[...]
Levanto mis rodillas del piso, mientras me apoyo en el reclinatorio; levanto la mirada hacia el crucifijo, que se encuentra en la parte más alta del muro del altar; mientras continúo con mi oración.
— Páter noster qui es in caelis: sanctificetur Nomen Tuum; adveniat Regnum Tuum; fiat voluntas Tua, sicut in caelo et in terra. Panem nostrumquotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimusdebitoribus nostris; et ne nos indúcas in tentationem; sed libera nos a Malo. Amen.
La capilla comienza a vaciarse lentamente; dejándonos a mí, al abad, y un par de monjas; disfrutar de la paz y confortabilidad que nos brinda el ambiente. Puedo oír como susurran plegarias inteligibles a ojos cerrados.
— Gloria Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto. Sicut erat in princípio, et nunc et semperet in saecula saeculórum. Amen— Termino mis rezos correspondientes a esa noche; me santiguo y luego me persigno en voz baja.
Me dispongo a salir por uno de los pasillos laterales que conducen a la sacristía de la capilla; para después tomar camino hacia la casona del convento. Avanzo a pasos largos, mientras me levanto un poco la túnica para poder caminar mejor.
Puedo escuchar a escasos metros tras de mí, como alguien se levanta de una de las bancas, y comienza a acercarse a paso acelerado.
Entro a la sacristía, con la cabeza baja en señal de respeto; y segundos después alguien entra tras de mí. Salgo, hacia el pequeño patio que hay en el centro de toda la construcción.
No me hubiese sorprendido que fuese la madre superiora para pedirme algún favor. Pero no es ella:
— ¡Bertrand! — Me llaman por mi apellido en voz baja, me asusta haciéndome saltar en mi lugar. Si no hubiésemos estado en ese lugar, mi reacción hubiera sido diferente.
—Ha olvidado su crucifijo en el confesionario— El abad extiende el colguije hacia mí, con una sonrisa.
Puedo ver sus amarillentos y manchados dientes, gracias a la luz de luna que entra por las ventanas.
—Oh, gracias, Monseñor— Digo mientras tiro levemente del crucifijo, su perversa expresión, combinada con su amarillenta sonrisa me revuelven el estómago.
Dios, por favor, no.
Intento dar la vuelta y avanzar hacia mi habitación, pero, su voz me detiene:
—Creo que debería bajarle un poco el dobladillo a su hábito, Bertrand. — Señala mis pies— Puedo ver sus tobillos. También debería desentallarlo completamente, todo su cuerpo se marca por debajo de la tela— Me barre con su mirada— No queremos que eso se llegue a malinterpretar, ¿Verdad? — Agrega lo último con sugerencia, mientras se acerca peligrosamente a mí; su hedor a licor barato me golpea como una bola de béisbol. Cual felino al asecho pone un pie frente al otro al momento de que avanza.
ESTÁS LEYENDO
Regresiones H I A T U S
Mistério / Suspense¿Cómo describirías el miedo? ¿Te paraliza? ¿O te impulsa a seguir? ¿Qué te asegura que lo que ves es la realidad? ¿Puedes asegurarme que somos existentes? ¿Cuánto confías en tu mente? ¿Le temes a algo? ¿Crees poder comprender todo lo que estás a p...