18 de septiembre de 2040: MARTES
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Mi alarma suena, pero no quiero levantarme. Tengo demasiado sueño, y lo que me espera fuera de mi cama no es para nada bonito.
Me obligo a hacer un esfuerzo, y me siento en el borde de la cama. Puede que si me llevo así mucho rato me termine durmiendo, así que enciendo la luz de mi lámpara de noche y me pongo en pie. Camino torpemente hasta mi armario, y cojo mi asquerosamente aburrido uniforme del instituto.
Mientras me visto, intento recordar qué clase tenía a primera hora, y a qué aula tendré que ir, pero como no consigo recordarlo, desisto, y termino de abrocharme la falda para ir hacia mi tablón de corcho, donde colgué la lista de clase y profesores que me dió ayer la arpía.
Matemáticas aplicadas, con el maravillosos hombre centenario, Benjamin Anderson. Este señor, no sé cómo, sigue vivo e impartiendo clases. Puede parecer a veces que se queda dormido en medio de la explicación, o que de repente deja de respirar, pero el muy masoquista sigue aguantando los gritos de unos niñatos irrespetuosos como nosotros.
Bajo a la cocina para desayunar algo antes de irme, y me doy cuenta de que, otra vez, mi padre no está en casa y ha dejado una nota pegada con un imán a la nevera, donde dice—casi ilegible— que volvería a la noche. No se por qué se molesta algunas veces en dejar ese tipo de notas, si sé que igualmente no le importa lo que yo haga.
Aún con una galleta en la boca, me echo la mochila al hombro y salgo de casa con mi bici al lado. Milagrosamente, y por ser aún principio de curso, no llego tarde.
Trato de entrar por la puerta de atrás, para no encontrarme con Jim y sus amigos. Por suerte, todavía es temprano para que se deje ver por aquí, así que voy tranquilamente al aula de matemáticas.
Creí que estaría sola en la clase hasta dentro de un buen rato, pero al final de la estancia, en una esquina, hay un chico con un flequillo bastante largo que le tapa casi por completo la cara, dejando a la vista solo uno de sus ojos. Inmerso en unos papeles que tiene esparriados por su mesa, levanta la mirada para sonreirme modo de saludo. Tiene una mirada intensa y verde que me deja congelada.
Decido sentarme en el otro extremo del aula, pero cuando me estoy dirigiendo hacia allí, oigo su grave y melódica voz:
—Te aconsejo que no te sientes por esa zona. Alguien de primer curso se ha dedicado a vaciar su zumo por todos lados y está pegajoso.
—Gracias...— le respodo algo dubitativa.
Me lo pienso. No voy a sentarme delante, sería exponerme yo sola... así que no me queda otra que sentarme a su lado.
Hay un silencio incómodo que no quiero romper, no quiero distraerle. Me fijo en sus papeles y puedo ver que son impresos sobre el cambio. Términos y condiciones, precauciones, letra pequeña... Deduzco que está llevando todo el papeleo que yo debería llevar en poco tiempo.
Pocos me parecieron los minutos que pasan hasta que los otros compañeros empiezan a llenar la sala, y el chico de mi lado comienza a guardar sus papeles para sustituirlos por los libros de mates.
Durante la hora, veo que me mira de reojo, pero no le doy mucha importancia, ya que todos, sea la intención que tengan, lo hacen mucho. Generalmente la gente lo hace con asco, desprecio, alejándose de mí, pero este chico no lo parece, y eso me resulta extraño.
Después de matemáticas, tenemos clase con la tutora. No tengo ganas de aguantar su gran desprecio y sus mal pintados labios, así que me escondo en el baño y repito la misma acción de ayer, alargándola por toda una hora.
El día se me hace extremadamente pesado al escuchar al rpofesor de química, al de física, a la de literatura y a la de inglés. Por si fuera poco, a última hora, el innombrable estaba en la puerta de mi clase, esperándome para tirar de mi y encerrarme en el armario de la limpieza. Tengo la suerte de llevar una horquilla en mi rizado pelo y consigo abrir la puerta en dos movimientos. No es como si fuera la primera vez que hace esto conmigo, siempre dice que tengo que lavar mi asquerosa y oscura piel.
Vuelvo a casa con la mente en el chico de ojos verdes ¿por qué iba a querer cambiarse de vida?¿Tan mala es la que tiene ahora?
Casi me choco con un árbol al girar hacia mi calle por no estar atenta, pero salgo viva. Al llegar, no me lo pienso dos veces y simplemente me acuesto. Estoy muy cansada de hoy.

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Genius
Fiksi RemajaLeila Grau tiene el corazón dañado, y solo un genio sería capaz de amarla. Tal vez deba cambiar su vida para encontrar la felicidad, como todos aquellos anuncios televisivos prometen.