Capítulo 10
Dos días después de Navidad, fue cuando Maria saltó de la cama para ir a montar y desfalleció a los pies de Esteban. El palacio era un manicomio cuando recobró el conocimiento- Zenobia, que había llegado en avión con la ropa que Maria necesitaba, estaba arrodillada llorando. Esteban hablaba con dureza con alguien y al otro lado de la puerta se oían los murmullos de los nerviosos sirvientes.
-Quédate quieta -Esteban le puso una mano en el hombro-- No te moverás hasta que llegue el médico.
-¿De dónde vas a sacar un doctor?
-Ya había arreglado que el doctor Soames viera a Ismeni esta mañana -suspiró Esteban-. Ahora te revisará a ti también.
-Pero se supone que nos iremos hoy -discutió Maria-. Y no necesito un médico.
-¿Qué no tienes respeto por tu salud? Agradece que yo sí lo tenga -exhaló y se sentó a su lado-. Me diste un susto mortal. La repetición no me ha acostumbrado a que desfallezcas -trató de sonreír-. Pero no te preocupes. Estoy seguro de que no es nada serio.
En las horas que siguieron, caminó de arriba abajo y Maria intuyó que Esteban se imaginaba toda una serie de enfermedades incurables. Pero la chica estaba segura de que no era nada grave. De seguro, debido a las emociones de las últimas semanas, lo que sucedía era algo normal provocado por el agotamiento o algo parecido.
Cuando el doctor llegó, Esteban tuvo que salir del cuarto aunque quería quedarse. El doctor Soames era un hombre muy amable que le preguntó hacía cuánto tiempo había tenido su última menstruación. Maria meditó. . . fue cuando Esteban estuvo en Nueva York. . . pero eso fue meses atrás. No podía ser tanto tiempo. . .
-¿Qué no ha sospechado usted misma la causa, su Alteza? -carraspeó el médico-. Está embarazada -le tomó el pulso-. Yo diría que son ya diez o doce semanas y. . .
-No puedo estar embarazada. No es posible -gimió la chica.
-No hay lugar a dudas, su Alteza. Su embarazo ya está avanzado -afirmó el galeno.
Maria recordó sus mareos. . . su cintura que desaparecía. Maria pasó de su fuerte impresión a un estado de euforia y apenas si escuchó las recomendaciones del señor Soames acerca de llevar una dieta sana, de descansar y de consultar al excelente ginecólogo de Chassa. Maria no escuchó una sola palabra. Alguien había cometido un error. O lo que estuvo mal se arregló por milagro. Más no pensaba cuestionar un milagro.Un hijo. Se sentía en la estratosfera. ¡El hijo de Esteban! Imaginaba lo que provocaría esa noticia en Esteban. Estaría atónito al saber que sería padre. Maria se moría de ganas de decírselo para ver su reacción.
El doctor abandonó toda esperanza de que su paciente pronunciara una frase con coherencia e hizo llamar a Esteban. Le sonrió.
-Nada de qué preocuparse. Es lo más natural del mundo y ella goza de perfecta salud. Su esposa espera un bebé.
Maria escuchó el anuncio y quiso matar al médico por su falta de consideración. Como Esteban le daba la espalda, no pudo ver su reacción, pero le tomó treinta segundos salir de su inmovilidad. Esteban sacó al doctor de la habitación y Maria esperó con impaciencia a que volviera a su lado.Esteban cerró la puerta con torpeza y se dirigió a la ventana. Entonces dio un puñetazo contra el marco de madera de la ventana. Algo crujió. Maria quedó pasmada.
-¿Cuándo ibas a decírmelo? -la encaró, lívido. La miró con asco-. ¿Cómo me puedes ver a los ojos? ¿Qué no tienes vergüenza?
-¿Vergüenza?
-¿Crees que soy tan estúpido para creer que es mío? ¿O crees que estaría tan desesperado por creerlo que me imaginaría que lo imposible se hizo realidad? Si es así, te doy la razón por dudar de mi inteligencia. Aunque nunca me has contado toda la verdad sobre él, te creí cuando me dijiste que no te había tocado y ahora... el que me presentes. . . la prueba de tu. . . -no pudo continuar y luchó por controlarse.
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Una y mil noches de amor
RomantizmUna y mil noches de amor La lealtad que sentía hacía su familia y la seguridad de que su amor por Luciano nunca sería correspondido, obligaron a Maria a aceptar la propuesta de matrimonio del príncipe Esteban. No esperaba ser feliz, así que en vez d...