Capítulo 2.

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Una vez que salió del trabajo, tomó el autobús de las ocho para dirigirse al departamento. Estaba exhausto. Una vez que entró, saludó a Augusto.

—Hola.

—Hola. ¿Trajiste las leches?

—¡Mierda, no! —Hizo una mueca—. Las olvidé.

—Como sabía que algo así pasaría, le pedí a la vecina de enfrente —le sonrió mientras se servía cereal en un plato, pero Axel estaba tan agotado tanto física como mentalmente para hacer un gesto de empatía.

—Como sea, iré a dormir —murmuró.

—Buenas noches.

Cuando se acostó en su cama, se sus pensamientos volvieron a la invitación de la mañana. No entendía el motivo por el cual lo invitaron, sabía que era venganza, ¿pero por qué? Claro que él los alejó de su círculo de amigos, pero lo que le hicieron fue peor. Además se suponía que tenían que ser muy felices si iban a casarse, ¿qué ganaban con molestar a alguien más? Lo más fácil hubiera sido romper esa hoja y no pensar en ello, pero de seguro también invitaron a los demás amigos de la universidad, no quería parecer dolido o afectado frente a los muchachos.

El joven suspiró, se dio la vuelta y se tapó la cara con la almohada.

—Agggh, ¿por qué me ahogo en un vaso de agua? De seguro sí iré a la boda... Pero no puedo ir solo. —Se preguntaba y respondía él mismo en voz alta—. Ya sé, invitaré a una chica para que finja ser mi novia... O puede volverse mi novia en realidad... Así no pareceré un fracasado... ¡Axel, qué grandiosa idea!

Lo gracioso fue que lo pensó sin sarcasmo.


***


Al día siguiente, Axel se levantó más cansado que de costumbre, ya que por andar pensando en su plan para encontrar novia, no pudo dormir bien. Hizo la misma rutina de siempre: ducharse, cepillar sus dientes, desayunar. Tomó su maletín y tomó el mismo autobús con la misma ruta de siempre. Una vez que bajó, se dirigía al edificio de su empresa cuando notó que Elizabeth estaba terminando de colocar su auto en el estacionamiento de allí.

«Esta chamaca se siente la mejor, pero de seguro que ese auto se lo compró su papi» pensó con algo de envidia.

La chica se quitó los lentes de sol y lo saludó.

—Buenos días.

—Buenos días —respondió sin ánimo.

La chica tomó su bolso, se bajó del carro, se arregló con rapidez el moño que tenía amarrado en su coleta alta, y se puso al lado de él para caminar juntos hacia Contazaf, una empresa de contaduría privada, donde en su área se encargaban de las cuestiones administrativas.

—No luces muy bien, te ves algo pálido —comentó ella de repente.

«Oh, sí, perdóneme, señorita encantadora, pero no todos tenemos la dicha de ser tan perfectos en todo lo que hacemos» pensó sarcástico pero se mordió la lengua para no decir nada.

—Coméntale a la jefa que te dé permiso para ir al médico. Si gustas le puedo decir por ti...

«Ja, y quedarte con todo el crédito del trabajo y yo como el flojo que no quiere hacer nada... No, gracias».

—Estoy bien, estoy un poco cansado, eso es todo.

—Ah, está bien, solo no quiero que te sientas mal. —Lo miró con preocupación.

Axel: La vida fracasada de un Godínez © |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora