capítulo 9

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—Necesito dinero y no aceptaré que me mantengas —dije viendo cómo se inclinaba hacia abajo y colocaba su nariz sobre mi plano abdomen cubierto por la tela de mi blusa.

—Pero de alguna manera tendré que recompensar tus servicios —dijo levantando su mirada.

—No soy una prostituta —contuve el aliento para no gemir, podía sentir su cálido aliento a pesar de que un pedazo de tela separaba sus labios de mi piel.

—No, serás mi sumisa, es diferente —dijo acariciando el borde de mi blusa—. Porque solo yo podré tocarte, solo yo podré excitarte y solo yo podré darte placer.

—Chris —jadeé casi como una advertencia cuando metió su dedo en la blusa—, Se supone que vengo solo a hablar.

—Hay muchas formas de hablar —metió otro dedo, sus dedos se sentían tan fríos, se notaba que acababa de tomar un baño.

—Pero yo—

Dejé de hablar cuando su mano entro por completo debajo de mi blusa.

—Dime cuanto tengo que pagarte para que seas mi sumisa —esta vez me lo pidió levantando un poco más el borde de la blusa—. ¿Cuánto tengo que pagarte para que te entregues a mí por completo?

—No... no lo sé —balbuceé nerviosa cuando sentí sus labios chocando contra mi abdomen bajo.

—¿Deseas que yo ponga el precio? —preguntó levantando más la blusa, dejando mi ombligo expuesto.

—Supongo que... supongo que es lo ideal —volví a balbucear aguantando los jadeos que amenazaban con salir de mi boca.

—¿Aceptas ser mi sumisa por noventa días? —preguntó metiendo sus dos manos en mi blusa obligándome a echar la cabeza hacia atrás.

¿Noventa días? ¿Tres meses? Por un momento sentí que era demasiado pero ¡Que rayos! Después de eso él será solo un recuerdo.

—Sí —dije dejando salir un gimoteo—, acepto—. La excitación a ese punto ya era imposible de disimular, sobre todo cuando sus labios rozaron más abajo, estuve a punto de abrir las piernas pero me contuve de hacerlo.

Chris se detuvo, se levantó, caminó hacia un tocador y sacó una esclava de oro puro.

—Tendrás que usar esto por noventa días —dijo caminando hacia mí—, esto significa que estas entregada a mí, que aceptarás todo lo que yo te ordene sin titubear y harás todo como yo lo diga, de la forma en que lo diga y a la hora en que lo diga, sin chistar, sin protestar —tomó mi pie derecho y sacó mi zapato—. Hablarás cuando yo te lo diga y siempre que te dirijas a mí me dirás "mi señor" ¿Entendiste?

—¿Incluso fuera de aquí? —pregunté viendo como colocaba la esclava.

—Fuera de aquí no nos veremos mucho —acarició la planta de mi pie—, solo cuando sea necesario, todos nuestros encuentros serán acá —subió mi otro pie a la cama para quitar el otro zapato —ahora necesito ponerte a prueba ¿Hablaste con tu jefa?

—Sí —dije viendo como se acercaba peligrosamente a mí.

—¿Entonces te tendré para mi toda la noche? —preguntó colocando sus labios mi cuello.

—Sí —susurré excitada.

Él se separó de mi cuello y se volvió a levantar, su mirada cambió, ahora se veía firme e intimidante, sexual...

—Desvístete para mí —me ordenó al tiempo que sus ojos me traspasaban.

Dudé unos segundos.

Sometida por ChrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora