Introducción

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La tercera copa consecutiva de la noche toca la fría barra de la discoteca cuando dan las dos de la mañana. Un escalofrío me recorre toda la espalda. Todavía no soy consciente de lo que acaba de ocurrir hace tan solo quince minutos.

Sin meditarlo demasiado, me levanto súbitamente del asiento en el que me encuentro y me dirijo, decidida, a la salida de la ruidosa discoteca.

El equilibrio juega conmigo como si de un niño que agitase estrepitosamente uno de sus animales de plástico preferidos se tratase. Un último esfuerzo es el que necesito para conseguir llegar a la puerta. Al lograrlo, respiro hondo. Parece que acabo de hacer una Maratón, cuando lo único que he andado han sido diez simples metros. Tiro con todas mis fuerzas de la pesada puerta. El frío de aquella noche me afirma lo que ya sabía; ha comenzado el invierno.


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