Recuerdos borrosos

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Dos años atrás, Abril 2018.

Siento como lagrimas bajan corriendo por mi mejilla como si de una carrera se tratara, bajan una tras otra mientas mi nariz entra a la competencia y comienzo a moquear. Estoy sentada en un auditorio de mi colegio, llamaron a nuestros padres ya que como alumnos de primer semestre quieren saber como nos vamos acoplando.

—Ya vámonos— dice mi padre a mi madre la cual me voltea ver y yo niego.

No quiero irme, sé que después de esto me van a regañar fuerte, por lo menos esta es una salida.

Volteo al sentir como tocan mi hombro, una compañera me da un pedazo de papel, le agradezco y comienzo a sonarme la nariz.

—¿Ve? Esto no debería de causarles los profesores a los alumnos— dice el padre de algún compañero mientras me señala, yo sólo bajo mi cabeza por la vergüenza que le estoy causando a mis padres.

—Si quieren ya vámonos—susurro a mi madre quien asiente y se levanta.

Salimos y en todo el camino al auto voy pensando en el regaño que me espera, no por llorar, sino porque según la lista de alumnos del taller de lectura y redacción voy reprobando.

—Mira, hoy están vendiendo— dice mi madre señalando una cocina económica cerca de mi casa.

—¿Quieres pasar?— pregunta mi padre a lo que mi madre asiente.

Ya sentada entro del local sigo metida en mi mente, no sé lo que me espera pero me relaja el hecho de que mis padres están bastante calmado. Mientras estamos sentados trato de casi no usar el celular, algo que sé de ellos es que si están enojados conmigo y me ven usarlo lo más seguro es que el enojo exagere. Le mando mensajes a ella esperando consuelo de su parte, ya le había platicado sobre mi problemática con mi profesor de química, no quiero reprobar pero su forma de ser no me permite sacar buena nota, nos tiene a todo el grupo aterrorizado.

En toda la cena ni hablar quise, ni un sonido hacer. Al llegar a mi casa espero lo que estuve temiendo pero sorpresivamente nada sale de ellos, pareciera que ni vieron algo que les molestara. Me despido y prosigo a acostarme cuando ella persiste en querer llamarme, con tal de que no se moleste acepto.

Dan las tres de la mañana y seguimos hablando, o más bien yo, ella jamás quiere hacerlo. Escucho como la puerta de. Cuarto de mis padres se abre y asustada oculto mi cabeza detrás de mi almohada, idiota.

—¿Julieta?— escucho una voz masculina, mi padre. Mi corazón se para junto con mi respiración, me mantengo estática hasta que se regresa y cierra su puerta ¡MIERDA! Había dejado la puerta abierta.

—Oye, ya mejor me voy, tengo miedo de que vuelva salir.

—No inventes Julieta, quédate, es temprano.

—¡Te estoy diciendo que no!

—Ash, entonces no— cuelga, no puedo creer que después de las tantas veces que le he explicado lo complicados que son mis padres no entiendo.

Despierto y después de un rato recostada pensando me levanto, bajo las escaleras y me encuentro con mis padres y mi hermano el cual sube después de un tiempo.

—Tenemos que hablar de algo.—dice mi padre, lo sabía. Me siento y sigue— yo entiendo que es difícil, no querías ese colegio pero tienes que hacer las cosas, sí, con el profesor de química ya sabemos la situación pero ¿la otra materia? ¿te falta material? ¿no compras lo libros? ¿no entras a clase?

—Sí, he comprado todos los libros—todos menos el último—y también, entro a clase— menos a las últimas, sin material no entras— en verdad no sé porque razón aparece.

—Bueno... otra cosa de la que también quiero hablarte ¿tú quieres verme la cara de pendejo? Ayer en la noche que te hable, estabas hablando, estabas despierta y te hiciste la idiota—me quedé paralizada, no sabía que decir y él lo notó en mi mirada.— estás castigada, no vas a usar el celular aquí en la casa, en la escuela obviamente por seguridad pero aquí nada, ni la computadora a menos que sea para el colegio, para la tarea.—seguí callada, no tenía ni idea de que decir—¿algo más que quieras decirnos?

No estaba segura si era el momento, pero mi hermana ya sabía de ella.

—Tengo novia.

Mi madre me miró sorprendida al igual que mi padre, ella no dijo nada pero él no se tardó.

Mi mente trata de recordar cada diálogo, no logro recordar cada palabra que en esos días retumbaba en ella. Mis ojos se humedecen y me abrazo, mis ojos no parecen terminar, siguen cayendo gotas y gotas por mis mejilla que puedo saborear la sal en mis labiosa cada vez que los lamo.

Me sorprendía que la reacción que tuvo no fue culpa de que fuera mujer mi pareja, pero entendible el porque de su enojo, le había comprobado era lo suficientemente inteligente como para no hablar con desconocidos por internet.

No logro entender como en esos momentos la noticia de tener novia llegó al punto en el que mi padre me llamó ingrata, una hija ingrata era lo que era, alguien que no merecía su confianza. Con su semblante serio me dió la libertad de irme de la casa, con las manos vacías, todo de ellos, nada mío. Todo lo que en algún momento se había vuelto mi propiedad rápidamente borró de él mi alma y no sólo de objetos, me borraría de ellos, todos los recuerdos, las fotos, besos y abrazos desaparecerían de ellos, yo nunca existí.

No entiendo como pude ser tan estúpida y decirle cada detalle de todo lo sucedido a ella ¿estaba castigada no? Ni importancia le di.

—Julieta ¿Puedes subir?— veo a mi padre frente a las escales viéndome.

Subo y veo a mi madre con mi computadora, en la que según iba a buscar videos para hacer yoga, en Facebook, para ser más específica, en los mensajes. —¿Que te quiero correr de la casa? Pues vete, la puerta está muy ancha ¿No te dije que no podías usarla para cosas personales? — me quedé helada, vi como abrió camino hacia las escaleras y regresó con un martillo—¿Quieres que lo rompa? Fue en lo que quedamos y tú ni caso hiciste.—Seca, sin movimiento, ni reaccionaba, sólo visualizaba. Levantado el martillo mi madre lo detuvo.

Jamás me había sentido de esta forma, sentía como cada grito de mi padre provocaba que me hiciera pequeña, minúscula, a punto de desaparecer. Temblaba y mi cuerpo se movía levemente como si mis piernas no tuvieran la fuerza suficiente para sostenerme.

—O terminas con esta muchacha o la amistad que tenemos tú y yo se acaba, que yo no tengo ningún problema, por mi mejor que una hija mentirosa.

ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora