3. ENCOGIDO

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Se despertó. Miró sus manitas, ¿dónde quedaban aquellas gruesas manazas más duras que guijarros? Se había olvidado por completo que ahora no era el joven apuesto estudiante de la uni Roronoa Zoro. Simplemente un enano que no alcanzaba la encimera de la cocina, que no llegaba a los compartimientos más altos del armario. No podía hacer nada por sí solo. Era denigrante a más no poder para alguien tan orgulloso como lo era él.

Perfecto. Mi ropa te queda —aprobó Chopper satisfecho.

¿Me alcanzas esa botella de sake? —le indicó.

¡No tienes permitido tomar! Ahora eres un menor.

No me fastidies.

Ni lo intentes cuando estés solo. No sabemos qué puede ocurrirte si ingieres alcohol ahora mismo. Esa droga debía probarla en ratones, porque tiene la probabilidad de efecto mortal del 90% y tenía que perfeccionarla —suspiró —Tuviste suerte. Recuerda que eres un niño a ojos de los demás, así que compórtate como tal.

Esto es ridículo —expiró el pequeño Zoro —Necesito un respiro. Me largo a que me dé el aire.

Espera —le impidió el paso —Tengo un plan para que nadie de la calle te reconozca.

***

Se paró justo enfrente a un escaparate y se miró furioso. ¿¡Por qué tenía que sucederle semejante infortunio a él!? Chopper le había teñido el pelo de negro, porque su pelo verde era demasiado llamativo, según él. No solo eso, se había tenido que quitar, por obligación, sus tres pendientes. Para rematar, ahora llevaba un estúpido parche blanco sobre su ojo izquierdo, para ocultar la cicatriz de la que se sentía orgulloso. Y si hablamos de las ropas que le había prestado Chopper, dejaban muchísimo que desear: o sea, más que de niño parecían de bebé.

De verdad de la buena que tenía unas santísimas ganas de reventar lo primero que viese. De gritarle a la primera persona que se cruzase. Todo eso era una tortura en su máximo exponente.

—Hasta los huevos de esta apariencia —Zoro le metió uno, dos, tres puñetazos a un poste de iluminación —Argh

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Hasta los huevos de esta apariencia —Zoro le metió uno, dos, tres puñetazos a un poste de iluminación —Argh... ¿Siempre me ha dolido tanto?

¡Para! Estás fatal, niño. Deja de hacer el subnormal —lo sobresaltó una voz femenina.

El pequeño se dio la vuelta colérico para hacer frente a tres gigantes. Su afilado ojo derecho se posó en aquella melena rojiza, después en aquel sombrero de paja y por último en las cejas en forma de espiral que tanto le irritaban. Nami, Luffy y Sanji. La tríada mágica.

No podía tener peor suerte últimamente.

¿Habrían descubierto su identidad? No, tenía que calmarse. Su pelo ya no era verde. Era negro, como su futuro.

ENCOGIDO (ZoroxRobin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora