Capítulo 8. Avanzando hacia el futuro.

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Era poco más del medio día y Harry se sentó a la mesa junto a Kingsley Shacklebolt. Era extraño, pensó, Kingsley estaba exactamente en el mismo asiento en el que Kreacher había estado sentado tan sólo unas horas antes, sin embargo, los dos no podrían ser más diferentes, bueno, excepto por el hecho de que al parecer Harry estaba pidiendo el consejo de ambos. Pero, mientras que Kreacher se había posado en el borde de la silla, creyendo que no tenía derecho de estar allí y sólo había accedido a sentarse después de muchísima persuasión por parte de Harry, Kingsley llenaba la cocina con su presencia. Kreacher había estado tenso e inseguro, incapaz de sentirse a gusto; Kingsley se veía cómodo y en casa. Kreacher estaba tieso y encorvado mientras que Kingsley era extrovertido. No era un hombre particularmente grande, más grande que Harry, por supuesto, pero ni de cerca tan alto como Ron Weasley, por ejemplo; sin embargo, poseía una confianza, un aura, que se aseguraba de que él dominara cualquier habitación en la que entrara. El hombre era una fuerza a tener en cuenta.

Él había llegado hace unos veinte minutos junto con Snape. Y eso sí que había sido incómodo, pensó Harry con cierta amargura. A él nunca le había caído bien Snape y estaba igualmente seguro de que al grasiento idiota de su infancia él tampoco le había agradado nunca.

Pero a Snape le agradaba Draco. Esos ojos suyos tan duros-como-piedra se habían suavizado cuando veían a Draco y esa delgada boca se había curvado en una gentil sonrisa. Draco había mirado a su padrino con inquietud pero había estado de acuerdo en dejarse guiar hacia la sala de estar para una charla y un breve examen, mientras que al mismo tiempo se negaba a soltar la mano de Hermione e inevitablemente ella terminó por acompañarlos. Se estaba convirtiendo en un tácito y sin embargo universalmente conocido hecho, que Harry y Snape no deberían ser dejados solos con Draco… en caso de que ellos discutieran y lo alteraran, no era como si tener montones de personas cerca los detuviera para entrar en una pelea verbal, pero al menos alguien estaría disponible para confortar a Draco en caso de que ese evento ocurriera y si eso sucediera, él en verdad que se angustiaría.

Así que en ese momento Draco estaba en la otra habitación y Harry y Kingsley sentados juntos en la cocina, cada uno sostenía sus ubicuas tazas de té e ignoraban el plato con galletas que había entre ellos.

— Gracias por recibirme, Harry —dijo finalmente Kingsley con su profunda y rica voz.

— Está bien —comenzó Harry, saliendo de sus cavilaciones—. Yo también necesitaba hablar contigo, yo… eh… ¡yo no sé qué hacer!

Cuando Harry soltó abruptamente las últimas palabras hizo una mueca, no le gustaba lo desesperado que sonaba.

— Entonces será mejor que hables tú primero. —respondió Kingsley con una sonrisa.

Así que Harry lo hizo, reveló todas sus preocupaciones, todas sus ansias, todo sobre lo que había pensado la noche anterior, y Kingsley se sentó y escuchó durante lo que parecieron siglos. Él no lo interrumpió o hizo preguntas, sólo miró a Harry con preocupación en sus cálidos ojos cafés. Harry le contó todo, todo acerca del prejuicio y los barbáricos comentarios que Draco y él habían enfrentado, la despreocupada crueldad que parecía seguirlos a todas partes. También habló de sus propios sentimientos de incompetencia en poder ayudar a Draco a sanar y sus preocupaciones acerca de sus sentimientos por Draco y su propia inexperiencia. Mientras hablaba casi podía visualizar las palabras brotando de su boca en lo que parecía ser desesperación. Se avergonzó de su franqueza pero parecía como si no pudiera ocultarle nada al amable hombre junto a él.

Cuando terminó de hablar, Kingsley agarró gentilmente la mano de Harry en la suya y la apretó.

— Bueno, esa sí que fue toda una historia, Harry —comentó Kingsley con una ligera sonrisa— ¿Puedo decirte lo que pienso acerca de las preocupaciones que has expresado?

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