Sin salir de casa

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Al llegar a casa, dejé los leños junto al umbral de la puerta y caminé hasta la litera en donde solía dormír. Gatz aún no había regresado, y Dusan probablemente encendería la chimenea y cocinaría allí algo para cenar.

Se sentía extraño. No era simplemente haber salido con mi tío. Era algo más. Me sentía extraña internamente, como si supiera que algo malo estuviera por suceder. Lo más común sería esperar alguna discusión con Dusan, o que Gatz no llegara a casa, pero ni siquiera llegué a pensarlo, que escuché su voz a lo lejos, gritando que le abriéramos rápido. Si Gatz estaba en casa, todo estaría bien.

Minutos más tarde, la tormenta ya estaba allí. Las ráfagas comenzaron a entrar en la casa, por lo que nos apuramos a cubrir las ventanas con algunas maderas y tablas que usábamos en esas ocasiones.

Por un segundo, mientras colocábamos la última y más grande madera, Gatz me miró. Seguramente podía ver en mis ojos el terror. Él era el único que sabía sobre mi temor a las tormentas, pero yo negué rápidamente en silencio. Quería que esté tranquilo, por lo que le mostré una amplia sonrisa sincera.

“Estamos a salvo” pensé. “No saldremos de casa, todo está bien”.

Y estaba muy equivocada.

Luego de una cena sin hablar y con el latido incesante de mi corazón que con cada golpe se aceleraba, la tormenta parecía cesar. Comí por obligación, a decir verdad tenía la extraña sensación de que todo se había atorado en la garganta, en ese nudo que aún no podía quitarme.


-Iré a dormir, buenas noches- Dije. Y nunca deseé tanto que eso fuera verdad.

¿Me creerán lo próximo que les diré?

Había un agujero enorme en el cuarto, sí, en el piso. Era una especie de embudo que se hundía en la tierra, y parecía ser más profundo cada vez. ¿Qué rayos? Por reflejo pude sostenerme del umbral de la puerta, con la punta de las uñas y con toda la fuerza que pude reunir, para evitar caerme. Grité y lo hice de una forma tan ahogada  imprevista, que creo que no se escuchó, porque ni Gatz ni Dusan vinieron a ver qué sucedía.


-Auxilio.-Dije, primero tragando en seco, para luego alzar la voz lo más que pude.-¡Auxlio!- Repetí, y en un instante, el correteo de mis tíos se escuchó al acercarse a ver qué sucedía. - ¡AYUDA! – Volvi a decir.- Cuidado. No pasen, no pasen.-Cerré mis ojos.

La fuerza del movimiento de la tierra era cada vez más fuerte y era todo mi torso el que se estaba inclinando hacia el embudo. Para que lo imaginen bien, era como estar encima de un tornado, y ver la cola de éste llevarse todo a su paso. Las literas no estaban, las telas tampoco, las maderas que habíamos colocados en las ventanas tampoco. Solamente podía ver tierra, césped, polvo que cada vez se iban alzando más y más.

Esto no podía ser parte de la tormenta, ¿O sí?
Recuerdo escuchar los gritos de mis tíos, que intentaban decirme que tome sus manos. Pero, no podía soltarme, no era posible. Si lo hacía, la fuerza me llevaría a hundirme, y conmigo, quizás ellos. Apreté mis dientes, mantenía cerrados mis ojos. Solamente deseaba esperar que aquello termine o quizá, despertar de aquella pesadilla tan horrible.

Y sí, tarde o temprano, todo terminó. Ellos gritaban mi nombre, pero cada vez se escuchaban más y más lejos.

-Thaiss.-Esa soy yo.

Y todo se oscureció.

El silencio se hizo al fin.

Ya no había más tormenta.

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⏰ Última actualización: Apr 06, 2020 ⏰

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Bélizar: La sinfonía del tiempo robado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora