Día I

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Día 1: Comfort.

Definitivamente no es un buen día para Kuroo, pero, para su suerte, Kenma solamente está a sesenta y cinco pasos de su casa. 

No es la primera vez que pierden un partido. Por supuesto que no, a lo largo de los años ganar y perder se hicieron costumbre, ellos sabían cuándo el equipo contrario era lo suficientemente bueno como para derrotar cada una de sus defensas, pero Kuroo nunca estuvo preparado para ver las miradas de decepción que le lanzan sus compañeros.

Se queda en la cancha incluso después de que todos se fueran, él mismo se ofreció a limpiar el piso hasta que estuviera reluciente simplemente para quitar su estrés. Incluso se permite soltar una ensalada de maldiciones entre balbuceos mientras guardaba el canasto de balones en el cuarto antes de cerrar este con llave.

Toma su bolso y su chaqueta, ni siquiera se molesta en cambiarse el uniforme sudado, no tiene fuerzas ni siquiera para eso. Había sido un partido agotador, se había extendido más de lo que esperaron hasta que agotó las fuerzas de todos y un descuido les costó todo el partido. Se maldice a si mismo por seguir pensando en ello, solo era un partido más, no debía afectarle tanto.

Se detiene de golpe al oír un par de murmullos fuera del gimnasio, le parece extraño que no se hayan dado cuenta de su presencia dentro de este pero agradece -o maldice- no haber sido notado porque puede escuchar perfectamente las palabras de sus compañeros en el patio.

No hablan directamente de Kuroo pero sabe que hablan sobre él incluso si no dicen su nombre. Después de todo es él quien debe mantener al equipo fluyendo, con el orgullo en la cima y la mirada en alto, sabe que es él quien bajó los brazos al final del partido, estaba cansado y no se había preocupado de sus compañeros porque su mente estaba tan desenfocada que no vio como ellos también dependían de él. 

Espera que se vayan porque sinceramente no quiere tener que tratar con compañeros que hablan de él a sus espaldas. Así que se sienta en el suelo, con su cabeza apoyada contra la pared y gruñe cuando comienza a sentir un dolor casi insoportable en el pecho, la sensación de vacío que casi no le deja respirar. Quiere llorar, sin embargo, no lo hace porque no acostumbra a hacerlo, porque siempre ha demostrado ser el chico fuerte al que nada le afecta, el que siempre lleva una sonrisa en el rostro, el que es un pilar para los demás. 

Pasan los minutos y entonces siente las voces alejarse, y sale del gimnasio después de asegurarse que no hay nadie cerca. Cierra las grandes puertas y va a dejar las llaves al lugar correspondiente para luego dirigirse a su propio hogar. Sus pies arrastrándose con pesar sobre la acera, sus manos en sus bolsillos y su boca soltando constante suspiros en un intento de quitar el pesar que se ha instalado en la boca de su estómago.

A penas llega a su -no tan- dulce hogar, lo primero que escucha son los gritos de las discusiones de sus padres. Puede escuchar cosas caer al suelo y empujones dentro del lugar. Se debate entre entrar e ir directamente a su habitación para evitar formar parte también de la discusión, que probablemente esté llena de regaños junto con palabras duras que explican lo muy decepcionados que están de él, que lo que Kuroo era no era lo que ellos querían como hijo, que sus notas podrían ser más altas, que el voleibol no debería ser tan importante en su vida porque con ello no llegará a ninguna parte pero, por sobre todas las cosas; lo muy disgustado que están con la sexualidad de su hijo.

Su otra opción también es dar media vuelta e ir a su verdadero hogar. Y es lo que hace.

Se arregla el bolso colgando en su hombro antes de comenzar a caminar, pasando de largo su casa y siguiendo recto. Da exactamente sesenta y cinco pasos antes de detenerse fuera de una casa pequeña, llena de flores y de un color crema clarito que la hace resaltar por sobre las demás. Avanza los pasos que le faltan hasta llegar a la puerta de entrada y, alzando flojamente su mano derecha, golpe la superficie de madera hasta que una mujer abre y le otorga de inmediato una sonrisa dulce.

KUROKEN WEEK 2020 [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora