Capítulo 5. Influencias del pasado, parte 1.

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En la mañana, cuando Draco abrió los ojos, estaba a solas y sin embargo no estaba solo. Harry estaba cerca, podía sentirlo. Era como ser sostenido en un abrazo mental. Se sentía casi contento. No sabía qué hora era, pero sabía que había dormido bien y que durante la mayor parte de la noche había estado envuelto entre los brazos de Harry.

Yació en la cama y miró el sol entrando a raudales a través de las cortinas. El pesado terciopelo había sido echado hacia atrás y una fina muselina flotaba de un lado al otro por una gentil brisa que entraba por la ventana abierta, ésta iba casi del suelo al techo y se abría hasta más allá del tejado como un juego de puertas francesas. Por un momento, Draco anheló ir a fuera. No había estado en la luz del día durante mucho tiempo. De noche, sí, pero no quería pensar en esas excursiones nocturnas con el Señor Oscuro. Eran espantosas más allá de la imaginación y frecuentemente dolorosas. No, no había visto el sol durante el más largo de los tiempos.

La puerta se abrió y Harry entró. Estaba cargando la bandeja del día anterior, tenía una enorme pila de croissants y llevaba una jarra llena de café.

-¡Buenos días! -dijo alegremente-. ¿Quieres tomar el desayuno bajo la luz del sol?

Draco sabía que debía haber lucido desconcertado, porque Harry hizo un gesto con su cabeza hacia la ventana.

-Hay una terraza justo afuera, Ron yo la convertimos en una especie de balcón el verano pasado. -Parecía triste de nuevo-. Fue justo después de la boda de Bill y Percy había sido asesinado no mucho tiempo antes. Necesitábamos algo que hacer, algo que fuera seguro, bueno, un poco más seguro, porque creo que la señora Weasley se habría vuelto loca si hubiera perdido más niños en ese entonces.

-¿Quieres verla?

Harry se veía tan ansioso, como un enorme cachorro, pensó Draco. Así que sonrió y asintió, echó las cobijas a un lado y siguió a Harry al exterior.

Parpadeó bajo la luz del sol y casi corre de regreso al interior cuando sintió la gentil brisa que acariciaba su piel. Era hermoso ahí afuera, aunque un poco atemorizante para alguien que no había experimentado tal libertad embriagadora por más de un año.

Había una pequeña mesa de hierro forjado y dos sillas colocadas contra un muro bajo. Una pequeña colección de macetas estaban esparcidas alrededor y Draco reconoció varias hierbas y un enorme barreño de lavanda. La mayor parte de la casa todavía era casi una ruina, y encontró entrañable que Harry hubiera intentado hacer un pequeño santuario en su dormitorio y baño y añadido este pequeño espacio afuera para hacerlo aún más. Un lugar especial que había cedido sin pensarlo dos veces, al parecer, cuando Draco lo necesitara. El rubio se preguntó si podría seguir durmiendo ahí o si Harry lo mudaría ahora que parecía estar recuperándose.

Harry había colocado la bandeja en la pequeña mesa y estaba acomodando las cosas para el desayuno.

Draco reunió su coraje y dejó la seguridad de la habitación, del santuario del marco de la ventana, y se movió hacia la silla que Harry había sacado para que él se sentara en ella.

Había tenido que hacer un nudo en la cinturilla de los pantalones para evitar que se cayeran. Eran demasiado anchos para él pero también eran muy cortos de las piernas, ahora que al parecer había alcanzado su verdadera estatura, terminaban en su pantorrilla en vez de en su tobillo.

Draco se preguntó de dónde habían salido y Harry obviamente lo escuchó.

-Le pertenecían a mi primo Dudley. Yo... um... solía usar sus cosas viejas. Me quedé con mis familiares hasta mi decimoséptimo cumpleaños y acababa de irme cuando los Mortífagos atacaron. Había barreras en la casa de mi tía, donde vivía cuando era niño, y las barreras los protegían al igual que a mí. Incluso cuando... -Sus ojos se movieron hacia Draco, inquisitivamente-... Voldemort...

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