Playboy [Otayurio]

Mente maestra

Tras la repentina desaparición de Yuri Plisetsky, Isabella y yo tuvimos que informarle de esto a ella. A la mujer que había planeado todo este ridículo teatro con tal de tener a un hombre que ni siquiera se fijaba en ella de la misma manera que esta persona lo hacía con él.

Nuestra querida jefa, Mila Babicheva.

—Encuentren a Plisetsky, quiero que ese bastardo rubio se aleje de lo que es mío. —Exclamó la pelirroja mientras nos observaba a Isabella y a mí.

—Mila, Otabek nunca fue tuyo en primer lugar. —Contestó mi novia con seriedad, ambos estábamos hartos de esta farsa.

Cuando Isabella dijo eso, pareciera que algo en la cabeza de Mila se había acabado de romper. El rostro de la pelirroja se había deformado en una expresión de rabia pura y su puño se impactó contra el rostro de Isabella.

—No les pago para que den su maldita opinión. Encuentren a ese mocoso rubio y háganlo miserable.

—Detén esta mierda, Mila. —Respondí bastante molesto mientras ayudaba a Isabella a levantarse. —Ya no queremos seguir participando en este maldito juego. Resuélvelo tú misma, Bella y yo estamos fuera.

Mila soltó una risa burlona mientras nos observaba fijamente, su mirada se sentía como si fueran afilados cuchillos los cuales rasgaban nuestra piel. En estos momentos éramos la presa y Mila la cazadora.

—Los creía más inteligentes, par de imbéciles. —Nuevamente sonrió de una manera amable, aunque su tono de voz no era para nada parecido a lo que su rostro expresaba. — ¿Acaso no lo entienden? Ustedes están más involucrados en esto que yo, porque Jean fue el que dio la cara en mi lugar. Si yo caigo, ustedes también lo hacen, así de fácil.

—Esto es absurdo, Mila, nosotros somos dos podríamos testificar en tu contra y, además, estoy segura de que esta información sería de mucho interés para los medios de comunicación y en especial para Yuri Plisetsky y Viktor Nikiforov.

Nuevamente la asquerosa risa de la pelirroja resonó por toda la habitación.

—Definitivamente, a Jean le gustan las mujeres estúpidas como tú, cariño. ¿No sabes lo poderoso que es el dinero en estos tiempos? Oh cierto, jamás sabrás lo que es eso porque vives a costa de un patinador fracasado como Jean. —Mila volteó a verme sin borrar esa sonrisa burlona y esa mirada lastimera— Por cierto, mi querido amigo americano, ¿Quieres que te recuerde quién fue la persona que revivió tu carrera en el mundo del patinaje? Si no fuera porque me deshice de Plisetsky ¿Crees que siquiera hubieras podido destacar si Yuri no se hubiera lesionado de manera permanente? Porque... Si no mal recuerdo, eras un segundón y déjame decirte algo, siempre lo vas a ser.

Apreté los puños con furia, tenía unas enormes ganas de reventarle la cara y hacer que se callara de una maldita vez, sin embargo, sabía que no estábamos solos. Ella tenía guardias escondidos en alguna parte de esta bodega abandonada, cualquier movimiento en falso o ataque dirigido hacia esta persona y sería un completo adiós para Isabella y para mí.

Suspiré resignado, no teníamos muchas opciones más que traerle a Plisetsky. Mila realmente nos tenía acorralados.

Aunque, realmente nada nos aseguraba que esta mujer no se deshaga de nosotros en cuanto ya no les seamos de utilidad. Porque eso somos nosotros... Somos desechables para gente con poder como Babicheva.

Maldito sea el día en el que accedí a participar en esta mierda.

Aún sigue vivo el recuerdo de ese día, tan claro que incluso puede llegar a provocarme remordimientos internos.

Desde pequeño me había enamorado del patinaje artístico. Siempre me ha generado el sentimiento de ser libre por toda la pista como si solo fuéramos el mundo y yo, el sonido del hielo siendo rasgado por las cuchillas y la sensación friolenta provocada por la misma pista es algo que realmente me hace sentir vivo y feliz, me hace creer que finalmente estoy completo.