Capítulo II

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Candy estaba perdida, los labios de él devorando los suyos la tenían mareada.

Entre abrió los ojos, esperando ver un ceño fruncido pero lo que vio la dejó sin aliento.

El amigo de su hermano tenía sus preciosos ojos azules cerrados mientras sus suaves y delicados labios se movían lentamente sobre los suyos.

Si, era una chica virgen e inexperta en muchas cosas pero no en el arte del beso. Este hombre besaba deliciosamente. Sus labios se movían de manera suave y delicada, nada que ver con los del bastardo de Niel quien se había atrevido a robarle un beso.

Este chico no la ensalivaba, como lo hizo Niel, ni la apretaba hasta hacerle temer por la integridad de sus blancos dientes, como lo hizo Michael. Y tampoco le hacía pensar que era el último bocadillo en la bandeja que quedaba por degustar como lo hizo Tom. Todo lo contrario, le robó el aliento, y sintió una calidez especial que la empujaba a comportarse de una forma como jamás lo había hecho. Escuchó el galope de su corazón en los oídos con una potencia tal que apenas podía escuchar los comentarios de las dos reporteras.

—Podía jurar que los ruidos que escuchamos venían de aquí —dijo Daisy.

—Tuve la misma impresión —respondió Sandra inspeccionando el lugar detenidamente.

—Tal vez ha sido un roedor —dijo Daisy.

—¡Que asco! —Sandra hizo una mueca .

—Esto de buscar un buen chisme en los jardines de la gente de alta sociedad para la sección de sociales es bastante frustrante —la voz de Daisy se escuchó decepcionada —será mejor que regresemos al interior de la casa para hacer nuestro trabajo o terminaremos despedidas.

Sandra asintió y ambas emprendieron la marcha en busca de un buen chisme.

Candy creyó que tan pronto aquellas dos chismosas reporteras se alejaran, Terry dejaría de besarla, pero no fue así, los labios de él se movían con mucha suavidad y su lengua acariciaba el interior de su boca. Se dejó llevar por las sensaciones que él despertó en ella y pronto se encontraba acariciando su rostro con suavidad. Él profundizó el beso haciendo que ella se olvidara de los planes que había trazado y lo que haría con su vida a partir de esa noche.

Candy recordó la vez que Niel la besó por la fuerza cuando la acorraló entre la pared de la biblioteca y sus brazos. A parte de ensalivarla por completo, Niel había introducido su lengua en el interior de su boca, la había empujado con tanta fuerza que ella sintió que le tocó la campanilla de su garganta, provocando que su estómago se revolviera. Para liberarse, se vio obligada a morder aquella asquerosa lengua y alzar su rodilla para golpear entre medio de sus piernas.. pero ahora las sensaciones que el amigo de su hermano despertaba en ella eran muy diferentes. Si, al principio y antes que sus labios tocaran los suyos, intentó golpear sus nueces para que se apartara de ella, pero ahora, sentía un gran deseo de adentrarse a ese mundo desconocido a donde él la había arrastrado con aquel arrollador beso y la avidez de su lengua que no dejaba de explorar el interior de su boca. Un fuerte cosquilleo bajó desde su vientre hasta la parte mas reservada de su cuerpo. Enredó sus dedos en los castaños cabellos de él y su lengua adquirió vida propia y comenzó a explorar el interior de la boca de él. Sus lenguas se movían como si de una lucha de espadas se tratara.

Un gemido ronco salió de la garganta de él por lo atrevida de las caricias de ella, quien había deslizado sus manos por debajo de la tela de su camisa y acariciaba con sus suaves dedos su caliente piel.

Los pechos de Candy, amenazaban con salir del corset a causa de su agitada respiración, luego que las caderas de él se alzaron un poco y ella pudo sentir la dureza de su entrepierna rozando la suya peligrosamente. Ella no era ninguna ignorante, sabía perfectamente la manera de como funcionaba la procreación, en teoría obviamente, había escuchado que ese era el mas vergonzoso y repulsivo acto al que la mujer debía enfrentarse, pero a juzgar por las sensaciones que este hombre había despertado en ella, dudaba de aquella teoría. Su entrepierna estaba húmeda y ansiosa de algo más, sabía que necesitaba para calmar aquel calor sofocante, pero era consciente que si lo pedía abiertamente seria tachada como una casquivana e indecente, así que decidió aguantar sus deseos y disfrutar lo que estaba haciendo.

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