Capítulo 7: Que los cumplas feliz.

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            Inserten en su mente el meme que dice: ¡Es hoy! ¡Es hoy!

¡Porque sí! Ya es 13 de septiembre, es decir, mi vigésimo segundo cumpleaños.

Me levanto y pienso en lo rápido que pasa el tiempo. Para mí, hace nada me gradué del liceo y acabando una relación tóxica de cinco años. Ahora estoy en el quinto semestre de la carrera, me mudé, trabajo y estoy celebrando mi cumpleaños ¡en Nueva York!

Coloco 22 de Taylor Swift en el teléfono y comienzo a bailar. Tal vez suene un poco cliché, pero juré que escucharía esta canción cuando llegara este día.

I don't know about you, but I'm feeling 22. Everything will be alright...

Mi mama entra a la habitación con ojos llorosos y una sonrisa de oreja a oreja. Me acerco a abrazarla y me estrecha con fuerza.

―No puedo creer que ya tengas veintidós años, Alejandra. Siento que fue ayer cuando te tuve por primera vez en mis brazos ―dice, haciendo que me den ganas de llorar―. Ahora eres una mujer hecha y derecha, con un futuro brillante. Feliz cumpleaños.

―Gracias, mami ―digo, abrazándola de nuevo―. Te amo mucho.

―Y yo a ti ―responde, acariciando mis cabellos―. Ven a desayunar. Saldremos de compras y te haré lucir como la hermosa cumpleañera que eres.

Asiento frenéticamente de la emoción. Le subo volumen a la canción mientras me baño y me visto. Me maquillo un poco, de la mejor forma que puedo gracias al yeso. Me miro en el espejo y sonrío, conforme.

Llevo puesto una falda de jean y un top negro manga larga, que me deja los hombros y parte de mi estómago descubierto. En los pies calzo unos zapatos deportivos negros.

Cuando salgo, Daniela y Jesús me desean feliz cumpleaños. Los abrazo a los dos y les agradezco.

―No he visto que seas mucho de usar accesorios, pero tu mamá me dijo que eras muy fan del cielo. Así que vi esto y pensé en ti ―dijo Daniela, entregándome una caja pequeña.

―No tenían por qué, gracias ―digo antes de abrirlo. Es un collar bañado en oro con un dije en forma de nube, color blanco ―. ¡Es hermoso, lo amé!

Me doy media vuelta para que Daniela me lo coloque y lo admiro en mi pecho. Estoy fascinada.

Mi mamá sirve el desayuno, uno muy venezolano, que consiste en arepas con Diablitos y mayonesa. Inmediatamente se me hace agua la boca. Me sirve un vaso de Toddy bien frío, con espuma y granizado, como me gusta.

―Gracias. ¡Extrañaba tanto esto! ―comento, emocionada.

Me tomo una foto para mostrar el dije y lo coloco en las historias de mis redes sociales, incluido WhatsApp. Desayunamos mientras conversamos y a los minutos, marchamos fuera del apartamento.

Jesús maneja por las calles de Manhattan y se detiene frente a un centro comercial. Aquí comienza mi diversión. Me pruebo pantalones, tops, vestidos, faldas, camisas, remeras, sudaderas, zapatos de tacón, deportivos, botas y zapatillas. La ropa se va a amontonando y cuando pagamos el pobre Jesús lleva la mayoría. Daniela tiene a la bebé en brazos.

Luego de eso, entramos en una tienda de cosméticos. Me compré un delineador, unos labiales y una paleta de sombras más o menos grande. Cuando me doy cuenta, noto que mi mamá ha gastado un montón de plata, así que decido que es mejor parar.

― ¿Segura que no quieres nada más? ―pregunta mi madre.

―Sí, segura ―respondo, sonriendo.

Los juegos de la lujuria | Bilogía LJDL #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora