En lo alto del rompeolas, Robin repitió por tercera vez el Boca a Boca hasta que notó después de unas insuflaciones cómo Zen recobraba el pulso y la respiración.
El pequeño tosió agua reiteradas veces hasta que pudo abrir los ojos.
Lo primero que vio fue a la morena porrumpir en lágrimas encima suyo. Esta le acarició la mejilla y lo abrazó con ternura, como si un ángel le hubiese caído del cielo.
—Menos mal...
***
Después del drama, bajaron del rompeolas y la mujer no se despegó de él en ningún momento. Lo cargó en brazos durante el camino y Zen, para ser francos, no sabía dónde poner su mirada.
Volvieron a las toallas y la adulta decidió que lo llevaría al hospital más cercano de la zona solo para asegurarse. El socorrista, que se acercó para prestar su servicio y que no paró de babear por la fémina desde que pusieron pie en la playa, y, que además se sentía culpable, le prestó las llaves de su Harley. Así llegarían más rápidos que de ningún otro modo.—Nico, ¿estás bien con llevarlo? —preguntó Sabo extrañado.
—Soy la única que tiene permiso de moto de todos nosotros. Y no pienso dejarle mi alumno a un socorrista de quien desconozco los hábitos que tiene al conducir, pudiendo ser yo quien lo lleve, en efecto.
—Ya, pero a lo que me refería era al grave accidente que sufristeis dos años atrás en la moto de tu novio.
—Era un amigo —miró a Zen —En todo caso, no me queda otra. No es cuestión de hacer acopio para afrontar tal hecho, sino de hacerlo y punto.
Subió al niño y le colocó el casco.
—Maestra, de verdad que estoy bien. No creo que haga falta que se moleste en...
—Por favor, confía en mí.
—Sí confío en usted, pero es que no quiero que...
—No temas. Aquella vez conducía un viejo conocido mío, no yo. "Un loco de las velocidades", cabe destacar. El maniático del kenjutsu que te nombré. Ese sujeto.
*
*El médico les comunicó que estaba perfecto y que podían volver a la playa, pero que para asegurarse, mejor que no volviera a meterse en el agua.
Zen se quedó bajo las carpas junto a los profesores. ¿La parte positiva? Tenía buenas vistas. Veía a Robin en bikini paseando por la orilla, estaba vigilando a los niños.
—¿Qué tanto te tiene en Babia, campeón? —se sentó Sabo a su lado. Le ofreció un zumo.
—Hay más toalla en la que sentarse.
—Deberías cambiar esa actitud mordaz. No nos la merecemos. ¿Qué se suponía que hacías metido en el agua cuando aún no habíamos dado la orden, eh? Tuviste suerte de que tu tutora notó tu ausencia y que te vio zambullirte.
—Robin...
—Que no la llames así...
—Cállate, merluzo. En parte fue tu culpa que acabara así.
—¿Mi culpa? ¿Se puede saber por qué? En el momento que ocurrió eso yo estaba poniendo crema a mis compañeras. Espera. No me digas que tú... ¿Va en serio?
—¿Qué?
—Veo que por fin os habéis hecho amigos —interrumpió Robin que volvía de su turno.
—Uy, has llegado en el momento justo. ¿Sabes quién te quiere poner crema solar?
—¿Quién?
—Zen.
—¡Imbécil, yo no he dicho eso!
—¡Lo diste a entender, pequeño pervertido! Ve y le pones la crema si eres lo suficientemente valiente.
—Sabo, en serio —reprendió la mujer. A veces le parecía que el pasatiempo favorito de su compañero era provocar a las pobres criaturas —Es tu turno, ve a hacer guardia, por favor.
Cuando el rubiales se fue a hacer su tarea, la morena se puso las gafas de sol, tomó una botella de agua y se sentó al lado de Zen.
—No me importaría si realmente quisieras ponerme crema en la espalda —le guiñó el ojo.
La piel de Nico Robin era suave y estaba bien cuidada. Empezó a repartir por sus hombros. Moría por hacerse el inocente y bajar a las clavículas... Y madre mía con la melena semi mojada que goteaba por su piel... Espera, ¿pero en qué coño pensaba? Que él no era el cocinero pervertido.
A su defensa, se le mostraban unas vistas de concierto. Ese bikini tapaba lo que le taparían dos galletas en su lugar. ¿Pero qué tallas escogía esta mujer? Lo peor fue cuando se puso a beber agua. Tenerla tan cerca viendo cómo sus labios hacían contacto sensualmente con la boca de la botella... Peligroso.
—¿Tienes sed?
—¿Eh?
—Me preguntaba si querías agua, como no parabas de mirar la botella.
—Sabo ya me ofreció un zumo. Gracias.
—Gracias a ti —cerró el pote de crema y lo metió en el bolso —Me preocupaste mucho, Zen. ¿Qué hacías en el rompeolas? ¿No ves el peligro?
—Lo siento.
—Cielos. Si no hubieses despertado en ese momento, yo ya no sé qué me habría hecho... Tuve mucho miedo —lo abrazó —Uy, tienes las mejillas ardiendo. ¿Te encuentras bien? Si quieres volvemos al internado.
—¡Estoy bien!
—Seguramente prefieras estar con tus amigos bañándote a estar aquí con la tutora sin hacer nada, ¿verdad?
—No, en realidad yo lo prefiero así. Esos mocosos son un dolor de cabeza.
—¿Mocosos?
—Vaya, ¿he dicho mocosos? Quería decir "mocos". Tengo mocos en la garganta y es todo un dolor de cabeza —bufó nervioso. Necesitaba desviar el tema de conversación rápido —¿Le gusta alguien? ¿Por ejemplo el maniático del kenjutsu?
Se maldijo. ¿Qué rayos acababa de preguntar?
—No suelo tener este tipo de conversaciones con mis alumnos ¿sabes?
—Ah, ya veo.
—Sin embargo, te hablaré de él, ya que veo que muestras interés. Su nombre es Roronoa Zoro. ¿Si me gustaba? Sí, mucho. No obstante, fue muy malo conmigo. No sé qué estará haciendo ahora. Únicamente rezo que haya madurado y deje de comportarse como un crío de 7 años allá donde esté —le pellizcó la punta de la nariz de forma cariñosa —¿Verdad que tú también opinas lo mismo, Zen?
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ENCOGIDO (ZoroxRobin)
FanfictionSe despertó. Miró sus manitas y se horrorizó: ¿Dónde quedaban aquellas manos más duras que guijarros?. Se había olvidado de que ya no era el joven universitario Roronoa Zoro. Ahora, simplemente, un enano que no alcanzaba la encimera de la cocina. Ba...