4. Invitación tentadora.

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—...y entonces estoy segura que también asistirás, con nosotras. ¿No?

—¿Qué? ¿A dónde?

—¿No has escuchado nada de lo que te dije la última media hora? —contestó una chica de cabello rubio platinado y ojos grandes, fijando sus expresivas pupilas en el rostro desconcertado y perdido de Lily, que apartaba la mirada del interior de su casillero.

—Lo siento, Petra. El incidente en la librería me ha dejado sin pensar en algo más. ¿Puedes repetirme de qué se supone que hablábamos? —dijo Lily, sinceramente apenada, hacia su amiga, esperando que la perdonara por haber incluso olvidado que acababan de salir de la tercer hora de clases.

—Bueno... decía que debemos ir a la inauguración del bar, del que todos hablan. Y deberías dejar de preocuparte un poco. Hace una semana de eso, y Gustav parece ayudarte bien con los arreglos y la seguridad.

—Gus es casi de mi tamaño y eso es decir mucho... pero tienes razón, por algo es mi empleado de confianza —respondió Lily, suspirando hondo y considerando la invitación sólo un poco—. No soy de las que acuden con frecuencia a bares, lo sabes...

—Lo sé, y yo tampoco. Pero iremos en grupo, tú, Iris, Carmilla... Debemos integrarnos, ser guays.

—Ya somos guays... Pero me lo pensaré, en serio que sí. Lo prometo. —Asintió la pelirroja, con una pequeña sonrisa.

—Perfecto. Nos vemos a la quinta hora. —Dijo Petra, despidiéndose con un giño y una sonrisa triunfal, caminando alegremente hacia su aula correspondiente.

Lily la miró alejarse un instante, para luego volver a enfocar la atención a su casillero. Tuvo que mirar hacia su horario para recordarse cuales libros debía tomar, y volver a la próxima clase. Desde varios días se encontraba un poco perdida, y al mismo tiempo a la expectativa. Con un sentimiento de que no pasaría mucho para que algo realmente importante sucediera, pero no encontraba la manera de explicarlo. Y aquello la hacía sumirse en sus pensamientos.

Las horas pasaron, los maestros entraban y salían de las aulas, los alumnos charlaban y continuaban como siempre. Todo tan normal como un día cualquiera, nadie podía percatarse de que algo oscuro se tramaba dentro del mismo pueblo.

Después de despedirse de sus amigas, y aun alegando que no albergaba muchas esperanzas para ir al evento, Lily caminó hacia su casa. Sin muchas ganas, un pie tras otro, dejando que el tiempo y la tarde cayeran, mientras tomaba la vía más larga de regreso a su edificio. En el camino, sólo a unas cuadras de llegar, la pequeña chica centró su atención a un aura nuevamente diferente... Su dueña era una mujer delgada y con el cabello rubio dorado elevando en una elegante coleta. Sus labios rojos y largas pestañas revoloteaban con entusiasmo, mientras pegaba carteles en una pared y postes de luz.

Manteniendo la compostura, fingiendo no haber notado el "color", Lily pasó a su lado, pero ella la detuvo, con una mirada curiosa.

—Invita a tus amigos. Será una noche inigualable. —Murmuró la rubia, con una amplia sonrisa. Un folleto se escurrió de sus manos hacia las de Lily, quien ojeó las letras rápidamente.

—Demon's Bar... ¿"Ven al infierno, donde el placer y la diversión nunca faltan"?...

—¿No te parece sensacional? Muy apropiado, en realidad —dijo la rubia, con una voz tan seductora que Lily se sintió un poco intimidada—. Será divertido. Habrá sorpresas, lo prometo. Soy Peyton Houston, la dueña.

—Oh... Es un gusto. La verdad... creo que todo suena fantástico —añadió Lily, agitando levemente el folleto en su mano— Ojalá todo salga bien. Ahí estaremos.

—De maravilla. No olviden que la temática de la noche será sobre el infierno. Lleven su mejor disfraz. —Dijo por último una Peyton muy segura de sí, sonriendo con malicia casi no captada por la otra chica, y despidiéndose con un asentimiento de cabeza, mientras que con su encanto continuaba repartiendo y pegando la propaganda con todo el entusiasmo de quien está seguro de ser un éxito mundial en una sola noche.

Convencida de que algo de emoción, música y unas cuantas bebidas serían divertidas, retomando el camino directo a casa, Lily mandó un mensaje de texto en su móvil: "Cuenten conmigo. Nos vamos de fiesta." Y lo envió al grupo de contactos que conformaban sus amigas. Al leer nuevamente el folleto de invitación, descubrió que ya tenía una excusa para colocarse un vestido rojo de acuerdo a la temática de la fiesta.

Lejos de ahí, en la oscuridad de una construcción abandonada y no muy concurrida a sus alrededores, se encontraban un grupo de demonios y algunos otros participantes. Planeaban lo que sería el ataque maestro, una noche que quedaría firmemente grabada en la historia del colorido pueblo irlandés.


Bitácora de una Nefilim.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora