5. Demon's Bar.

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              La noche había entrado con ganas y con una oscuridad perpetua, que era interrumpida por el palpitar de la música saliendo de las grandes bocinas dentro del majestuoso bar. Demon's Bar comenzaba a llenarse de personas dispuestas a tener una gran noche. La luz seguía aleatoriamente a los bailarines sobre la pista, y la barra estaba repleta.

—¿Cómo me veo? —preguntó Lily en voz alta y con las manos en la cintura de su vestido rojo sangre, hacia el barman que la atendía, a quién casualmente conocía del último año del colegio, y que había obtenido aquel empleo de última hora.

—Bastante diabólica, Lils —contestó Benjamin, el chico de una gran sonrisa, con una botella en la mano, y señalando los cuernitos con luces que Lily llevaba en la cabeza—. Buen toque. Anda, ve a bailar mientras intento hacer mi trabajo.

—Aun espero a mis amigas, no las encuentro. —Se excusó la chica, quién se negaba a socializar mucho sin compañía. Pronto, su leve incomodidad se vio desviada hacia la presentación en lo alto del escenario dónde el DJ bajaba un poco de volumen a la música.

—¡Buenas noches, y bienvenidos a la inauguración de mi bar! —exclamaba con alegría y sensualidad Peyton Houston, con un vestido negro que se abrazaba a su cuerpo cómo una segunda piel, y que hacía que su cabello rubio peinado en ondas, resaltara cómo si fuera de oro blanco. —¡Será una noche de placer, diversión y sorpresas!

 Y habiendo finalizado con aquellas palabras, las luces se apagaron por completo, incluida la música, cómo si la energía se hubiera cortado en todo el establecimiento. Las personas gritaron de susto, y de pronto se supo que aquello no era parte del plan. Un grito desgarrador cruzó el aire, de dolor inminente, y luego otro. Las pisadas y los gritos de pánico se extendieron por toda la pista. Lily sintió cómo un brazo la tomaba por la cintura y la arrastraba sobre la barra hacia adentro. Estaba a punto de gritar, cuando la voz de Benjamín le susurró con prisa:

—Lamento dejarte. No salgas de aquí hasta que vuelva la luz. Ten cuidado.

Y se fue, a tratar de ayudar en el caos nocturno y fantasmagórico.

         Un minuto más tarde, la luz regresó, la música cortó de golpe, y las sirenas sonaron a la distancia. La gente hacía lo posible por salir de ahí, y alejarse de lo que sea que había pasado en el centro de la pista de baile.

        La curiosidad y los nervios subían por la piel de la pequeña pelirroja con cuernos brillantes, que se atrevía a asomarse desde atrás de la barra de licores. Recorriendo el lugar con la mirada, vio que sus amigas habían llegado en algún momento antes de que las luces se fueran, y se abrazaban con miedo.

—¡¿Qué diablos ha pasado?! —Gritó una Peyton totalmente fuera de sus cabales, bajando rápidamente en sus tacones de aguja. Claramente ella no se había referido a eso, cuando dijo que sería una fiesta llena de sorpresas.

       Decidiendo que desde su lugar no podría ver nada, Lily se las arregló para poder saltar fuera de la barra, y caminar hacia sus amigas, quienes la miraron con alivio y preocupación. Antes de llegar a ellas, abriendo mucho los ojos con sorpresa, la chica alcanzó a ver un cuerpo en la mitad de la pista. Sangre por todas partes, y una chica rubia recargada cerca de la entrada, con una herida sangrante en un costado. Ahí se encontraba Benjamín, ayudándole a detener la hemorragia, y llamando a los paramédicos.

       Con discreción y tratando de caminar despacio para alcanzar a escuchar lo que comenzaban a discutir alrededor del cuerpo que yacía muerto, Lily prestó aún más atención.

—¿Alguna pista de quién ha hecho esto? Ella es una de nosotros... —La dueña del bar le preguntaba a unas de las personas que se habían acercado al cuerpo e intentaban reconocerlo.

—No hemos visto a nadie. Pero encontramos esto. —Le respondió un hombre de cabello muy negro y moreno, enseñándole un cuchillo tosco, ensangrentado.

—Ha sido un atentado. Alguien quiere hacernos enojar.

—¡Lily, debemos irnos de aquí!

       Sin poder hacer más para pasar desapercibida, la chica fue hasta sus amigas, quienes la tomaron de la mano, y juntas caminaron a la salida.

—¿Han visto quién era? —preguntó la pelirroja.

—No... pero escuché que era una tal Evangeline, y que andaba en malos pasos. ¿Podemos quedarnos a dormir en tu casa? Es la más cercana y estamos aterrorizadas. ¿Tú no?

       Tratando de mantener el nombre en la memoria, Lily asintió, sin separarse de ellas y encaminándose hacia su calle. No quería decirles en voz alta, al igual que decidió que jamás le mencionaría eso a su madre por teléfono, pero todo aquello le resultaba entre fascinante y grotesco al mismo tiempo. A parte de que algo en su interior le decía que no era una simple casualidad. Que había una razón importante, y que de alguna manera muy retorcida, ella también estaría involucrada en lo que siguiera a todo el acontecimiento. 


Bitácora de una Nefilim.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora