Capítulo 5: Despierta

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Sabemos lo que somos, pero no en lo que podemos convertirnos

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Sabemos lo que somos, pero no en lo que podemos convertirnos.

-William Shakespeare.

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Tomé una gran bocanada de aire a la vez que reposaba mi cabeza sobre el borde de la bañera, había pasado más de una hora bajo el agua y mi antes pálida piel, había adquirido una tonalidad morada debido al frío. Sentía mi cuerpo crispado y tenso después de mi reciente intromisión en la casa de los Blake, y es que aquella había sido la situación más surrealista de mi vida.

Percibía algo contradictorio respecto a ellos. A simple vista podías distinguir como sus facciones parecían haber sido esculpidas con esmero y cuidado, como auténticos ángeles, cada cual con rasgos más impresionantes. Sin embargo, sus personalidades no se ajustaban a aquella apariencia, todo lo contrario, había algo chocante en ello. Las reacciones de todos ellos habían sido totalmente anormales, hasta tal punto de parecer una jodida cámara oculta. Assh había sonado arrogante y seductor desde el minuto uno sin conocerme de absolutamente nada, Amon parecía una bomba de relojería a punto de explotar, arrasando con todo a su paso -yo incluida- sin razón alguna, y Belph.... Bueno, creo que el entendía mucho menos que yo lo que ocurría allí.

Ella es peligrosa, no debéis llevarla al límite —. La frase pronunciada por Amon unas horas atrás vino a mí de nuevo, cerré mis ojos con el objetivo de intentar ignorar mis propios pensamientos. Sin embargo, ya había anochecido, por lo que la oscuridad se había apropiado de la casa hacía algunas horas, y con ello el silencio lo invadía todo, provocando que los monstruos llegaran para visitarme. Hacía ya mucho que me había acostumbrado a su presencia, había dejado de esconderme de ellos para abrirles la puerta de par en par, acogiéndolos, como viejos amigos.

Al fin y al cabo, no tenía escapatoria alguna, siempre me encontraban, no importaba el lugar o la compañía, una vez caía la noche, estaba perdida. Por lo que ahora solo me limitaba a cerrar los ojos con todas mis fuerzas intentando apagar las voces, los gritos, los recuerdos. Estos calaban en mis huesos, rodeándome, apretándome tan fuerte que dolía, haciendo que la posibilidad de respirar fuera un trabajo prácticamente imposible.

En aquel momento se encontraban allí, junto mí, por todas partes, gritando, martilleando en mi cabeza.

Aquella noche debería de haber sido igual, pero por alguna extraña razón, algo rompió el patrón. De forma inesperada sentí como mi cuerpo se comenzaba a relajar lentamente, a la vez que mis parpados se hacían pesados, y mis brazos se sumergían dentro de la bañera vencidos por su propio peso. De pronto, todos mis pensamientos habían quedado relegados a un segundo plano, el volumen había sido reducido. Todo seguía allí, pero ahora era más fácil de manejar y aquello me hacía sentir en paz, por primera vez en mucho tiempo.

Un sonido proveniente de mi dormitorio rompió el hechizo, por lo que me vi obligada a abrir mis ojos lentamente, intentando aminorar la potencia de la blanquecina luz del cuarto de baño, a la vez que enrollaba una toalla sobre mi cuerpo.

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