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No todos expresamos el mismo enojo.

La sensación del cansancio que aún pesaba sus párpados, el ruido distante y vago convirtiéndose cada vez más cercano, como una succión que pretendía llegar de golpe y por incercia, tenía que despertar.

El pequeño ahijado frotó con suavidad con uno de los nudillos de sus ojos, abultando de sus labios con la muestra exacta de su pereza, adjuntó brevemente con ambas manos de la almohada volcando junto con ella sobre su cabeza, como método de salvación y cubrimiento para recobrar su interrumpido sueño. Sin embargo, el escandalizado día no dejaba mucho después de todo o más bien, Morris estaba enfrentando un pleito común y, lo que podría decirse, "normal" desde la costumbre que todos los vecinos convivían.

—Pero qué es lo que está pasando. — exaltada Madison, en bata rosa se asomaba al jardín.

El labrador, como por costumbre, irritaba ante la presencia de una felina negruzca como un mismísimo azabache, gata que permaneció cual holgazana sobre el pilar de la casa de los Stewart.

— Es ese cochino perro como siempre. —alteró Tom, dueño de la gata. Expuesto en una entrante mañana.

Desde la segunda casa de Tom, el asomo de otro individuo que arrastras sacaba de una motocicleta de su hogar, quedó aturdido ante la ocasión. Tanto como el resto de los vecinos que han abierto ventanas tanto como sus narices saliendo a flote ante lo expectante.

— ¿Qué? —indignada Madison exclamó. — Cochina su mugrera y horrible gata que está molestando a mi bebé.

—¿Molestando?

—Ajá, sí molestando. No hace más que...que gruñirle y sacar sus garras de gata salvaje. — Madison sugestiva, en lo que el labrador alborotado contra la cerca. —Además está allí, sobre mi pilar...creyéndose digna de poner su apestosa y choncha barriga en ella.

— Choncha le dices, choncha tu hermana. — espetó el contrario, asomándose ante sus rejillas. —Que por cierto, ¿ya le han servido esas recetas de pildoras y excesivas listas de dieta, como esas cremas de rejuvenecimiento facial que crees que borrará esas arrugas y ocultará tu ya notorio cuarenta y pico de años? — Tom tan sardónico como de costumbre se expresaba obteniendo al fin el alcance del pilar de la querida Madison. Dicha mujer que era digna de la indignación y el bochorno que estaba presentando.

El asomo de los demás no podían de faltar, desde un barranco apreciado por aquellos cerezos la señora Escarlata obtenía la ayuda de una dulce nieta incluirse en aquél pleito que tendría para rato como bien ya lo conocía. Sin duda alguna, ante la aparente batalla campante de trapos sucios expuestos para todos,  ya sabían quién se las daría de ganar.

—Pero qué se puede esperar, ¿no? Aceptalo — continuó Tom, burlseco en lo que extendió de sus brazos con la intención de bajar a su peluda felina de aquél pilar. Gata que no dio indicio mínimo de algún movimiento. —La edad ya te sienta, Madison.

El rosáceo formado en las prominentes mejillas de la nombrada fueron dignas de admirar tanto como la furia que expulsaba cual fuego, a vago rechistar habiéndose girado por mísero segundo ante su esposo, Steven, quien se recargaba contra el marco de su puerta y un inconsciente bostezo deslumbró justo ante su semblante. Ya era muy tarde al inventar ocultarlo, aún así Madison no podía quedar atrás ante tal humillación.

— ¿Vieja yo? - se señaló con ímpetu — Viejo usted. Ah, ¿o es que se le olvida el día en el que todos...—extendió con énfasis —completamente todos cuidamos de su apestosa existencia el día que le salieron callos en los pies? Decrepito mal agradecido, ¿así es como se le paga a alguien que lo cuidó eternas noches mientras no podía colocarse ni los calcetines? — exaltó ella.

Padrino [MYG + PJM] - [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora