Sesión número 11

1.6K 156 230
                                    

—¡Mira por dónde vas, mocosa!

¡Pero si había sido el idiota quien chocó conmigo!

Resoplé, en momentos así extrañaba mi tranquilo Valle Almenara. No importaba la hora que fuera, uno podía transitar por sus calles y disfrutar de una agradable caminata, sin temor de ser arrollado por alguien. Todo lo contrario a la concurrida Besana.

Las calles estaban abarrotadas de personas y por mucho que me esforzara, siempre terminaba chocando con alguien o alguien terminaba chocando conmigo. Y, lo peor del asunto, debía disculparme yo en ambos casos.

Respiré un par de veces para calmar mi molestia y continué mi camino, un amargado como ese no iba a arruinar mi día, mucho menos uno tan bueno como ese.

Por primera vez en mucho tiempo, había despertado temprano y sin problemas. Gracias a eso, había tomado un baño delicioso, muy diferente a las duchas rápidas y frías que solía darme en las mañanas por la falta de tiempo. Había secado mi cabello con toda la calma del mundo, logrando que quedara alisado y sedoso, lo que se podía calificar como milagro porque el frizz no me dejaba ni a sol ni a sombra, y hasta había podido cocinarme un delicioso desayuno que había disfrutado, junto a mi respectiva taza de café con leche. ¡Simplemente, celestial!

Y la buena suerte me había seguido a la universidad: las clases no habían sido pesadas y los profesores habían estado de tan buen humor, que no nos habían dejado trabajos ni tareas. ¡Hasta nos habían dejado salir más temprano! Por eso, ahora estaba caminando con total tranquilidad, rumbo al restaurante para tener mi sesión con Victor.

Y ahora que lo pensaba, tropezaba menos cuando me tocaba correr por la ciudad, que cuando iba caminando tranquila. Quizás la adrenalina que circulaba por mis venas en momentos como esos me mantenía alerta y podía reaccionar mejor, o quizás mi despiste era mayor en mi estado basal. Sí, eso era lo más probable.

Mi bolso comenzó a vibrar de repente, haciéndome dar un respingo. Lo pasé al frente y comencé a remover con desespero el interior, pero no lograba dar con él... ¡Me urgía organizar el abismo que había allí adentro! Levanté mi mirada y vi un banquillo cercano donde me senté para buscar mejor; por fin logré dar con él. Al revisarlo, sonreí al leer "Idiota sexy" en la pantalla.

—Hola, lobito.

Que me digas lobito significa que me has extrañado, gatita. Eso es bueno para mis fines.

—Unos fines poco inocentes.

¡Vamos! ¡Ten un poco de fe en mí! Creo que he demostrado ser un hombre honorable.

Sí, un hombre honorablemente caliente y sexy, que le gusta verme arder de la pena. Claro, no pensaba decirle eso.

—Bien, bien. Digamos que sí lo eres —dije, riendo—. ¿Y? ¿A qué debo el honor de tu llamada? No me vayas a decir que voy tarde porque ni siquiera son las doce y media.

No, cariño. No es eso... —dijo, haciendo una pausa larga que no me gustó—. El asunto es que fui a comer temprano al restaurante porque debo resolver un asunto de última hora.

—Ya... ¿Entonces dejamos la sesión para la tarde?

Estaba pensando más bien... que te acerques al sitio al cual voy para poder tener nuestra sesión allí, porque no creo que podamos vernos en la tarde. Tengo demasiadas cosas pendientes y seguro saldré tarde de la empresa.

¡Ah, vamos! ¡Eso debía ser culpa de su estúpido jefe! Incluso ya me lo estaba comenzando a imaginar como un viejo panzón que le gustaba rascarse la panza tras su escritorio, mientras el pobre Victor andaba resolviendo sus jodidos problemas.

21 preguntas para enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora