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Habían anunciado por las noticias un eclipse.
Uno, el cual ocurre cada trescientos años, y mi generación era la afortunada de presenciar dicho acontecimiento.
« Que desgracia », pensé, mientras observé por el rabillo del ojo como Nathan Gilligan se adentraba un lápiz a la nariz sin mucho esfuerzo.
Pasamos de biología celular a la mucosa del idiota capitán de futbol.
Marieh pasó un papelito por sobre la mesa y lo deslizó hacía mí. Abrí con disimulo el papel y leí, ahogando una risota mientras mordía mi labio inferior. Le miré y ella hacía lo mismo, mientras señalaba a Julie, la cual me sacaba la lengua con gracia.
El profesor detuvo su clase y comenzó a reprochar a Nathan, el cual seguía introduciendo objetos a su nariz. De pronto, en la puerta del aula se escucharon varios golpeteos, seguido de un inminente silencio dentro de las cuatro paredes de biología y después, a la directora con dos chicos altos y de apariencia musculosa y misteriosa.
Marieh golpeó suavemente mi silla, haciéndome hincapié en que observase a ambos especímenes.
Hay que admitir que ambos están en buenas condiciones. Pero, ¿qué hacían acá? ¿Acaso eran nuevos? ¿A casi a punto de finalizar el año escolar? Dejé de mendigar por preguntas que no tendrían respuestas inmediatas y opté por enfocar mi atención, así como el resto de la clase, en la directora Spinelli.
− ...Aparentemente, el Consejo Estudiantil ha decidido cerrar oficialmente el instituto que quedaba por casa de mi abuela− dice Clarie, haciendo hincapié en el comienzo de sus palabras.
− ¿Crees que hayan estado involucrados en el incidente que salió en las noticias? –pregunta Julie, concentrada viendo la mesa de los nuevos hermanos.
Papá había salido apresurado esa noche. Se sentía cierto ambiente escalofriante cuando encendimos la televisión; imágenes de los restos de establecimiento levantados, el resto, incinerado. Alumnos en la calle con mantas, otros llenos de sangre, policías y ambulancias, sin duda una tragedia. Recuerdo haber llamado a Clarie, preguntándole cómo estaba su abuela, puesto que vivía frente de aquel instituto. Supe que solo había sido esas instalaciones, el alrededor estaba intacto..., muy extraño, a decir verdad.
Marieh pasa su mano por frente a mis ojos, sacándome de mi ensimismamiento. Les sonreí, algo apenada, mientras bajaba la mirada hasta mi plato, el cual solo contenía una manzana a medias.
−Apuesto a que algo tuvieron que ver...
La rubia volteó sus ojos y me observó, esperando a que dijera algo centrado. La observé y encogí mis hombros restándole importancia.
−Chicas, pudo haber sido cualquier cosa. ¡Vamos! El salón de química explotó y dejamos de tener clases por dos semanas, nadie supo quién fue el culpable. No creo que debamos culpar a cierto grupo de personas porque "parezcan sospechosas". –hice las comillas al aire, minimizando tanto cotorreo en la mesa.
Marieh golpeó el hombro, juguetonamente, de su hermana. Ella, por el contrario, fingió estar ofendida, y terminó su almuerzo mientras intentaba no emitir alguna risita.
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Rufina
WerewolfEl pueblito de Maddison se caracteriza por poseer secretos y personas que aman los mismos. Cubierto de historias con finales turbios, el condado y su alrededor se han obligado a permanecer en sigilo, ocultándose de los medios fuera de sus hectáreas...