Ésa resultó la última de unas veinte anotaciones mías. Se verá por ellas queel esquema de la inventiva del diablo era día tras día el mismo. Al principiome tentaba para después burlarme, dejándome con un dolor sordo en las raícesmismas de mi ser. Yo sabía exactamente qué debía hacer y cómo hacerlo sinenturbiar la castidad de una niña; después de todo, tenía cierta experiencia enmi vida de pederosis: había amado visualmente, en los parques, a nínfulaspecosas; había insinuado mi paso cauteloso y bestial por entre la parte atestadade un ómnibus repleto de colegialas con sus libros a cuestas. Pero durante casitres semanas, mis patéticas maquinaciones se habían visto interrumpidas. Elcausante de tales interrupciones era, por lo común, la señora Haze (cuyo temorprincipal, como habrá observado el lector, no era tanto que yo gozara con Locuanto que Lo gozara conmigo). La pasión que sentía yo por esa nínfula –laprimera nínfula en mi vida que por fin estaba al alcance de mis garrasangustiadas, dolientes y tímidas– me habría llevado sin duda, de regreso alsanatorio, de no haber comprendido el Diablo que debía proporcionarme ciertoalivio si quería jugar conmigo durante más tiempo.
El lector habrá reparado, asimismo, en el curioso Espejismo del Lago.Habría sido lógico por parte del señor Arthur McFate (como podríamos llamara ese diablo mío) procurarme cierto solaz en la playa prometida, en la presuntaselva. En realidad, la promesa que había hecho la señora Haze se revelabafraudulenta: no me había dicho que Mary Rose Hamilton (una pequeña bellezamorena, por su parte) nos acompañaría, y que las dos nínfulas se lo pasaríancuchicheando aparte y divirtiéndose aparte, mientras la señora Haze y suapuesto huésped conversarían quietamente, semidesnudos, lejos de ojos queespiaran. Al fin, los ojos espiaron y las lenguas se agitaron. ¡Qué rara es lavida! Nos precipitamos para apartar los destinos que procurábamos entrelazar.Antes de mi llegada, mi huésped proyectaba que una vieja solterona, laseñorita Phalen, cuya madre había sido cocinera en la familia Haze, se fuera avivir en la casa con Lolita y conmigo, mientras la señora Haze buscaba algúnempleo conveniente en la ciudad más cercana. La señora Haze había visto lascosas muy claramente: el anteojudo y encorvado Herr Humbert llegaría consus baúles de Europa Central para juntar polvo en su rincón sobre un montónde libracos: la chicuela abominable estaría firmemente vigilada por la señoritaPhalen (que ya había cobijado a mi Lo bajo su ala de gallina: Lo recordaba eseverano de 1944 con un estremecimiento de indignación) y la propia señoraHaze se emplearía como recepcionista en una ciudad elegante. Pero un sucesono del todo complicado se opuso a ese programa. La señorita Phalen se rompióuna cadera en Savannah, Ga., el mismo día en que llegué a Ramsdale.
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Lolita [original]
RomanceHumbert Humbert, un europeo recién llegado a los Estados Unidos, comienza a sentir algo más que amor paternal por la hija de su nueva esposa, Lolita, una niña vivaz y extrovertida que no se esperaba lo que estaba por pasarle.