Capítulo 3.

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La pesadilla de Axel se cumplió al siguiente día, cuando al llegar al trabajo, notó que una chica se acercaba a él con una bolsa de plástico llena de cosas.

—¡Axel! —Chilló mientras corría hacia él.

—Hola, Martina —suspiró con fastidio.

—Hola, Axel, mira, te traje algo para que comas. —Le extendió la bolsa.

El joven la tomó y pudo ver que dentro tenía un emparedado de jamón con queso y una botella de jugo. La única razón por la que agarró esa bolsa llena de comida fue porque la última vez que la chica tuvo ese «lindo gesto» con él y no lo aceptó, hizo una escenita, reclamando que era un malagradecido, que se esforzó mucho para llevarle comida y él le pagaba con ingratitud; no quería escuchar otro de sus berrinches, menos enfrente de su trabajo.

—Gracias, Martina, en verdad.

—Mi primo me dijo que me querías invitar a una boda, ¡qué emoción! Nunca he ido a bodas que no sean de mis familiares cercanos, así que la idea me encantó demasiado; además, le platiqué a mi mamá, le pareció bien la idea aunque no estaba muy convencida, al parecer no eres de su total confianza, pero no importa, te la vas ganando poco a poco; además le comenté que tal vez es una señal eso de ir a una boda juntos, a lo mejor el universo nos está diciendo que en un futuro también tendremos nuestra boda...

—Sí, pero con otras personas —murmuró él. La chica no lo escuchó y hubiera seguido hablando de no ser porque la interrumpió—. Sí, hablando de eso, tal vez no vaya.

—¿Por qué no? —Preguntó con decepción, mirándolo con esos enormes ojos color claro que lo ponían de nervios.

—Porque en realidad esas personas no son mis amigos. Le comenté a Augusto que a lo mejor iba, pero nada seguro.

—Oh...

—No te preocupes, si me animo a ir te aviso, ¿va?

La chica se puso más contenta; le brillaron los ojos y sonrió con dulzura. La chica no era nada fea, al contrario, su rostro era bonito, tenía un cabello ondulado, castaño claro, y su apariencia era muy tierna. Sin embargo, era acosadora y posesiva, actitudes que le ponían a Axel los nervios de punta.

—Okey. Y si vamos, podría...

—Martina, Martina, Martina... Yo te aviso. Por favor, no me mandes mensajes.

—Pero yo...

—La última vez me mandaste mensajes a las tres de la mañana, por favor, en serio que yo te aviso, ¿sí?

—Oh, claro que sí, mi bombón de chocolate, digo, Axel querido. Perdón.

Después de despedirse de Martina, el joven se dirigió a su lugar de trabajo, pero en seguida recordó que debía ir con Elizabeth. Antes de alejarse, la voz de Federico lo detuvo.

—Axel, hola...

—Hola, chicos.

—Ahora que estás con la señorita perfección, ya sientes que no eres digno de hablarnos. —Se burló.

—No es eso, tengo muchas cosas en la cabeza. ¿Qué hicieron ayer?

—Me dediqué a arreglar unas cosas de la Iglesia —comentó Amanda, sentándose en su escritorio y prendiendo su máquina.

—Yo salí con Tina. Gasté mucho, la llevé a una tienda para que se comprara ropa y un celular nuevo.

—Ah, mira. Pero me imagino que te lo recompensó, ¿no? —Alzó una ceja.

—Sí, la llevé a un motel, me dio el mejor oral que he tenido.

—Iuuuuuu —chilló Amanda—, cállate, por favor.

Axel: La vida fracasada de un Godínez © |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora