cuarto, Cristian bajaba sonoramente por las escaleras del bloque de pisos.

- Más escandaloso no se puede ser - dijo a la nada con una sonrisa mientras volvía al escritorio.

- ¿Quién era ese?

- Cristian - abrió el envoltorio y dio un bocado a la barrita de Kinder Bueno.

Martina fue testigo de cómo la angustia de Roberto desaparecía a mordiscos. El intruso resultó ser el famoso mejor amigo de su primo y, según le contó, aquella misma tarde iban a ir juntos a un taller de reparación de máquinas recreativas retro, en el centro cívico del pueblo.

El segundo, pasadas dos semanas, en una presentación oficial a petición de Martina

- Me da un poco de vergüenza - Cristian estaba sentado en la cama junto a su amigo.

- Si tú no tienes de eso - se jactó Roberto.

- ¡Anda que no! Es que... Es muy guapa - Cristian miró la pantalla del portátil -. Oye, eso de ahí, ¿qué es? - preguntó señalando un pequeño rectángulo oscuro, en la esquina del escritorio mientras buscaban en Wallapop robots de hojalata.

Cómo llamarnos (LGTBI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora