Tatuaje 15

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Mingyue podía decir, con toda seguridad, que la escena que se desarrollaba delante de él era lo más extraña que había visto en toda su vida. El lobo que lo había estado persiguiendo tenía el camino bloqueado hacia él, por un lobo de pelaje oscuro que le sacaba varios centímetros y kilos de pesa.

Este último también mostraba sus colmillos y el lomo erizado le daba un aspecto amenazante. Cada vez que el lobo marrón intentaba agredir al humano era mordido por cualquier parte y arrojado, sin mucha fuerza pero si con la suficiente para alertarlo. Esa escena se mantuvo igual por dos largos minutos.

El chico hacia un intento por respirar, sus pulmones se negaba a procesar oxígeno y pensaba que se ahogaría en cualquier momento. Su cabeza retumbaba horriblemente y su vista se volvía nublada por momentos pero no quería perderse nada de lo que ocurría delante de él. Sobre todo porque uno de los lobos parecía estarlo protegiendo. Pero no se confiaba de ello. Tal vez solo quería ser el ganador para llevarse el pez gordo, que era precisamente él.

La idea hizo que la adrenalina a que había descendido por unos segundos volviera a dominar su cuerpo. Sus músculos volvieron a tensarse e hizo un intento por levantarse pero su pie herido falló cayendo pesadamente sobre la tierra. Esto hizo que los dos lobos lo miraran y el menor aprovechó para lanzarse otra vez contra Mingyue. Era muy insistente a pesar de que ya tenía varias heridas de mordidas en el cuerpo.

-Estate tranquilo de una maldita vez- una voz resonó en su cabeza mientras el lobo oscuro mordía con más fuerza al agresor y lo tiraba contra un árbol.
Ayue pestañeo confuso. Tal vez era por el violento golpe en su cabeza pero comenzaba a escuchar voces.

-Déjame devorarlo- no era muy perceptible lo que decían pero estaba ahí. Era como si pudiera escuchar las voces muy lejanas de las dos bestias- Él no merece tu atención, te esperé toda la maldita noche y tú solo estabas revolcándote con él-
-Déjate de estupideces y vuelve a tus sentidos- un fuerte gruñido.

Las voces se volvían más y más intensas. Eso hizo que el pánico lo invadiera con más fuerza y esta vez sí se levantó. No le importó que su pierna doliera como el infierno, no se quedaría allí un segundo más. Se giró y volvió a correr oyendo en su mente una maldición. Loco si se quedaba esperando a ver quién se quedaba con su cuello.

Corrió como si su vida dependiera de ella y era así. No miro hacia atrás, no quería saber que pasaba entre los lobos pero desde lejos podía saber que seguían peleando. Había fuertes gruñidos y lamentos, quizás del más pequeño. El lobo aquel era inmenso, desafiante y aun así, hermoso.

Eso no importaba, tenía que buscar como volver. No podía estar solo, necesitaba volver al lado de Yenhuo y Tao, ellos sabrían que estaba pasando. Depender siempre de ellos le daba un mal sabor de boca pero no conocía nada de ese lugar, más bien no conocía nada del mundo y sabía que solo moriría muy rápido. Además estaban todavía los recuerdos de lo que había pasado en la cabaña y de cómo el lugar del chico había sido reemplazado por el de un lobo. Se negaba a creerlo.

Se detuvo un momento y se dobló por la cintura jadeando con fuerza. Todo en aquel lugar era igual. Miles de árboles idénticos y ni un solo claro. Se llevó la mano al rostro y la sangre se había desplazado hacia su cuello manchando la enorme y rasgada túnica. Levanto el borde y revisó el tobillo palpitante. Ya comenzaba a hincharse. Odiaba su débil cuerpo, pero era lo que tenía, acostumbrarse a herirse era algo con lo que tendría que vivir toda su vida.

De pronto algo lo empujo y cayó de frente, por suerte no fue tan fuerte el impacto. Miró por encima de su hombro alarmado solo para encontrarse que quien estaba encima de él era el enorme lobo oscuro.

Sus ojos se abrieron y tragó en seco. Se agitó intentando salirse de abajo del animal pero el peso de este lo tenía pegado al suelo. Debía pesar el doble que él. Soltó un chillido inconsciente, asustado. No quería morir tan fácilmente. Pasar tanto trabajo para nada, se negaba a eso. Se movió más fuerte cuando escucho, Quieto en su cabeza y fue como si su cuerpo se paralizara. Sus ojos abiertos desenfocados.

No podía reconocer la voz debido a lo aturdido que estaba pero le parecía conocida. Había un acento que fue directamente hacia su pecho. El lobo bajo sus patas de la espalda y con un fuerte tirón del hocico lo hizo girarse boca arriba quedando entre ellas.

El pecho de Mingyue bajaba y subía con fuerza. El morro del lobo se acercó a su rostro y el humano cerró los ojos rezando porque fuera rápido pero en vez de sentir los dientes contra su cuello una cálida y húmeda sensación recorrieron su frente, justo sobre la herida.

Apretó los puños contra el suelo de ojos esperando que el lobo lamiera incluso por encima de la mejilla, cerca de su labio donde había gotas de sangre. Bajando por su cuello terminando en el inicio del pecho donde la túnica hacia un inútil esfuerzo por mantenerse unida.

Después volvió había la herida de su frente y la lamió hasta dejarla limpia. El proceso fue ligeramente doloroso para el chico que no gritaba para no alarmar al animal y que lo atacara de improvisto, pero se mordía el labio inferior. Solo una vez que terminó, la bestia levantó la cabeza y se quedó quieto encima del humano. Ayue abrió lentamente los ojos. Los débiles rayos del sol que penetraban por las hojas de los altos arboles bajaban e iluminaban los bordes del pelaje del lobo que no tenía ni los colmillos afuera, ni mostraba agresividad contra él.

El chico mantuvo su mirada, dubitativo de qué hacer por unos minutos, hasta que los recuerdos fluyeron fugaz por su mente. Frunció el ceño y levantó la mano con vacilación hasta el cuello peludo. El animal no se movió y el hundió sus dedos suavemente entre el espeso pelaje. La sensación le resulto familiar. Un recuerdo muy lejano y vago. Alzo la otra mano y la puso en el rostro del lobo palpando la piel.

Sintió como su respiración se tranquilizaba y su cuerpo se hacía pesado, tal vez por ¿alivio? No supo el por qué pero de su boca solo salieron dos palabras.

-¿Perro bueno?-

El animal movió la cola de un lado al otro en afirmación y el rostro de mIngyue cambió drásticamente remplazando el pánico por una enorme sonrisa que hizo que el lobo se sacudiera de la impresión.

-Eres tú, perro bueno- los brazos de Mingyue rodearon el cuello del animal y lo abrazó con fuerza.

El lobo no supo cómo reaccionar.

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