Capitulo 4

247 4 3
                                    

Empiezo a quedarme dormida, me acuesto en el sofá para ponerme más cómoda cuando suena el timbre, me levanto de golpe y respondo de mal humor.

-¿Quién? - digo casi gritando.

- ¿Cristal? - es su voz, se me paraliza el corazón.

- Sí - respondo.

- ¿Bajas?

- ¿Por qué no subes? No hay nadie en mi casa. - le digo sin pensarlo.

- Pues porque no me has invitado.

- Es lo que estoy haciendo.

De repente despierto, oh, ¿qué he hecho? Me miró corriendo al espejo. Estoy horrible. Me coloco un poco el pelo y me lavo la cara deprisa. Llama al timbre. Voy andando deprisa para abrir y caigo en cuenta de que aun llevo los zapatos de andar por casa, los tiro y los meto en mi habitación. Vuelve a tocar el timbre y abro, sin zapatos.

- Hola - dice, está sonriendo de oreja a oreja, y esta precioso. Lleva una chaqueta gris que le queda genial y lleva el pelo revuelto, le sonrío tímida y seguramente roja como un tomate.

- Hola - me aparto de la puerta para que pueda pasar.

- Que casa más bonita - dice y entra al salón - ¿no pondrás el árbol de navidad? - me dice mientras mira una fotos.

- A mi padre no le gusta que decore el salón, así que está en mi habitación - se gira y me sonríe.

- ¿Puedo verlo? - pregunta, oh no, nadie entra en mi habitación. Me quedo en silencio y nuestros ojos se clavan los unos encima de los otros y él sonríe y yo asiento como una tonta.

- ¿En serio? ¿Lo has hecho tú? - pregunta asombrado mientras observa el árbol pintado en mi pared.

Es un árbol de color negro, pintado con tinta china, está al revés haciendo que sus raíces sean más grandes que la propia copa.

- Sí - digo a la vez que una sonrisa orgullosa por mi trabajo se pinta en mi cara.

- Eres una artista - se acerca y toca la pared, después me mira sonriente - me encanta tu habitación - dice y se sienta sobre la cama.

- Tengo mucho tiempo libre - me clava la mirada y hace que me ruborice.

- Bien - murmura como si tuviera algo pensado, se queda callado durante un momento. Se fija en la caja que hay sobre mi cama, yo me acerco para cogerla pero él se me adelanta.

- No - digo.

- ¿Qué hay aquí señorita misteriosa? - está sonriendo y no puedo evitar no hacerlo yo también, pero no es gracioso, es mi caja, mía y de Alejandro. Siento como si alguien me acariciara la cabeza desde el cuello y un escalofrío baja por mi cuerpo. Sus manos acarician la madera y lo abre, no sé qué hacer, me quedo de pie mirando su cara, sigue sonriendo y es precioso. Coge la cámara y me mira alzando una ceja. - Cierto, que también eres fotógrafa - No respondo - eres una caja de sorpresas - susurra a la vez que coge el libro de cuentos, me acerco rápido y lo meto en la caja. Intento quitarle la tapa pero leva el brazo hacia atrás.

- Dámela - digo y él sonríe aun más. Es un juego. Se niega y lleva el brazo más hacia atrás, me deslizo sobre la cama para cogerlo. Está casi tumbado y la mitad de mi cuerpo también. Me pongo nerviosa al pensarlo e intento apartarme pero su otra mano me caricia la cadera por detrás y me atrae hacia él.

Sus ojos están más cerca que nunca y sus labios. Mis ojos se clavan en los suyos y aún sonríe.

- ¿Para qué has venido? - digo en voz baja.

- Para esto - susurra y sus palabras acarician mis labios, se levanta despacio como si fuera a sentarse otra vez sobre la cama, pero lo hace para acercarse más a mí, tanto que nuestros labios chocan y agarra mi labio inferior con los suyos y lo muerde despacio haciendo que sienta otra vez el escalofrío anterior, pero esta vez es porque sus manos acarician mi espalda, su mano asciende desde mi cadera hasta la nuca.

De repente es como si el calor de la habitación hubiera aumentado de golpe, deja de besarme y busca mis ojos, noto como el calor sube a mis mejillas, mierda.

- Vete - digo después de apartarle la mirada. Me pone muy nerviosa.

- Solo me iré cuando quieras - dice y sus palabras vuelven a acariciar mis labios. Se acerca de nuevo y me noto temblar. ¿Qué está pasando? Dejo que me bese de nuevo, pero me aparto al instante.

- Apenas me conoces yo...

- Chsss - dice y vuelve a besarme. Y yo le respondo asombrándome de mi misma, noto escalofríos en mi nuca, y después por todo el cuerpo y el estómago me da vuelcos. Una de mis manos asciende a su pelo, lo agarro despacio y se aleja de golpe.

- No - se levanta sin dejar de mirarme.

- ¿Por qué? - digo. Giro la cabeza y nos veo a los dos reflejados en el espejo que hay junto a mi armario.

- Perdona - susurra. Levanto la vista al espejo, ha dejado de sonreír. Tengo ganas de responderle que me da igual, de levantarme y volver a besarle, pero no lo hago. - Adiós - dice y sale de m habitación. Al fin reacciono y me levanto deprisa. Esta delante de la puerta de mi casa, a punto de abrirla.

- No te vayas - digo, se gira desconcertado. Mis ojos miran sus labios y me doy cuenta de que están tan rojos como los míos.

- Yo no soy bueno para ti. -dice.

- No importa - digo rápida - Que no seas bueno para mí, digo. Yo tampoco es que sea...

- Te subestimas - dice muy serio, y creo que nunca le he visto así.

- Tu también - respondo rápido, no quiero que se vaya. Su mano acaricia mi mejilla a la vez que sus ojos me estudian.

- No me conoces y yo tampoco a ti - dice bajito a la vez que abre la puerta sin aun haberme quitado la mano de encima, pero al segundo se va.

- Adiós - digo sabiendo que no puede escucharme. Me toco los labios, ¿ha ocurrido de verdad? Niego con la cabeza, aun estoy tensa y nerviosa y seguramente roja como un tomate porque siento que me arde la cara.

Y desaparece.

Desaparece y no vuelve a llamar al timbre, ni me vuelvo a topar con el por coincidencia en la calle.

Y Diciembre se vuelve más triste, más largo, más solo.

Y Enero.

Y Febrero.

Y tal vez es que estoy loca y me lo he imaginado todo, porque me siento muy sola.

Tal vez lo he inventado por la necesidad de tener a alguien a mi lado, solamente gustarle a alguien aunque si lo pienso bien, no conoce como soy de verdad, quizá hubiera dejado de gustarle.

Cada vez se me hace más borrosa la imagen de su rostro, ya no sé cómo era el sabor de sus labios y sus ojos parecen un sueño, supongo que esto último es lo único que no ha cambiado.

Cierro los ojos y le veo, sobre mi cama besándome, y siento ese escalofrío por mi cuello de nuevo, pero los abro y estoy sola.

Al final lo único que cuenta es que vuelvo a estar sola, vacía y ya está. Porque los chicos como esos jamás se fijarían en mi. Nunca.

Las Princesas No LloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora