Cachorro ★Higuel★

¡No soy un cachorro!

Miguel siguió con toda la paciencia que portaba al enorme robot que los guiaba a paso de tortuga por las escaleras. Curioso por las fotos que decoraban la pared a su lado y podía detallar sin verse maleducado.

—Hiro a estado sufriendo de estrés desde que llegó del hospital, no creo que sea buena idea ir a visitarlo.—La voz del robot le hizo dirigir su atención a él.

—Es necesario que lo conozca, él tiene que darse cuenta que no representó un peligro.

El robot se detuvo y se dió la vuelta lentamente, Miguel llevó una mano a su boca para evitar reír por lo adorable que se veía.—Yo te analicé y no representas peligro alguno.

—Pero para Hiro, al ser un cachorro, es muy desconfiado. No quiere que un desconocido como yo entre a su territorio.—Sonrió.—Debo demostrarle que no vine a hacerle daño, y también averiguar su rango para saber como tratarlo.

Baymax inclinó la cabeza, parpadeando dos veces.—No comprendo. En mi nueva base de datos no explica todo lo que me dices.

—Es...—Mordió su labio, inseguro de como hacerse entender.—Es más complicado de lo que se ve, y en internet solo te dicen lo básico. Puedo enseñarte a comprender todo esto del Omegaverse.

—Omegaverse.—Repitió el robot con tono cantarin.—No está en mi base de datos.—Miguel rió moviendo su cola de un lado a otro, divertido por la situación.—Hiro es mi paciente, debo saber que le pasa exactamente e informarme de todo lo relacionado con esta nueva etapa que esta pasando

—¿Qué tal sí te lo explico? Puedo... Informarte de todo lo que quieras saber.—Señaló las escaleras atrás del robot con un movimiento de cabeza.—Pero, después de conocer a Hiro.

Baymax estudio el trato ofrecido.—De acuerdo.

Después de eso, siguieron con su marcha en silencio. Al llegar al siguiente piso Miguel notó una enorme habitación que se dividía en cocina comedor y un pequeño pasillo a un lado que llevaba a lo que lucían como habitaciones. Miguel se quedó un momento, analizando el lugar y oliendo con curiosidad al que sería su nuevo hogar por un tiempo. Baymax siguió de largo a unas escaleras que llevaban al que sería el tercer piso, pero no subió, solo se apartó un poco y señaló el final de las escaleras con un dedito.

—Hiro está ahí.—Baymax volvió a bajar su brazo y parpadeó una vez.—¿Quieres privacidad?

Miguel sonrió.—Creo que sería lo mejor, pero prefiero que tú entres conmigo, Hiro se sentirá más cómodo con tu presencia. Eres su amigo ¿No?

—Y asistente médico.

El híbrido canino asintió.—Entonces vamos.

Baymax asintió y retomó la caminata, Miguel siguiéndolo con la curiosidad recorriendo su piel. Sus orejas se movían a todos lados y su cola se movía inquieta, su animal se encontraba de igual forma y casi que mordiéndose las garras por el desespero de conocer al supuesto híbrido.

Una puerta blanca los recibió, Baymax la abrió despacio dando un paso adentro y mirando a un punto en específico que para el híbrido era imposible ver.—Hiro, tú guía quiere verte.

Un bufido lo puso alerta, era parecido al que hacian los gatos cuando algo los molestaba o querían que se alejaran.—No quiero verlo. Dile que se largue.

El lobo de Miguel se levantó curioso por la ronca voz que provenía del cuarto. Miguel sonrió de medio lado al escuchar la clara molestia, Baymax volteó a verlo y Miguel le hizo una seña para que se apartará.

Baymax se adentró al cuarto y Miguel caminó hasta el marco de la puerta donde decidió quedarse, era mejor que no invadiera el espacio personal del cachorro. Su mirada recorrió de manera rápida el enorme cuarto, una enorme ventana en una esquina con las persianas abajo, una cama a la derecha que se separaba por estás extrañas paredes hechas de papel y madera, típicas en la cultura asiática. Esa cama se veía que no era usada desde hace bastante tiempo. Una puerta cerrada que debía dirigirse al baño también se encontraba de ese lado, a la izquierda se encontraba una cama junto a un escritorio, todo ese lado se encontraba en completo desorden y Miguel no pudo evitar reír quedamente cuando vió en la cama de la izquierda un cuerpo completamente acostado en la superficie, tapado por las sábanas.