CAPITULO 1

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El Campesinado

Había algo raro esa mañana. No sabia que era, pero ese sentimiento revoloteaba en mi cabeza. Era el único despierto, como era normal. Me levantaba siempre a alimentar a los animales para así no tener que escuchar como se quejaban si no lo hacia. Era algo medio insensible, pero enserio molestaba. Aun así, era en estos momentos que me sentía mas tranquilo. No había sonido alguno que no estuviera fuera de lugar. La conmoción de los trabajadores generalmente afectaba a los animales, y se volvía un espacio de trabajo insoportable. El Sr. Joaquín generalmente también los afectaba bastante. Aunque podría ser considerado, su tono de voz alto asustaba a los caballos y creo que alguna vez un cerdo se escapo por eso. Es por eso que esta hora era mi favorita, pero en ese día especifico había algo extraño. Me partí la cabeza intentando determinar que era, pero fui interrumpido por la voz del Jardinero.

—. Buenos días Sr. Epiaju— Dijo con una sonrisa en la cara

—. Buenos días Álvaro—.

—. ¿Que hace despierto tan temprano, que no le gustaría descansar? —.

Nos miramos por unos segundos medio serios, hasta que la sonrisa en la punta de los labios empezó a ser demasiado difícil de resistir. La risa nos gano, e instintivamente mi mano alcanzo su mejilla y lo bese.

—. Te extrañe—. Dijo Álvaro

—. Literalmente dormimos juntos, de que hablas—.

—. Si, pero te levantas demasiado temprano—.

Le besé la mejilla y me dirigí a uno de los caballos en el establo. Cada uno de los criados en la villa conocía a este caballo, el caballo de la dueña.

—. ¿Como le va a la yegua? —. Pregunto el jardinero.

—. Bien, gracias a Dios—.

La yegua de la señora había sufrido un accidente hace unos meses. Su dueña Yamila, había reaccionado bastante mal, por lo cual todos los sirvientes se unieron para ayudarla a sanar. Después de ese incidente todos hemos intentado ser mas prudentes con nuestras acciones. Esto no es lo único de esta naturaleza que ha sucedido en la villa. Ha habido bastantes accidentes, todos seguidos con una reacción temperamental de la dueña de la Villa. Yamila era una mujer fría, dura. Casi nunca salía de su alcoba, y su presencia en las áreas del afuera siempre eran a causa de algo negativo. Como la Yegua.

—. Su pata ya esta sanando, no tengo ni idea que tenia la sopa que le dio Yeri pero funciono—.

—. Hablando de Yeri, ¿quieres ir a desayunar? —.

Me voltee a mirar a Álvaro y lo agarre de la cintura. —. Ah, ¿que no quería que lo acompañara a dormir? —.

—. Mira, tengo necesidades—.

Lo bese otra vez. Empezó suave, pero lentamente creció. Hasta que la Yegua pateo la puerta del establo.

—. ¿Que no le dolía la pata? —.

Álvaro se rio y me agarro la mano. Caminamos lentamente hacia la cocina, solo rodeados por silencio y campo. Me sentía feliz, pero el sentimiento de que algo estaba fuera de lugar no me dejaba. Probablemente no era nada, pero sabia que asumir eso seria un error.

Apenas nos aproximamos a la cocina se soltaron nuestras manos se soltaron. Álvaro abrió la puerta, revelando la conmoción de la cocina.

—¿¡Donde en la puta están los platos de porcelana?!— Grito Yeri en un modo que ella probablemente reconocería como calmado pero firme

—¡Que no se pelotuda!— le respondió la sub chef, Valentina.

—¿¡QUE ACASO NO ES LA ASISTENTE NOJODA!?—

—ASISTENTE SU VERGA- —

—Que si podemos no gritar por favor que la ama las escucha— interrumpió la que limpiaba la casa, Gulianna.

—Buenos días— dije en voz alta.

—Buenos días— me respondió Ani. Ella lavaba la ropa. Se le veía cansada.

De la nada se abrió la puerta principal a la cocina. Entre su marco estaba el primo de la Señora, Joaquín. Aun tenía las pijamadas puestas, y se le veía irritado.

—Señores, por favor podrían bajar la voz que no dejan dormir—

A diferencia de la señora, Joaquín tenía una actitud bastante calmada con nosotros. Nos trataba como iguales, amigos. Tanto para tener una rivalidad amistosa con la cocinera.

—Lo que diga señor milanesa—

—Mira, Yeri, no tengo la energía para esto ahora entonces no te voy a responder—

El señor se dirigió a la mesa, apoyando la cabeza en ella apenas se sentó.

—No creo que hayamos sido tan ruidosos por suficiente tiempo como para dejarlo así de cansado señor—

—No, pero Yamila no me dejo de gritar hasta la madrugada—

Todos lo miramos con pena. El era, tal vez, la persona la cual Yamila más acosaba.

—¡¡ENCONTRÉ LOS PLATOS!!— grito Valentina de la nada.

Todos comimos juntos, dando gracias por estas horas de la mañana donde Yamila aun dormía, y teníamos libertad de ser nosotros mismos.

Aun así, ese sentimiento del comienzo no me dejaba por completo, y la cara de Joaquín no ayudaba a calmarlo.

El Incendio Del 12 de Abril de 1829Donde viven las historias. Descúbrelo ahora