6

6.6K 414 62
                                    


Maxine

Capri me había besado.

¡Capri me había besado!

Mi mente aún luchaba por procesar esta información. Me era casi imposible creer que aquello en realidad había pasado. Era irreal, había sido como un sueño. ¿No había sido una ilusión de mi vulnerable mente?

Luego de que Capri había entrado en su casa aquella madrugada, cerrando la puerta tras de sí como si nada hubiera pasado, yo me había quedado en el umbral de la puerta en completo estado de shock. Estaba pasmada, y era incapaz de moverme de mi lugar. Había llevado mi mano hasta mi rostro, y tocado mis labios con mis dedos, luchando con todas mis fuerzas por digerir lo que estaba pasando. No fue hasta que Trenton me tocó la bocina del auto con insistencia que reaccioné; parpadeé varias veces para salir de mi estupor. Me di la vuelta aún sorprendida, y caminé rápidamente hacia el auto, subiéndome esta vez en el asiento del copiloto.

— ¿Por qué te quedaste así parada tanto rato? ¿Sucedió algo con Capri? — preguntó. Sus ojos miel buscaron respuesta en mi mirada.

Podía sentir el rubor en mis mejillas, ardiendo con intensidad.

— ¿Tú no...?

¿Él realmente no vio lo que había pasado? Giré mi cabeza hacia la entrada de la casa, y me di cuenta que, desde allí, y con la poca iluminación, era casi imposible divisar lo que estaba sucediendo en el porche de entrada, sin mencionar que el auto tenía los vidrios polarizados. Dudé, pensando en si decírselo o no, por su expresión, parecía sincero al aceptar que no había visto nada. Agradecí en silencio por aquello; no tenía manera de explicarle a un completo extraño el porqué mi amiga me había besado sin previo aviso. Tampoco debía decírselo.

— ¿Yo no...? — inquirió, esperando que finalizada la frase.

— Olvídalo. No fue nada, hablamos un poco antes de irme. — respondí.

Él entrecerró los ojos. Me miró de manera dudosa, pero luego de unos instantes, se rindió y lo dio por sentado.

— Hmmm... bien, como sea. Entonces, ¿seguimos la ruta hacia la mansión Lerebours, señorita pelirroja? — preguntó, con una jocosa voz de guía turístico. Le di una sonrisa de lado, y asentí.

Trenton condujo para llevarme a casa. Le pedí que me dejara una esquina antes del museo, para evitar cualquier sospecha o posible peligro. Al bajarme del auto, le agradecí por haberme ayudado, tanto en la fiesta como al llevarme a casa. Me coloqué la capucha del abrigo nuevamente, y eche a andar con las manos metidas en los bolsillos, en dirección al camino que me llevaría nuevamente a mi pieza, a la par que pensaba en todo lo que había ocurrido aquel día.

Y cuando logre meterme a mi casa, quitarme la ropa y acurrucarme en las sábanas de mi cama, pensé en las cosas que había hecho hoy, a las cuales nunca me había atrevido antes. Eran muchas, pequeñas y grandes, que jamás había pensando que podría llegar a hacer. Había encarado a mi papá, expresando lo que sentía sin miedo a su respuesta, a pesar de que aquello no había ido muy bien; había huido de la cena sin pensar en las consecuencias que eso me traería, me había escapado de casa y había ido a una fiesta, había conocido un nuevo amigo, y lo mejor de todo, me había besado con una chica. No, más bien, una chica me había besado a mí, por voluntad, y me había gustado.

Claro que me había gustado, ¿cómo no podía hacerlo si había venido de ella? Había soñado día y noche con sus ojos, imaginando su toque, deseando tenerla tan cerca de mí como fuera posible. No podía mentir, claro que había fantaseado con besarla, y muy en el fondo, tenía la esperanza de que algún día aquello pudiera pasar. De alguna forma parecía como si mis plegarias habían sido escuchadas. Ella me había besado a mí; me había dicho que era hermosa. Capri también había deseado besarme, y nada podía hacerme más feliz que aquello.

Deseos prohibidos [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora