Capítulo 5

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Cristian estaba en la barra lateral, ajeno a su presencia. Sus pendientes destellaban bajo las luces intermitentes de la discoteca. Él también iba con su entrada en la mano para pedir.

- Eh, chaval. ¿Pides o dejas libre la barra? - le ladró a Roberto un camarero, embutido en una camiseta ajustada.

- Ah, sí, perdona. Un vodka con limón, por favor.

No solía beber pero necesitaba un empujón. Medidas excepcionales. Cuando recibió el cubata, bebió de él un generoso trago, como si de un brebaje milagroso se tratara. Necesitaba que así lo fuese.

Se adentró en la marabunta de jóvenes ávidos de juerga en pos de Cristian. Se escurrió entre los huecos que dejaban los diferentes grupos de amigos. Presionaba cuando se hacía un tapón. Recibió un manotazo, de alguien que bailaba con demasiado entusiasmo. A cada paso que daba, Cristian se mezclaba más entre el gentío, hasta que perdió el contacto visual. Siempre le había resultado indiferente la estatura de Cristian. Pero qué bien le hubieran venido un par de centímetros más en aquellos momentos.

Aun así no se detuvo, se coló por medio de unas chicas que estaba haciendo corrillo y dio de bruces con él.

El encontronazo sorprendió a ambos. Cristian no se lo esperaba y Roberto lo tuvo demasiado cerca de repente.

- Cris...- alcanzó a decir. Cuando lo tuvo delante se le atragantaron las palabras.

Cristian pasó de la sorpresa a la indiferencia.

- Hola - saludó escuetamente.

Roberto tosió para aclararse la voz y coger fuerzas.

- Te envié un wasap...

- Ya...- una expresión apenada cruzó fugazmente el rostro de Cristian -. Se me pasó... No estaba seguro de si vendría con estos o qué iba a hacer.

ESTOS, sus nuevos amigos, supuso mentalmente Roberto sintiendo una punzada desagradable.

- Pensaba que no te gustaba esta sala.

Cristian estaba en lo cierto. Era la sala más grande del local, y pese a ello, la más calurosa. La música siempre estaba demasiado alta. Los altavoces retumbaban en exceso. Se pasaban usando los efectos de luz. Aún más abuso hacían del humo de glicerina. Por no hablar de los camareros, que tardaban en atender y eran unos bordes.

- He venido a ver si te encontraba - Roberto se sorprendió a sí mismo ante el repentino ataque de sinceridad.

En aquel mismo instante, la sala quedó en completo silencio. Roberto creyó que había hablado demasiado alto. Ni rastro de la música que martilleaba los tímpanos de todos los asistentes. Cristian que siempre tenía replica, también calló con la sala. Cuando abrió la boca dispuesto a decir algo, le interrumpió una voz a través de un micrófono.

- ¡Chicos y chicas ! ¿Cómo va la noche? ¿Bien? No os oigo - Un veinteañero con pantalones de chándal y una camiseta de Fanta, hablaba desde el podio, intentando animar el cotarro. No continuó su discurso hasta que el público le respondió con júbilo -. ¡Así me gusta, con ganas! Ahora lo que todos estabais esperando, el DJ que se come la pista allá donde va. ¡¡¡Preparaos para gozar con DJ BlaBLÁ!!!

- ¡Uah! - Cristian reaccionó al fin -. ¡Vamos, vamos!- agarró a Roberto del brazo y lo condujo serpenteando hasta la primera fila.

Los focos iluminaron la mesa de mezclas. El DJ saludó e hizo un corazón con las dos manos, la pista enloqueció.

- ¡Dale ahí! ¡Eres el amo! ¿Has visto qué cerca lo tenemos? - Cristian se giró y encontró a Roberto contemplándole con una sonrisa -. ¿De qué te ríes?- arqueó una ceja.

- ¡Cómo te mola el pavo este, eh!- la lengua le patinaba, probablemente por el alcohol o por propia sugestión. No le importaba la razón, llevaban una semana sin intercambiar palabra alguna con él y lo añoraba muchísimo.

- ¡Ya ves! - Cristian se giró hacia el podio y de espaldas añadió -. Aún sigo enfadado contigo.

Pero su tono no casaba con el mensaje, para alivio de Roberto.

Cómo llamarnos (LGTBI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora