El abismo

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[...]


Cargo nuevamente el arma; miro hacia atrás por un segundo a la par de que continúo corriendo. La lluvia comienza a arreciar, mientras un escalofrío me recorre la espalda. Una mirada profunda se posa en mí, y corro con mayor intención.

Doy algunos pasos más, y mi camino se ve iluminado por la breve luz de un rayo.

Sangre.

La realidad en la que me encuentro me golpea de forma impactante al ver los árboles a mi alrededor machados en sangre fresca. Entre éxtasis me detengo con los sentidos a flor de piel, mientras escucho como el corazón me golpea el pecho. La lluvia se torna en algo espeso y frío, contrarrestando mis sentidos, y como si fueran navajas, el aire se cuela entre mis ropas, calándome hasta los huesos.

Avanzo a paso lento mientras un susurro llena mi mente: "No deberías estar aquí". Giro sobre mi propio eje, buscando al emisor sin éxito alguno. Algo se mueve tras de mí; las pisadas son claras; casi puedo oírle respirar.

Me armo de valor, y sostengo el rifle con más fuerza que antes.

Giro de manera abrupta, apuntando con el arma hacia la densa obscuridad.

Nada.

Respiro profundamente mientras mi vista intenta abrirse paso entre la penumbra. Intento no moverme, mientras, nuevamente escucho a esos pequeños pasos acercarse. Otro rayo cae, sobresaltándome.

Doy la vuelta sobre mis talones lentamente, y caigo al suelo. La criatura se abalanza sobre mí, intentando llegar a mi rostro. La lluvia se convierte poco a poco en nieve, y los rayos cada vez son más frecuentes. Noto el alargado hocico y los pequeños dientes de mi agresor.

Me araña la cara un par de veces, antes de que logre quitármelo de encima. A tientas me levanto del suelo; tomo el arma. Disparo.

La bestia se acerca nuevamente gruñendo. Puedo oír sus pisadas en la hierba. Intento verlo, pero sólo lo logro hasta que otro relámpago cae a escasos metros, sirviéndome de ayuda.

El pequeño zorro me mira con una mezcla de odio y terror. Su blanco pelaje también está cubierto de sangre; pero no es de él; no le he dado.

Sus orejas se levantan, y sin quitarme un ojo de encima, escucha con atención. Baja la guardia, y sale corriendo a esconderse, despavorido.

Algo se acerca.

El viento se torna helado, y una macabra risa resuena a mi alrededor. La nieve comienza a caer con más fuerza. Me echo a correr.

Me detengo antes de caer al vacío. Respiro, ahogando un grito, y la voz de mis pesadillas comienza a susurrar incoherencias. En mi desesperación le busco con la vista. El centro del pozo es el único lugar donde el follaje de los árboles no es tan denso.

Me alarmo cuando aquella figura entra al claro y avanza hacia mí.

El miedo me paraliza, y lo único que puedo hacer es retroceder hacia la orilla del abismo.

Mis piernas flaquean y mi corazón se acelera al tenerlo tan cerca.

Me mira a los ojos y lo único que agrega es:

—Te lo dije...

La obscuridad me abraza en el momento en el que caigo al vacío.

Una voz me dice algo que no alcanzo a entender.




Me pierdo completamente.



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