Capítulo 1: La cafetería de la esquina

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Estaba cansada, la rutina en la que se veía sumergida le agobiaba cada día más, sentía que no avanzaba, que su vida estaba estancada y que no hacía nada para evitarlo, pero, ¿de qué servía tanto lamento si nada iba a cambiar?

Llevaba ya un año viviendo en Madrid. Llegó con la maleta llena de ilusiones a la capital, sin conocer a nadie, dispuesta a empezar una nueva vida, alejarse de lo conocido; ¿pero que pretendía con aquello? ¿a quién pretendía engañar?

Es cierto que no todo era malo, en verdad tampoco había cosas malas en su vida, simplemente sentía que todo su mundo era tan monótono que aburría; nada en comparación con la vida de Eva y Sam, sus compañeras de piso.

Llevaban viviendo juntas desde que las tres se mudaron a Madrid, Sam vino a la ciudad a hacer un máster y Eva y ella empezaron la carrera. Las quería muchísimo, pero sentía que ellas disfrutaban de una vida que nada tenía que ver con la suya, no porque no se parecieran o se moviesen por distintos mundos, sino porque Anne tenía la sensación de que nada interesante le ocurría.

Vivían juntas en un ático con una pequeña terraza en un barrio próximo a la universidad en la que estudiaban las tres. Esa terraza era tan increíble que asustaba. Se había convertido en su pequeña vía de escape y se negaba a compartirla con nadie que no fuesen sus compañeras y porque no le quedaba más remedio. Utilizaba esa terraza para escribir, componer, dibujar y escuchar música. Y es que Anne se consideraba artista porque disfrutaba de todas las ramas del arte que su tiempo le permitía, y aunque sonase egocéntrico, pensaba que lo era aunque no todo el mundo pudiese apreciarlo.

Esa tarde, al volver del trabajo, la pequeña cafetería de la esquina que desprendía olor a canela cada vez que pasabas por su puerta, dejó las cosas en la mesa y se tumbó en el sofá. No podía más, adoraba esa cafetería que además le permitía ganar un dinero extra para sus gastos, pero cada día venía más cansada desde que Bruno, su jefe, tuvo la maravillosa idea de que además de ser una cafetería dedicada a la lectura, también se hiciesen sesiones de lectura de poemas y de nuevos cantautores. Prepararlo todo era una locura, que se sumaba a que al hacer estas sesiones, los clientes podían llegar a multiplicarse por diez.

Cuando llevaba un rato tumbada empezó a escuchar voces que provenían de la habitación de Eva.

—Que me da igual Hugo, que estoy harta, que siempre es lo mismo, la misma historia de siempre.— escuchaba a Eva quejarse.— Que no, que no quiero, que no vengas, que estoy cansada, además tengo teatro en una hora y me voy a ir ya.—

De nuevo, Eva discutía con su novio, jamás entenderá esta relación. Estaban siempre igual, con idas y venidas, todo el día peleados escudados en las increíbles reconciliaciones, pero por mucho que ellos defendieran lo contrario, cada vez eran más numerosas las peleas que los buenos momentos.

Eva había conocido a Hugo un día de fiesta, salió con sus amigas de la universidad a una céntrica discoteca de Madrid y allí estaba él, su flechazo madrileño como ella lo llamaba, pero de eso ya hacía ocho meses, y poco quedaba de lo que eran ellos por aquel entonces.

—Estoy harta Anne, no puedo más.—dijo Eva sentándose a su lado en el sofá.—es siempre lo mismo.

—A ver, ¿por qué habéis discutido esta vez?.— preguntó a su amiga.

— Pues por una tontería tía, como siempre.— entornó los ojos mientras Eva continuaba contandome lo que había pasado.— pues resulta que el viernes él quería quedar a cenar pero le he dicho que no puedo, que he quedado con los de teatro, que quedasemos el Sábado y me dice que no, que tiene planes ya para ese día, que cancele los míos, y no me da la gana tía, ¿por qué siempre tengo que renunciar yo? ¿qué pasa, que yo doy el 100% y él nada? Estoy hartisima tía no puedo más.— Abrazó a su amiga, poco más podía hacer. No podía decirle nada más, ella sabía lo que pensaba, que tenían una relación muy tóxica que iba a más y que no tenía pinta de mejorar y si seguía así lo único que podía hacer era dejar la relación, pero todo esto era algo que ella no quería escuchar.

Miradas indiscretas | Geranne/OT2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora