High

48 3 8
                                    

­­­­­­­­­­­­____________

Siempre le había gustado observar el atardecer desde el balcón de su habitación, observar los colores cambiando lentamente, hasta oscurecer en su totalidad, era algo que desde pequeña le había traído armonía, un pasatiempo que nadie entendía, pero a ella no le importaba pasar ese tiempo a solas.

Desde que tenía uso de razón había compartido habitación con su hermano gemelo, por ello, a los diez años le había pedido a su padre tener una habitación privada, deseaba poder crear sentir y crear su propio mundo, y nunca se arrepentiría de su decisión.

Pero a Pietro no le había gustado la idea, ella podía verlo, podía sentirlo, eran gemelos y por ello todo lo que hacía su hermano siempre llegaba a ella como ligeras vibraciones, pero solo podía ver como el joven iba alejándose de todo lo que sus padres les inculcaron, con su ego creciendo cada vez más, casi nunca hablaban y si lo hacían terminaban discutiendo.

Su velocidad se sentía en el cambio del viento, en la vibración del suelo, por ello supo cuando Pietro había irrumpido en su habitación, tirando algunos papeles en el suelo.

-No me simpatiza ese nuevo chico. –Pietro había ingresado, hecho una furia, azotando la puerta de su habitación, el viento se había vuelto volátil cuando el joven estaba cabreado. Pero ella no volteó a verlo. -¿No dirás nada?

-No me gustó que le hayas mentido a papá.

-Yo no mentí, solo cambié los hechos. -Wanda sabía de mentiras, ella había concebido sus poderes demasiado joven, alterando la realidad sin darse cuenta y cuando ya no pudo controlarlos, tuvo que correr hacia su padre, como la niña pequeña que era, su padre tuvo que arreglar el error que ella había cometido. -¿Lo estás apoyando?

-No me gusta lo que estás haciendo. -Por fin volteó a verlo, su hermano se encontraba sentado sobre su cama, dejando que el viento se arremolinara bajo sus pies, él no podía verlo, tal vez si fuera más consciente de sus poderes, Pietro sería alguien de temer.

A ella no le gustaba ser una alfa, lo había sabido desde antes de que su condición apareciera, sus sueños le habían hablado, explicándole cosas que a su corta edad no podía entender y con gran miedo de contarle a sus padres, prefirió callar.

Cuando supieron que Pietro era un omega y ella un alfa, pudo ver la decepción y furia en los ojos de su hermano, sus padres estuvieron felices, fueran lo que fueran, pero no Pietro y por ello nunca había usado su condición para menospreciar a su hermano, ella lo amaba tanto que daría su vida por él.

Pietro aprendió más cosas, de cómo ser un omega y tener a todos los alfas comiendo en la palma de su mano, de cómo tener a todos a su alrededor, tal vez sus padres solo lo veían, aún, como su pequeño bebé. Le vio levantarse con su ceño fruncido y el viento aun agitándose a su alrededor, pero ella no se amilanó. Sus padres siempre le habían enseñado que debían apoyarse, pero Pietro había cambiado, con la furia corriendo por su cuerpo le vio desaparecer ante sus ojos, dejando una estela de polvo.

Soltó un abatido suspiro y volvió a girar su cuerpo, los colores del cielo se habían vuelto violáceos y rojizos, el viento soplaba casi con pereza, trayendo algunas hojas secas de los árboles, una suave, pero bonita risa le llamó la atención, los cabellos castaños del chico se habían desordenado por el viento, su piel se había enrojecidos suavemente y su respiración era rápida, su pecho subía y bajaba con fuerza, pero a él parecía no importarle.

Scott había intentado alcanzar a Hank en una de sus carreras, pero era en vano y todos lo sabían, pero en vez de sentirse abatido, el joven siempre intentaba correr mucho más rápido, entrenando más que otros, llevándose al límite. Le vio arreglar los visores que su padre le había regalado, tenía que aceptar que el omega era bonito y sería tan fuerte que agradecerían tenerlo entre sus líneas.

Aullando a la lunaWhere stories live. Discover now