Capítulo 6: Mi mala suerte con las mentiras, los efectos y las leyes.

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Nunca me he considerado una chica con suerte, sobre que si hago algo, las cosas saldrán bien a la primera... De hecho, Difiero en este aspecto, porque ocasionalmente nunca había sido mi caso, y para acortarles todos eso me refería a que sé que tengo una suerte mala, mejor dicho, una suerte pésima.

En cuestiones así me gustaba pensar que de alguna u otra forma le podría dar respuestas a mis complicadas situaciones con el término de “la ley de murfhy en la cual aclaraba que lo que pueda pasar mal, pasará. Y para estar de supersticiosa era mejor tener mas creencia en ello.

No necesariamente explica que pase algo malo... Pero en mi caso siempre es así.

Según esta ley, prácticamente aclara la mala suerte existe y es un hecho, se explicándose de forma lógica y sencilla. Tal vez el conocerlo sean una de las razones principales por las que en ese instante me encontraba allí, de pie, justo frente al director de la institución que mantenía los brazos cruzados observándome firmemente, para nada alegre... Estaba atada hasta el cuello con su mirar

Pero no es solo eso...

No simplemente quería decir que lo malo me pasaba por estar ahora en su oficina frente a él, si no que junto a él lo que más me aterraba era ver a mi madre con la misma mirada furiosa, y aunque no lo expresara, sabia que por dentro estaba contando las formas de aniquilarme. Estaba entre dos adultos que me parecían querer matar.

Dios, si me estabas escuchando ¡Sería un buen momento para que me lleves contigo! ¡Sácame!

***

—Brittany Julyan Smith ¿¡Cómo puedes hacerme pasar una vergüenza como esa!? —esas fueron las palabras que mi madre me otorgó apenas ingresamos en nuestra casa. Yo solo mantenía la mirada gacha y jugaba sutilmente con mis pies, como si lo que había pasado verdaderamente no hubiera sido mi culpa. Lastimosamente, no era el caso—. ¿¡Como se te ocurre decir una mentira así!? ¿¡Estas demente!? ¡Y lo que hiciste en ese salón!

—¡Lo siento! No lo pensé correctamente, mamá. Yo no quería que las cosas terminaran así, solo pensé que...

No pude terminar la oración pues mi madre se encargó de callarme al instante poniendo su palma frente a mi rostro, deteniéndome de seguir. Siendo sincera, pensé que en ese momento iba a proporcionarme una buena cachetada por todo el desastre que hice, así que me sentía aliviada de que no hiciera nada.

—¿Como se te ocurre decir una cosa como esa? —inquiere—. ¡Inventar que estaba de urgencias con tu abuela porqué se explotó el hígado al beber tanto vino! Y luego lo de las complicaciones... ¡sin dudas se ha convertido en tu escusa más estúpida hasta ahora!

Bien, no había forma de que pudiese explicarme en ese momento... De hecho, sigue sin haber manera, pero si me hubieran dado más tiempo de seguro se me habría ocurrido algo para defenderme sin quedar como idiota.

—E-es que... Ah, uh. La abuela no se morirá porque diga que se le explotó el hígado una vez, ella es de piedra. Tiene como noventa vidas en una, parece gato.

Perdonala, abu... A veces no controlaba bien a la chica con el cuerpo que solo soltaba idioteces.

—¿Quieres matar desde aquí con tus palabras a esa mujer? Que Dios te libre de eso —expresa antes tomarme por la oreja y jalárme escaleras arriba rumbo a mi habitación—. No quiero escucharte quejándote ni un solo minuto, no me quedaré de brazos cruzados con todo lo que hiciste.

Como sabia perfectamente quien era la señora que tenia por madre me contuve de reñirle y simplemente esperé a que me internara en mi habitación cerrando la puerta de un portazo sobresaltandome. Eché para atrás mi flequillo de lado con mi palma mientras me disponía a tomar una gran bocanada de aire.

La chica de las vendas [BxB] {GB}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora