Some people just want to watch the world burn

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La resaca no era buena.

La cabeza a punto de estallarle y las pupilas sensibles a la luz, Luke se preguntaba si así era como se sentían los vampiros con esos sentidos super desarrollados. Ese era uno de los terribles efectos del alcohol, ese y muchos otros, como la lengua suelta.

Vamos, que siempre era un imbécil, pero el alcohol lo volvía ademas un idiota. Le había pedido a Ellie que lo mordiera... bueno en realidad le había preguntado si quería hacerlo, le había dicho que le daba permiso y ademas le había ofrecido el cuello. Aunque sabia que ella no lo haría, porque la chica se machucaría la lengua con el portón de la entrada antes que beberse su sangre, y en cierto modo eso lo irritaba.  

Ahora, lo bueno del alcohol era que volvía idiotas a todos, y eso estaba en su favor, alegaría que no recordaba nada de la noche anterior. Jamas admitiría que recordaba lo que había pasado en la cocina, aunque dudaba que ella fuera a decir algo de todos modos. 

Y como si sus pensamientos hubieran sido un hechizo de invocación ella apareció por el pasillo con la mirada clavada en su celular y se encaminó hacia la puerta del salón de historia de la magia, justo donde él iba a entrar.

—Creo que te equivocaste de clase —le dijo el chico recargando la espalda contra la puerta, Ellie levantó la mirada de la pantalla de su teléfono y miró la puerta del salón confundida, parpadeando una vez, dos veces, ella no era mas un miembro del aquelarre, no debía estudiar historia de la magia— ¿Perdida, ex-brujita?

—No tanto como tú en cualquier cosa que lleve letras. —Cuando la chica volvió a mirarlo había recobrado su usual rostro, entre la diversión y el desprecio.

—Bueno, tú tampoco has sabido leer la señal de transito cuando te estrellaste contra ese muro de contención ¿verdad? —él le dio una sonrisa, no una amable como sonreía todo el mundo, una suya, venenosa.

Ellie apretó la mandíbula y las fosas de la nariz se le dilataron pero no dijo nada, se limitó a cerrar los puños y volverse por donde había llegado. 

Las personas en su camino se apartaron como si le tuvieran miedo. 

Y lo tenían, al menos un poco.

Y Luke lo disfruto.

Porque era poético, porque a ella le temían y al él lo querían. Porque debía ser al revés, porque el destino y la historia y su linaje de sangre dictaba que fuera lo contrario, pero no lo era. En esa escuela el nombre de sus padres no tenia poder, ahí dentro, Luke era querido y Ellie era temida.

Y eso era suficiente para el chico.



Darle clases de lucha a alguien con problemas de ira podía verse como una perspectiva desastrosa. Pero Alaric pensaba diferente, creía en la disciplina y el control que conllevaba aquello y cuando Ellie se negó rotundamente a las reuniones de control de la ira, él había dado esa opción. Ella lo tomó con gusto y avanzó con rapidez, como en todos los demás aspectos académicos. Incluso después de su transformación, el entrenamiento la había ayudado a controlar su nuevo cuerpo y las habilidades con las que venia. 

A Ellie le gustaba. La chica era competitiva, pero solo peleaba con Ric y con Hope, y no le molestaba perder con ellos, lo cual no pasaba a menudo. Una de las cosas que Ellie más  detestaba era el sentimiento de estar a punto de estallar, cuando sentía que la ira era como un fuego que le subía por la garganta y amenazaba con salir en forma de llamaradas por la boca. Durante mucho tiempo se había obligado a lanzarle agua al fuego, a apretar los dientes y los puños y sofocar el incendio. Y luego había comenzado a luchar, y aprendió enfocar el fuego, en cada golpe que lanzaba lo dejaba salir, y eventualmente recuperaba el control. Nunca se había sentido mejor.

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