1 |Un extraño rondando|

20 2 0
                                    


Dos semanas atrás
Caí rendida en el piso, estaba sudada y las piernas no me daban más. Luego de tres horas es comprensible que estén doloridas y con calambres.
—Adiós Joanne.
—¡Adiós chicas! Nos vemos el lunes. Recuerden traer liga para el cabello porque desde ahora no podrán entrar si no las traen -puse mi mejor cara de disculpas y me encogí de hombros- lo siento, políticas nuevas de la escuela.
Todas asintieron y se despidieron con la mano. Había sido una clase agotadora pero estaba muy feliz con los resultados que estaban logrando mis alumnas. Yo, con 16 años -casi 17- tenía alumnas de 14 a 19 años. ¿Quién lo pensaría? Laura había decidido contratarme sólo para hacer limpieza del estudio hace 2 años, pero yo quería ir más allá, siempre quise llegar a ser una de ellas. Sin embargo, yo no quería ser sólo de las que aprendían, yo quería enseñar, así que mientras limpiaba algunos salones, miraba las clases que impartían Laura y Clarissa para llegar a casa con un esquema mental que me permitiera hacer todas las coreografías y lecciones que enseñaban.

Luego de 6 meses trabajando, Clarissa presentó su renuncia por traslado. Era mi oportunidad, así que me dirigí a la oficina de Laura y sin siquiera dirigirle la palabra, posó sus ojos en mí y bailé como nunca antes.  Ella bajó su mirada y escribió algo en su libreta. Y sin mirarme, habló.

-Veo que has aprendido.
-No, he practicado.
-¿No es lo mismo?
-No -recién en ese instante ella alzó su vista y apoyó su barbilla en su puño-. Me he aprendido las coreografías, pero las he practicado hasta lograr la perfección.
-¿Y por qué tanto entusiasmo?
-Quiero enseñar.
-Joanne, sabes que te aprecio, pero tienes la edad de mi hija, esta academia tiene el doble de edad que tú, 30 años de prestigio no se pueden ir por una niña de quince años.
-Permíteme hacer una clase supervisada por ti y verás que no te arrepentirás.

-Sólo una. No hay más oportunidades, y eso lo debes haber aprendido mientras espiabas las clases.
Le recité la frase que decían cuando alguien erraba y pedía otra oportunidad:
-"En la vida, las relaciones y el baile, no todos tienen segundas oportunidades".

Mi teléfono me sacó de mis pensamientos: era tía Mary.
-Jo, ¿por qué no llegas aún? Tu madre tampoco ha llegado y debo salir a trabajar.
Cogí mis cosas lo más rápido que pude mientras corría por las escaleras de la escuela de baile que se encontraba vacía.
-Lo siento, tía, voy en camino. Me he atrasado un poco con las cosas. Pero no te preocupes, llego pronto así que deja a William a cargo, no pasa nada.
-¿Estás segura? No me gusta dejarlos solos. Ya ves que alguien -dijo refiriéndose a Will- está un poco complicado de carácter últimamente.
-Sí, entiendo pero no te preocupes porque no me demoro en llegar y yo hablo con él cuando esté allí.
-Vale, he dejado comida en el horno pero está apagado, así que la calientas cuando llegues.
-Sí, sí, adiós, te quiero.

Tiré mi teléfono a la bolsa, me puse el casco y pedaleé lo más rápido que pude por la ciudad. Al llegar al bloque de departamentos, me di cuenta de que había un auto estacionado en el aparcamiento que nos correspondía a nosotros, pero nosotros no teníamos carro. De hecho, era imposible que nosotros tuviésemos un automóvil de ese tipo, se notaba que no era del sector porque parecía de lujo. Disminuí la velocidad y me escondí entre los arbustos al notar que habían dos personas en su interior. En el asiento del conductor había un hombre de entre 40 y 50 años, no podría decir bien. Y en el asiento del copiloto se encontraba ¿tía Anne? ¿Mi madre? No podía descifrarlo desde esa distancia, son muy parecidas.
La mujer se pasó las manos por el pelo y pude notar que llevaba las uñas limpias, no rojas como tía Anne. Era mi madre. En un abrir y cerrar de ojos comenzaron a besarse y a dar un espectáculo. Realmente no parecía la mujer que me regañaba por besar a mi novio en la entrada del edificio.

¿Mi madre tenía novio? ¿Por qué se veía tan mayor? ¿Por qué no me lo dijo? ¿Por qué era un secreto?

No podría hablar de esto con ella frente a Will, así que decidí esperar a que terminara de besarse con ese hombre. Pasaron cerca de cinco minutos cuando escuché la puerta del auto abrirse y dar paso a la figura de mi madre entre las sombras. El automóvil salió del lugar vestida como si viniese de la fiesta más elegante a la cual haya ido en su vida, nunca la había visto así. Se metió a nuestra bodega como si fuese una adolescente que miente a sus padres acerca de dónde va a estar. Obviamente, salió vestida como yo la vi en la mañana: suéter blanco, pantalones de tela negros y tacones de mediana altura. Se había despojado del vestido negro y los tacones altos que llevaba hace unos instantes. Ahora se disponía a entrar al portal por la parte posterior como si nada ocurriese, así que me adelanté e ingresé por la puerta principal para esperar a que entrara.

-¿Se puede saber de dónde vienes?

Pegó un salto y grito que hizo que la vecina se asomase a ver qué había pasado. Me disculpé con ella y volví a mirar a mi madre quien sólo dijo dos palabras que me helaron porque definitivamente no me las esperaba:

-Me caso.

DevenirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora