Capítulo5

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Capítulo 5

-LO llamaste cuando delirabas. A no ser porque estabas enferma, te habría pedido esta explicación antes -Esteban habló con dureza-. Así que deseo saber exactamente cuál era tu relación con ese hombre.
Maria palideció y se ruborizó. ¿Llamó a Luciano? ¿Acaso su inconsciente se debatió entre sus sentimientos ambiguos? Observó los rasgos sombríos de Esteban. Así que a eso se debía su reserva y tensión, pensó la joven. Parecía que Esteban sospechaba que su esposa no era tan pura como lo requerían sus ideas medievales. En realidad lo que quería preguntarle era si se había acostado con Luciano.
-¡Maria!
-Mi relación con Luciano no es de tu incumbencia -lo encaró con valor-. Compraste mi futuro desechable, no mi pasado.
-¿Estas enamorada de él? -se levantó-. Te exijo una respuesta. ¡Eres mi esposa!
Pero sólo cuando te conviene lo soy, pensó Maria con rabia. Enamorada. Enamorada del amor. ¿Eso fue lo que le pasó? De todos modos no era asunto de Esteban.
-¡Mírame! No me dirijo a tu nuca. Te exijo una respuesta. Es mi derecho -le aseguró, serio.
-¿Qué te importa si estoy enamorada de él con locura? -se molestó la joven.
-¿Y acaso así esperas establecer una relación conmigo? -la furia se reflejaba en todo el cuerpo y la actitud de Esteban-. Me dije que no te juzgaría antes de haberte escuchado, pero fui un tonto al haber dudado de mi propia percepción.
Parecía un látigo a punto de estallar. Maria pisaba terrenos peligrosos. Por malicia, quiso confirmar sus sospechas, pero contuvo su malévolo impulso. Puesto que era obvio que Luciano no correspondió a sus sentimientos, ¿adquiriría ella una actitud patética? No podría vengarse de esa manera. Se dio cuenta de que el perder los estribos no la ayudó en nada.
-Por el amor de Dios, sólo estaba bromeando -se irritó-. ¿A caso esto será un drama en tres actos?
-¿Bromeando? -Esteban se puso en cuclillas frente a ella. La tomó de la mano y sus ojos azules la miraron con fijeza-. Explícame la broma -invitó.
-Broma no fue la palabra correcta -corrigió, desesperada-. No entiendes...
-Hazme entender -apretó más los dedos.
-Luciano y yo crecimos juntos. En realidad. . . es sólo un amigo.
-No creo que esa sea toda la explicación -la miró con los ojos entrecerrados-. Creo que ese hombre te atrajo -replicó Esteban con calma-. Y a no ser porque yo me aparecí. . . -le puso una mano en la nuca y la hizo reclinarse sobre los cojines con la presión de su propio cuerpo. Pero, es raro que no me haya divertido con... tu broma.
-No se suponía que fuera una broma -frustrada, trató de zafarse de él.
-La diplomacia no es uno de tus talentos -sonrió con malicia-. Trataste de ponerme celoso.. . eres transparente, Maria. Pero, ¿cómo podría tener celos de mi esposa? Me perteneces, no puedes ir a ninguna parte sin mi permiso.
-No trataba de ponerte celoso -rabió, enojada por su interpretación de su conducta-. Y no soporto que digas que te pertenezco.
-Es un hecho... ¿por qué discutir al respecto? -al verla mirar hacia la puerta, añadió-. Los sirvientes no entrarán a menos que lo ordene.
-¿Y qué tal si grito? -amenazó, tensándose para poner rígido el cuerpo y no derretirse junto al de Esteban.
-Pensarán que eres muy apasionada conmigo o que te estoy golpeando -rió-. Pero ninguna de esas dos posibilidades los hará cruzar el umbral.


Maria se percató de la forma amenazadora en que la veía. Estaba aterrada por responder a él. Todo lo que Esteban merecía, era frialdad, indiferencia y desprecio. Esteban besó sus labios con urgencia y brevedad.

-¡No! -Maria volteó la cabeza y luchó contra la aceleración de su pulso.
-Desde el principio, hubo deseo entre ambos -le acarició la mejilla-. Llegará un día en que la última palabra que desees pronunciar frente a mí sea no -declaró. Volvió a capturar su boca, sin prisa, con maestría y luego con insistencia y dulzura. Maria se derritió. No podía rechazarlo. En unos cuantos segundos se perdió en la violenta mezcla de sensaciones y emociones que la invadía. Se aferró a él al sentir cómo le acariciaba el esbelto cuerpo.
Al soltarla, Esteban tenía la respiración alterada y observó las mejillas ruborizadas de Maria y el deseo en sus ojos.
-Y es una palabra que no usas cuando más deberías usarla- Esteban sonrió con arrogancia divertida-. Pero yo no debo empezar lo que no puedo concluir. Todavía estás convaleciente. ¡Cómo desearía que no lo estuvieras!
Maria se envolvió de nuevo en la bata. Sus senos estaban hinchados por las caricias y la invadía una debilidad estremecedora en las piernas.
-¿Tienes que verme como si te hubiera atacado lo a la fuerza? -preguntó con sequedad-. Por lo menos, sé sincera contigo misma.
-Te sorprendería enterarte de lo sincera que puedo ser conmigo -susurró con amargura-. Ahora sé lo que siente una prostituta.
Después de una pausa, la desconcertó al reír, divertido. Maria trató de levantarse, pero Esteban lo evitó al retenerla por la cintura.
-Perdóname. No fue amable de mi parte reír ante tu comentario -concedió-. Pero a veces, cuando tratas de ser muy dura, eres muy graciosa. ¿Se suponía que debía molestarme? ¿Quedar impresionado?
-Supongo que no, gracias a tu experiencia con ese tipo de mujeres -rabió Maria-. Pero no tengo planes de unirme al grupo. Si fueras un hombre decente, me dejarías en paz. ¿Puedes quitarme las malditas manos de encima? -se percató de que Esteban estaba furioso.
-Qué bueno que ya estoy acostumbrado a que primero hables y después pienses. Pero te advierto que tu lengua te meterá en problemas uno de estos días.
-No podrás mantenerme callada jadeó Maria, furiosa-. No quieres una esposa. . . nunca lo deseaste. Ambos sabemos que planeas un divorcio. Puesto que has sido muy franco, yo te imitaré. No entraré en el juego, Esteban. No compartiré tu lecho sólo porque no tengas algo mejor que hacer cuando estés aquí. Nuestro matrimonio es una farsa y, si me presionas, no me amoldaré a este absurdo de ninguna forma. Te lo advierto desde ahora.
-No me amenaces -habló con voz suave y aterciopelada-. Nunca me amenaces -la observó en silencio y Maria se alarmó-. Debo confesar que olvidé las tonterías que te contó mi hermana -suspiró exasperado y la soltó.

Una y mil noches de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora