•1, PARTE II•

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•1, PARTE II•




DANIELLE.

Dylan era un grano en el culo, literalmente.

Pero fui a su casillero porque no soportaba quedarme con la duda de lo que quisiese hablar conmigo. Sabía que estaría allí, ya que debía recoger su mochila para ir a ver el entrenamiento de fútbol de James. Era un idiota si pensaba que me sabía su horario extraescolar, porque no me lo sabía. Pero sus padres malgastaban el puto dinero en clases de francés cuando su madre podía enseñarle sin ningún problema, en entrenamientos de baloncesto porque tuviese una obsesión con ese deporte, y estaba omitiendo sus jodidas clases de piano.

-Habla antes de que mi paciencia coja el mal camino y te mande a la mierda—dije sin entretenerme, miré alrededor, rogaba porque nadie nos fuese a ver—Venga, si nos ven hablando pensarán que somos amigos, y ni de coña te vas a cargar mi sitio en la pirámide.

-Aquí no.

Me cogió de la muñeca y me llevó a un aula que hasta ese momento no conocía, y cerró la puerta con una lentitud monstruosa que odié. Asumí que era alguna de las pequeñas salas en las que los limpiadores guardaban los productos de limpieza que utilizaban, porque olía a lejía.

-Venga. Escupe.

-Necesito tu ayuda.

Estaba de broma, ¿verdad? ¿Lo habían drogado o algo? ¿Parecía drogado? No tenía ni idea, porque sus ojos seguían igual de mieles que siempre, sus facciones seguían igual de desconcertadas como cada vez que le decían algo que no se esperaba, y no parecía estar teniendo uno de aquellos malos viajes que uno sentía cada vez que te drogaban. Y lo sabía porque todos habíamos sentido esos malos viajes, también habíamos tenido los buenos, en los que los problemas habían acallado completamente, aunque sus consecuencias solían crearnos muchos más con los que lidiar.

-Francamente cariño, me importa un comino que la necesites. No voy a dártela.

-Cállate Dani. Te estoy hablando en serio—dijo con expresión seria—¿Recuerdas a Kayla?

-No.

¿Era alguno de sus ligues? Porque si era alguno, me valía mierda. Todas eran igual. Poseían cuerpos perfectos, y nula inteligencia. Todas las que habían estado con él lo habían apreciado por su dinero, porque podía permitirse de todo. Supongo que el dinero te daba ventajas en todos los aspectos de la vida. Ya conocía que el amor se podía comprar con dinero.

-¿En serio no la recuerdas? ¿Kayla Dagger?

Y ahí fue cuando me acordé de ella. Porque joder, ¿cómo no iba a acordarme de ella? Jamás lo admitiría, pero no me gustaba recordar el pasado, y como en todo lo demás que no me gustaba, tenía mis razones para que me produjesen aquel sentimiento.

¿Hoy todos querían que recordara cosas que me había costado superar? Me refiero a que, nunca había dejado a los demás ver mis estúpidas debilidades, y aquellos recordatorios sólo hacían que mis expresiones adquirieran desconcierto y mi piel se tornase pálida del pánico.


-Fue tan fácil deshacerme de tus estúpidos amigos, es bastante fácil crear rivalidad—su tono daba miedo, parecía que llevase toda la vida planeando aquello.

Quería encararla, yo sabía todos sus secretos. El error que las dos habíamos cometido era el haber compartido secretos con personas que no tendrían ningún problema en sacarlos a la luz.

-No le contarás nada a nadie, las dos sabemos quien sería la que saldría perdiendo.


Tú lo sabías.

La Sociedad de la ÉliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora