Los primeros años de mi vida fueron memorables. A decir verdad, fui una niña muy libre, divertida y por fortuna jamás me faltó la compañía. Claro que nunca me cuestioné el por qué tenía dos tíos en lugar de una madre y un padre, ni siquiera cuando comencé a relacionarme con niños de mi edad, cuyos padres vivían en prados cercanos al nuestro. Siempre tomé con naturalidad la familia que tenía, lo que sí me cuestioné, fue ¿De quién nací? Cuando iba tomando conciencia de quién era, de los conceptos que reúnen la vida y lo que significa la palabra “madre”, fui elaborando aquellos conceptos en mi cabeza, primero como preguntas, las cuales con el tiempo comencé a hacer.
Necesitaba tejer recuerdos, necesitaba atar cabos, unir las partes sueltas.Fue cuando tenia siete años, que Gatz me confesó, que ellos me encontraron cuando yo tenía apenas unas horas de vida. Me dijo que encontraron la casa vacía en medio de una tormenta, y pensaron que estaba abandonada. Claro que ahora comprendo que ellos entraron a robar, pero en este punto de mi vida, no puedo juzgarlos por esa parte. También me contó, que mi madre estaba muerta, llena de sangre. No había cuchillo, no había golpe o por lo menos nada superficial que ellos pudieran dar cuenta. Y yo, bueno, estaba tapada entre algunas telas que habían en algún momento cubierto las ventanas. Me dijo que gracias a eso no morí de frío hasta que ellos llegaron.
A veces, en las noches más frías o de tormenta, siento que me descompongo. Un frío intenso recorre mi cuerpo, poniéndome la piel de gallina. Es como si algunos recuerdos a los que no soy capaz de acceder conscientemente estuvieran repercutiendo en todo mí ser. Me da mucha nostalgia escuchar el sonido de la lluvia, como si se me formara un nudo en la garganta y me impidiera hasta respirar. No sé si alguna vez podré saber toda la verdad, pero sí por lo menos, tengo algo que al parecer, perteneció a mi mamá.
Se trata de Orbe, una piedra con la cual me envolvió. Según mis tíos, esa piedra sujetaba las telas con las que estaba envuelta aquella noche, y fue lo que impidió que me moviera y me destapara. Estaba todo muy bien preparado, según me cuentan. Creo que mi madre tuvo tiempo de verme, de despedirse de mi, de envolverme y de incluso proteger que no me quitara aquel abrigo de encima. No falleció de inmediato, ni al momento en que nací. De ser así, creo que ni siquiera estaría aquí, contando esta historia.
Volviendo a Orbe, le llamo así porque está tallada a mano y esas son las letras que se pueden leer. Es una piedra negra del tamaño de la palma de mi mano. Es suave, a diferencia de otras piedras que puedes encontrar por aquí, y además, es brillante. Parece la noche estrellada.
- Thaiss.- Alguien me llamó. Reconocí la voz de Dusan.
- ¿Sí? - Dije sin más, asomándome tras unas telas que dividían un espacio común del otro.
- Necesito que me ayudes, Gatz salió y tengo que recoger leña antes del anochecer. Esperamos tormentas. Cuatro manos harán mucho más rápido.
- Claro. ¿iremos al bosque?
- Donde sé, es el único lugar con leña por aquí.
Suspiré. A veces me intrigaba por qué Dusan tenía pocas pulgas conmigo. No me tenía paciencia, nunca respondía de buena manera mis preguntas.
- Bien, vamos. - Dije sin más, colocándome un saco de piel alrededor de la espalda para protegerme del frío.
El recorrido hasta el bosque estaba lleno de rocas y caminos sinuosos. Parecía un laberinto. No me gustaba ir allí al atardecer, sentía que me perdería y que anochecería conmigo allí dentro. Debo admitir que tenía miedo de estar allí, con Dusan. Él no sería capaz de protegerme si algo sucediera, como sé que lo haría Gatz.
- Lo siento por lo del otro día.- Su voz dispersó mis pensamientos.
- ¿Qué cosa? ¿Lo del trabajo?
Él asintió.
- No es eso lo que me molesta, creo que yo también quiero salir, quiero hacer algo. Quiero aprender a vivir afuera. – Hice una pausa. Quizás era buen momento para hablar, pero. ¿Si le enojaba y me dejaba allí a razón de quién sabe qué cosas? Por el momento simplemente me arrepentí de seguir pronunciando palabra alguna y bajé la cabeza, para mirar el camino que llevaba recorrido. Miraba mis pasos, miraba las piedras que formaban el camino, miraba la tierra.
- ¿Y qué te molesta? – Dijo finalmente él. Yo levanté la mirada, sorprendida. Tragué en seco, para luego negar.
- Nada, nada. Me molestaba no poder salir.
- ¿Segura?
- Sí.
Dusan esperaba que le cuestione alguna de sus acciones, quizás. Pero no me sentí capaz. En ese momento me adelanté para acercarme a un arroyo, del cual bebí un poco de agua entre las palmas de mis manos. Mi tío hizo lo mismo.
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Bélizar: La sinfonía del tiempo robado.
FantasyAlgunas historias nacen para que otras queden enterradas. El "porqué" no es más que una ilusión, una búsqueda insaciable de lo que queremos y no debemos, de lo que deseamos y no obtendremos. ¿Por qué? Esa entre tantas preguntas... ¿Qué pasó la noche...