5

268 25 0
                                    


Hagamos un pastel.

Como todas las mañanas, fue ella la primera en despertarse. No significaba que su madre no estuviese despierta, claro que lo estaba, con detenimiento recuerda las mañanas frías o soleadas, ella no distingue cual, solo a su madre postrada a su cama a buena mañana leyendo un libro. Incontables horas viendo a su progenitora, rubia y hermosa; con un libro en mano.
Incontables horas viendo a su madre; suspirando, queriendo ser ella la de esas historias.

El pecho siempre le duele al recordar el tácito y retraído temperamento de su madre. Nunca se exaspero, ninguna mano levantada o sentimiento de cólera se resguardaron en aquella manceba mujer.

-Comételo todo... -espeto su padre, echando las tiras de tocino a su plato -el desayuno es la comida más importante del día... Vamos, Hyun, dile que se lo coma.

En pasos suaves, en su connatural andar taciturno, su madre apareció en la estancia. Aún recuerda la sonrisa falaz cuando se acercó aquel hombre de metro ochenta enfundado en un traje negro, encorvado por todas aquellas pilas de informes de trabajo.
Su padre era todo un burócrata. Un hombre serio e imparcial a simple vista, lo cierto era que, su padre era un hombre sensible con un temperamento afable que parecía vivir soñando.
Siempre le había tenido un grado de envidia. Su padre siempre habia sido tan fácil de complacer.
-Cariño... -soltó su madre. Los labios se le dispararon en una pequeña curva. -Hazle caso a tu padre... cómelo todo.
-Ser la hermana mayor es un trabajo muy importante. -su padre vocifero con un alegre tono. Las manos de aquel hombre salieron disparadas hacia el abultado vientre de la mujer que había tomado asiento a la mesa.
La sonrisa falaz, sin tocarle los ojos siquiera, es lo que más le sigue atormentando cuando, con detenimiento, lo recuerda algunas noches.
-Hoy será un maravilloso día.
Su padre sonrió acomodando un jarrón de girasoles en la barra de alfeizar, cerca de la ventana de la cocina, la que daba a la calle de aquel típico vecindario suburbano.
-Has comprado flores... En tu propio cumpleaños. -vocifero la mujer con un deje de sorpresa.
Arropo a su padre con la chaqueta negra.
-¿Qué tienen planeado hacer hoy?
La dulce mirada ónice pasó de la presencia del padre a la madre.
-Tenemos planes... algunas cosas que haremos juntas.
-Eso suena muy bien. -Él beso sus labios, sonriendo volvió a la mesa, donde dejo un casto beso en la inmaculada frente de la niña.
Después de aquello su padre salió por la puerta.

Vio a su madre asomarse por la misma ventana de la cocina, donde las flores reposaban, rebosantes de color. La pequeña niña, con los pies en el aire, por lo grande de su lugar en la mesa, miro a la mujer a unos metros de ella. La maraña de cabello rubio y lacio cayéndole por toda la escuálida espalda, que, enfundada en una bonita bata de seda blanca, no hacía más que acentuar sus altivos de mujer.
Su madre era muy bonita, aún recuerda pasar incontables horas observándole, dando vueltas por toda la casa en sus suaves imperceptibles pasos, mirándole cuando se echaba el pelo por detrás de la espalda, cuando se escudriñaba con poco interés los atuendos que vestía, mientras ella -dando de saltitos en las sillas acojinadas, donde se subía para observarla mejor, le hacía cumplidos a la taciturna presencia de su madre. Aquella manceba y sosegada mujer que le había dado la vida.
A pesar del escozor y la desconfianza que le enfundaba, era una presencia que respetaba y veneraba. Con el pasar de los años, se daba cuenta que el amor de su madre era el sentimiento tan atípico que añoraba.
-Byeuri, termina tu desayuno. -su madre murmuro apenas perceptible. Sin lugar a dudas había dejado toda aquella parsimoniosa compostura nada más su padre haber salido por esa puerta.

Ahora su tono era el de una mujer cansada. Como si la mera presencia de ella le produjera un inmenso cansancio y lo cierto es que así era.
Con tan solo cuatro años, Shin Byeuri ya sabía que su madre no tenía idea de qué hacer con ella.

Love You Like CrazyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora