Hija de carne y gracia.

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Hace algún tiempo, en las alturas, en la cercanía del Padre; un Arcángel, cumpliendo con una rutina personal, paseó sobre la tierra, escudriñando desde las sombras. Tenía la costumbre de vigilar que las órdenes del Padre fueran cumplidas. Se dedicaba a localizar a los ángeles guardianes, y verificar que éstos cumplieran eficientemente con su labor. A veces la humanidad le parecía tan perdida que, desde su forma humana adquirida para rondar por las calles, visitaba las iglesias y oraba por las almas descarriadas.

Un día fresco, en una de sus visitas a la tierra, mientras se dirigía a la salida de un café dónde había estado vigilando a un ángel guardián, en la entrada del establecimiento fue recibido por el choque contra su pecho de una joven. Él perdió las palabras al sonido de la voz de la joven disculpándose. Nunca le había sucedido algo así. Su mirada había recorrido el rostro en forma de corazón de la chica. Sus ojos oliváceos y cabello rizado y castaño rojizo le hicieron estragos. Tuvo un impulso desesperado por tocar sus mejillas sonrojadas. El Arcángel se sintió tan bien y tan mal, que sólo tuvo oportunidad de asentir, aceptando las disculpas, antes de salir apresuradamente, y volver con desesperación al cielo.

Habían pasado sólo unos pocos días, y él se sentía culpable por desear volver a la tierra. Pero bajó.

Sin proponérselo, la buscaba. Había visto dentro de sus ojos, y había encontrado algo que jamás imaginó en un mortal.

Había visto a través de aquellos enormes ojos, y encontró paz, amor, pureza. Le resultaba imposible la idea de que un ser así no fuera un ángel. Sus plegarias silenciosas fueron cumplidas. La joven, pequeña y alegre, salía de un supermercado, llena de bolsas con provisiones. El ser divino, sin pensárselo dos veces, se aproximó con cautela, ofreciendo ayuda.

En las alturas, su Padre había visto todo, y ya se preparaba para lo que le parecía, un triste acontecimiento.

Al finalizar el día, el Arcángel batía sus alas de regreso a su hogar, convencido de cuál iba a ser su siguiente paso. La necesidad de quedar bien con su Señor, lo hizo decidir acercarse a Él, hablando con el corazón. Le pidió perdón por lo que quería. Y, con una leve y silenciosa ceremonia, entregó sus alas.

De vuelta a la tierra, dotado de un cuerpo humano permanente, con sus habilidades intactas, y dispuesto a llevar una vida simulando ser mortal, encontró a la joven de la cual se había enamorado. Ella, desconociendo que el perfecto hombre que la mantenía abrazada y segura, era de origen divino, se enamoró perdidamente. Al poco tiempo, contrajeron santo matrimonio. Eran la pareja perfecta.

Pero, cuando los felices jóvenes se enteraron que serían padres, el muchacho tuvo que revelarle a su esposa lo que él había sido. Decidió contárselo para que su esposa comprendiera el peligro que el bebé podría correr por nacer con sangre angelical en las venas.

Unos meses más tarde, nació una pequeña, que fue nombrada Lily. Sus ojos eran verde oliva como los de su madre, pero brillantes cómo los de su papá. También poseía facciones angelicales como las de su padre. Cuando nació, la pequeña niña no lloró. Sólo abrió los ojitos, y sonrió. Todos los médicos presentes soltaron un suspiro. A causa de ese curioso evento, sus padres decidieron ponerle como segundo nombre Lovely.

La niña creció con el amor infinito de sus padres. La llenaban de cariños, mimos y caprichos. Aunque le daban todo, nunca fue presumida o arrogante. Su parte angelical sobresalió siempre, aunque su parte humana la hizo resistente a las adversidades. Adversidades que enfrentaría en un futuro inminente, desde corta edad.

En el sexto cumpleaños de Lily, después de una pequeña y colorida fiesta, su padre la llevó de la mano a la cama como de costumbre. Le ayudó a ponerse el pijama y la arropó. Con una pequeña y melodiosa canción de cuna que él había compuesto para su hija, depositó un beso en su frente. Lily, que ya había comenzado a notar las diferentes auras de las personas a su alrededor, notó que la de su padre se tambaleaba inestable. Algo en su interior se apretujó. Las palabras “Te amo, Lovy” le sonaron a despedida.

Al otro día, se había ido.

Ella nunca supo por qué. Evitaba preguntarlo. Su madre no hablaba sobre el tema, y a veces lloraba por las noches. Su padre, había sido llamado a servir en una guerra, de la que Lily entendería y participaría al llegar a la adolescencia. El equilibrio estaba cambiando, y los servicios del arcángel habían sido requeridos otra vez.

Bitácora de una Nefilim.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora