Capítulo 2: La Búsqueda

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Tarde, como siempre, tarde.

Por más prisa que se daba, todas las mañanas le pasaba lo mismo. Se levantó corriendo tras apagar el despertador, ¿cuántas veces había sonado? ¿cinco?. Madre mía, todos los días igual. Cogió la primera sudadera y los primeros vaqueros que vio del armario y salió corriendo de la habitación.

—¿Otra vez corriendo?.— suspiré al escuchar aquello.

—Buenos días a ti también Rafa.

—Pero no te enfades, Gèrard— dijo el chico mientras se reía— es que siempre te pasa lo mismo, y me hace mucha gracia verte corriendo todas las mañanas en calzoncillos por casa mientras te comes unas tostadas a la carrera.

—Dejame Rafa, anda, que hoy no tengo el día.

—Madre mía, Gèrard, pero si llevas despierto literalmente diez minutos— dijo mientras se revolvía el pelo—, no es posible que ya estés de mal humor, ¿qué te pasa?

— Nada tío, lo de siempre, me quedé ayer hasta las mil intentando componer y no me sale nada decente, es que nada, algunas armonías, me gustan los acordes, pero de letra nada de nada. Tengo cero inspiración.

— Ay, Gèrard, Gèrard, tú necesitas una musa me parece a mí. Este finde salimos

—Sí— dijo irónico—, en eso estaba pensando yo.

—Joder tío, un par de copas, te despejas un rato y tal vez encuentres esa musa que necesitas. Vente conmigo y los de teatro, saldremos el Viernes por el centro a una discoteca que conocen las chicas.

—Lo que me faltaba ya, ir contigo y los de teatro—dijo suspirando harto de la conversación—, quedandome de sujetavelas cuando estés con Eva, o lo que es peor, solo, más solo que la una como siempre.

Era conocido por todos la mala racha que llevaba últimamente con las chicas, bueno, decir últimamente era un eufemismo, porque la mala racha la llevaba en general los veinte años de su vida. O bien se enamoraba tanto que le dolía el alma por no ser correspondido, o no le hacían ni caso, o la que se lo hacía no le gustaba.

—Tío deja de decir eso, además que no estarías solo, si Eva pasa de mí, tiene novio, ¿o es que no te acuerdas?— dijo un poco mosqueado.

—Joder Rafa, lo siento, no quería que te enfadases, pero os he visto juntos y sé que hay algo, solo que ella aún no se ha dado cuenta. Tiempo al tiempo Rafita, tiempo al tiempo.

Gérard se marchó corriendo a clase dejando a Rafa pensativo con lo que su amigo le había dicho, ¿y si tenía razón? No, no la tenía. Debía quitarse esas ideas de la cabeza. Eva tenía novio y era feliz con él, lo suyo nunca sería correspondido, serían amigos y ya está. Con eso le bastaba, tenerla en su vida era lo único que necesitaba para ser feliz, le daba igual de qué forma fuese.

Gèrard bajo los dos pisos que lo separaban de su amigo y llamó tres veces al timbre.

—¡Voy!, ¡voy!, ¡voy!— escuchó que gritaba Flavio al otro lado de la puerta,— pero deja de llamar por favor, que vas a dejar sordo.

Flavio abrió la puerta y vio a su amigo rojo como un tomate apoyado en el marco de la puerta intentando recuperar el aliento y se empezó a reír.

—¿Pero se puede saber de qué narices te ríes?— preguntó Gérard con cara de no entender nada.

—De ti— le dijo Flavio riéndose aún más—, ¿qué ha pasado hoy? ¿hasta las mil componiendo o no te ha vuelto a sonar el sonar el despertador?

— Pues un poco de las dos— le dijo Gèrard a su amigo suspirando—, es que no consigo que me salga nada decente, a la letra me refiero eh, los acordes si me gustan.

Miradas indiscretas | Geranne/OT2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora