Supongo que mi rostro se puso pálido de pronto al verlo sentado ahí, pensé que ya lo habrían asesinado ¿Por qué estaba con los guardias? El siempre fue honesto, noble y gentil. Quizá esas eran las razones por las que estaba locamente enamorada de él. Mordí mi labio con preocupación, no quería que dijera mi verdadero nombre, ni mucho menos mi apellido. El sabía la clase de monstruo que era
- Hola Meltem – Dijo mientras recorría su escritorio e iba a darme un abrazo
Me abrazó sin embargo permanecí implacable ante su muestra de afecto, solo apreté con más fuerza mi mandíbula. Con solo una seña en su mano los guardias salieron y quedamos solos en ese pequeño cuarto… Miles de pensamientos pasaron por mi cabeza
¿Me asesinarían o me enviarían de nuevo a las islas? Cualquiera estaría bien, aunque preferiría estar libre. No lo merezco
Me hizo seña para tomar asiento pero no lo hice, a cambio me quede ahí, de pie, junto a la silla. El sonrió
- Ahora que no hay nadie ¿Me darías el derecho de llamarte por tu nombre?
- No – Dije casi con un hilo de voz
El sonrió ¡POR DIOS! Era tan hermoso, tenía una sonrisa pretenciosa que derretía a cualquiera. Y sí, hasta a mí
- ¿Acaso ya no somos amigos Meltem? – Ronroneo mientras se acercaba a mi
Trague saliva, la verdad nunca lo fuimos. El fue el único que defendió mi libertad cuando asesine a mi familia. Y yo lo he amado toda mi vida
Se acerco a mí casi inmediatamente, su boca toco mis labios y yo instintivamente los abrí para dejar que el beso fluyera. Sus manos se situaron en mi cadera y mis manos acunaron su cuello y jugaron con la punta de su cabello rubio. Dejo el beso con un suspiro y yo me sentí tan malditamente mal que quería morir justo en ese momento, más de lo que quería hacerlo siempre. El sonrió y tomo asiento de nuevo del otro lado del escritorio. Me hizo una seña educada y esta vez accedí a sentarme
- Entonces Meltem – Me miro mientras puso sus codos encima de la madera negra - ¿Sabes para que estás aquí, no?
- Supongo que me enviaran de nuevo a las islas… Y en el peor de los casos la única persona en la que confío en el mundo me asesinara – Dije sintiendo asco por eso. Sonaba mejor en mi cabeza ¿En el peor de los casos? ¡Era el único! Me sentía tan mal, quería vomitar, pero más que nada quería acabar con esta incertidumbre de una vez.
Pero el rió incrédulo y sus ojos recorrieron el camino de mis ojos a mis labios. ¡Si seguía así me asesinaría de los nervios!
- Nada de eso Meltem… Tu sabes lo que eres, aunque yo lo haya negado – Dijo con su sonrisa de siempre ¿Acaso esto no le afectaba como a mí?
- Soy una asesina Gerard, soy una maldita asesina. Y tú lo sabes
- Ahora lo sé, antes no lo creía, pero lo supe. Vi como casi estrangulas a la pobre Jill allá afuera. Eso es de utilidad, por eso no te asesinaremos, ni siquiera volverás a saber de las islas.
Lo mire con una ceja elevada ¿Qué quería decir? Nunca podría ser una guardia.
- ¿Utilidad? En mi vida he sido de utilidad para alguien.
- Bueno te lo explicare de una manera sensata. No quiero pataleos, aunque en tu caso seguirás con la misma expresión. Cada año, en la semana numero 10, nos vemos sometidos a nuevas reglas no muy cambiantes pero necesarias. Y como bien sabes, debemos pagar comisión de armonía ¿La conoces cierto? – Trague saliva, no quería que fuera lo que estaba pensando. Pero asentí – A veces enviamos niños, a veces mestizos, sabes, los mitad humano mitad Jerfs, y a veces personas con potencial de pelea… Y esta vez, serás tú querida.
¿Por qué siempre confiábamos en la gente que ni siquiera nos daba una pizca de confianza?
El sonrió ¿Por qué sonreía? Era la peor noticia del mundo. Ahora si quería morir, el había jugado con mis sentimientos y yo no tenía opción a morir, en tal caso si era de su agrado me revivirían, así que esto era lo peor de lo peor. Odiaba a los Jerfs, si había algo peor, mas malvado y despiadado en el mundo que yo, eran ellos. Les temía y probablemente era la única cosa que me causaba miedos y la única de mis pesadillas
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Real?..
Romance" “Levántate, ¡Vamos Meltem! No tengo todo el día” Gritó ¿Cómo él sabía mi nombre? Ni siquiera era mi nombre verdadero, era mi nombre de las islas. Bajé de la cama como pude y solté un quejido de dolor al poner mi pie en el duro y gastado piso. Me...