Parte 2

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"Susurros en la oscuridad"
Parte 2.


No tenía ni idea de cuánto había tardado en llegar el amanecer. Ningún superviviente se movió o habló hasta que el primer rayo de sol entró en la sala. Entonces todos, comenzaron a moverse despacio. Los cadáveres de Kara, Kenneth y Tarion eran solo reconocibles por sus ropas. Avryale se hizo a sí misma la incómoda pregunta de cómo había sido posible que muriesen de forma tan horrible sin que los demás lo escuchasen. Tal destrozo en aquellos cuerpos debería haber sido muy sonoro, pero ninguno se despertó o salió de su duermevela en ningún momento hasta que la criatura se plantó, literalmente, delante de sus narices.
Eghan y Hake entraron en el templo al escuchar los pasos de lo que quedaba de la Patrulla moverse sobre la tarima de madera y sus rostros se desencajaron al ver aquello.
–¿Pero qué cojones...? –Hake se acercó despacio a Avryale y Eva, que intentaban encontrar la manera de recoger los cadáveres de sus compañeros.
Loks, el orco Cachorro, había salido a vomitar al exterior. Lirian el cabo parecía mantener la compostura, pero Avryale sabía que estaba haciendo verdaderos esfuerzos por contener un ataque de pánico. Eghan avanzó y ayudó a Temar con el cadaver de Kenneth.
Cuando la hija de Bronte el Viejo apareció al poco rato para ver cómo se encontraban no contuvo el grito de horror, al que le siguió una retalía de reproches, insultos y maldiciones, tanto para ellos como para la criatura, sin embargo fue lo suficientemente considerada como para traerles sábanas viejas para envolver los cadáveres de sus compañeros. Mientras esperaban a que la mujer regresase con las telas, esperaron en el exterior del templo en silencio, hasta que Eva lo rompió.
–Bueno, ¿qué mierda era ese monstruo? No he leído nada sobre una criatura así jamás.
–Diría que un wendigo. –Dijo Avryale, encendiendo su tabaco liado con una pequeña brasa.
–Según lo has descrito antes, bien podría ser un Leshy, Avryale. –Apuntó Eghan.
–Un Leshy te perseguiría por el bosque y te acojonaría un poco, Eghan. –Respondió la elfa.– Un puñetero wendigo te busca, te caza, te destroza y te devora. Y es lo que ha pasado ahí.
–Sí, a nuestros amigos les faltaban bastantes trozos de carne, la verdad... –Dijo Temar.
–Pero un wendigo, ¿aquí? ¿Dentro de un pueblo? –Eghan trataba de encontrarle sentido.
–Debe estar muy enojado. –Dijo Lirian.
–¿Y porqué a los demás no nos atacó? –Preguntó Eva.
–Todos nos quedamos paralizados por el miedo, y el que no, tuvo suerte. –Respondió Avryale.– Ese hijo de mil padres se guía por el movimiento. Yo al menos estaba tan acojonada que no me pude mover, y lo tuve a un palmo de mi cara. –Hizo una breve pausa, y repitió en un susurro, como recordando el momento y conteniendo el terror que brotaba en la boca del estómago.– A un palmo...
La hija de Bronte el Viejo llegó con dos capazos de sábanas. Envolvieron los cadáveres y los dejaron en la parte trasera del templo. Los quemarían al acabar todo aquello.
Se reunieron en el gallinero de uno de los vecinos de Donan. No iban a volver a pasar la noche en el templo de Dana quien, evidentemente, o bien había abandonado a aquel pueblo a su suerte, o les había enviado al wendigo por alguna buena razón. Decidieron que saldrían a cazarlo esa noche, pues por el día era imposible localizar a tal criatura. Pasaron el resto del día descansando lo suficiente y planeando la caza, recordando viejas historias y cuentos y recopilando cualquier información de los vecinos que pudiera serles útiles. La luna llena seguía presente, y eso les facilitaba la visión en la noche.


El bosque estaba tranquilo y pausado como de costumbre. Avryale se había adentrado para realizar un reconocimiento de la zona y tratar de rastrear al wendigo, evidentemente sin éxito, aunque sí había detectado algunas cosas extrañas. La ausencia de ciertas aves que a esas horas deberían estar cantando resultaba sospechosa. Todas las heces de animales que encontró estaban secas; ¿hacía días que no pasaban animales por allí?
No encontró ninguna cueva en los alrededores donde la criatura pudiera esconderse, algo que hizo que su cuerpo se tensara. Si no dormía por allí significaba que su madriguera estaba más lejos, y en ese caso... bien podría haberse marchado y tardar en regresar por tener que más camino que recorrer... o bien aun estaba allí. Con ese pensamiento le subió un escalofrío por la espalda e instintivamente miró a su alrededor con los ojos castaños abiertos de par en par. La punta de las orejas tintineó, creyendo haber escuchado un sonido, a sus espaldas. Entonces el aleteo de un ave sonó brusco y con eco por toda la zona, y la elfa dio un respingo. Se dio cuenta de que ya había pasado más de una hora desde que salió en busca de la información que el bosque le pudiera proporcionar, y reconociendo que la paranoia y el miedo habían comenzado a apoderarse de ella regresó a Donan.
Entró en el gallinero negando con la cabeza.
–No he visto nada. Ni un rastro, ni una cueva. Pero está aquí. –Dijo.
–¿Cómo lo sabes? –Preguntó Lirian.
–Hace días que no hay animales en la zona y he visto algunas ramas rotas de forma extraña y reciente. No creo que haya regresado, debe estar escondido. –Decir eso le recordó a Avryale que podría haber sido observada todo el tiempo que había estado caminando por el bosque.

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