capítulo 1

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No me gustan los días soleados, ni el calor, me desespera, pero necesito aire fresco. Me encuentro bajo este árbol, mis pies tocan la hierba recién cortada, el viento toca mi cabello como una suave caricia, y cierro mis ojos, me dejo llevar.

- señorita Elizabeth, el señor Montenegro la llama. - me habla la sirvienta de la casa interrumpiendo mi descanso.

Solo me limito a asentir, ella se va por el patio hasta entrar en la mansión, en este enorme jardín, Mercedes, la sirvienta de la acomodada mansión Montenegro, es la única que sabe que me gusta escabullirme en este olvidado y viejo árbol. No me gusta su mirada, es como si sintiera pena de mi existencia.

Suspiro resignada, mejor me apresuro antes de que el señor se moleste, me pongo las zapatillas y me dirijo a la mansión, mis dedos van tocando los suaves pétalos de las rosas, quizás el comienzo de la primavera no sea tan malo.

Al entrar por la cocina, veo a Mercedes limpiando el piso mientras cocina algo, me gusta el aroma dulce, la quedo mirando sin expresión alguna esperando que me diga donde está el Señor.

- Está esperándola en su despacho. - Y de nuevo me mira con pena, como siempre.

Solo suspiro, espero que no sea nada grave, casi nunca cruzo palabras con él, nunca lo he visto sonreír, bueno es normal en esta casa, es como si sonreír fuera un pecado, la atmósfera es pesada, tantos años y aún no me acostumbro. Las cortinas siempre están cerradas y dan un lúgubre aire a la gigante mansión, lo único alegre es el jardín. Sin darme cuenta me encuentro afuera del despacho, no se escucha nada al otro lado de la puerta. Golpeo suavemente la puerta con mis nudillos y escucho como me dan permiso para entrar.

- Mercedes me dijo que me buscaba, Señor.- mi cara sin expresión acompañada por una voz monótona.

- Si, hace tiempo no hablamos los dos, toma asiento.- Sólo asiento con la cabeza mientra me siento en frente de su escritorio, está lleno de papeles y él se encuentro en el otro lado, serio, concentrado, hasta que alza su vista y su mirada, cansada, como el de un hombre ya de edad cansado de la vida, pero ese cansancio no quita la belleza de su rostro, un belleza masculina. - últimamente estás más grande ¿Cuantos años tienes? ¿15?

- 16 Señor.

-Ya veo... te estarás preguntando porque te he llamado, verás, es David. Hace tiempo no hablo con él y no sé cómo se encuentra, no es muy abierto conmigo, bueno, con nadie, y me preocupa que sea tan cerrado.

- No sé que quiere saber señor, nosotros no hablamos mucho, pero no he sabido de ningún problema que haya tenido, ni en la escuela o algo parecido.

-Ya... comprendo.- Al parecer mi respuesta no fue de su agrado, por la mueca de desilusión en su rostro, si quiere saber de su hijo debería simplemente preguntarle. - Gracias de igual modo, puedes retirarte.

Asenti, él volvió a su trabajo mirando su papeleo, me di media vuelta y me fui de su despacho, quizás pueda ir a la biblioteca un momento, David se supone que salió temprano así que tengo tiempo libre para mí.

Es sábado por la mañana, anoche me quedé hasta tarde haciendo mis deberes así que tengo libre para perderme en la literatura de terror, quizás es mi favorita porque el miedo es una sentimiento fuerte, algo que me hace escapar de todo para sumergirme en el suspenso.

Me acomodo en uno de los sillones de la biblioteca, contemplo la grandes paredes, llenas de libros casi hasta el techo, la escalerilla para llegar a los libros más altos, los sillones y las mesas, suspiro, el olor a libros y flores frescas que siempre pone Mercedes, y esa estantería de vidrio con llaves, nunca he podido leer ningún libro de los que allí están. Mercedes una vez me dijo que en ese estante están los libros de la señora Montenegro.

Siempre tuya 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora