¿Puedo llegar a ser una estrella?

26 3 0
                                    

El miraba las estrellas con ansias. Todas las noches, soñaba con despegarse de su ventana y alcanzar a una estrella. Su mente era así de inmadura, pero, no se puede esperar mucho de un chico de once años.

Estiraba su mano siempre hacia el cielo, intentando alcanzar esa luz que llena su vista de una luminosidad increíble, casi onírica, era algo mágico para él. Cuando por fin se hacía de noche, y estaba seguro de que ningún ruido violento o grotesco llenaría su mente de pensamientos apresurados, abría la ventana y se asomaba con alegría y regocijo.

La luz de las estrellas le parecía más radiante que la de la Luna, e incluso que la espantosa y dulce luz del Sol. Aunque el Sol también es una estrella. 

Él no le miraba de esa manera, ya que, para él, las estrellas son aquellas que brillan sin opacar a otras. Si bien algunas brillan más que otras, pensaba que las estrellas tenían que estar en sintonía, para transmitir esa sensación tan especial que encandilaba su mente cada vez que asomaba su mirada al cielo nocturno. Y no solo a él, sino a muchas personas más.

Solo tenía doce años. Todavía era un niño, pero Andrés, estaba presionado. Muy presionado.

En su escuela, todos eran sumamente brillantes, brillaban sobre otros y opacaban a los demás, quizás por gusto o no, pero esto, ponía a Andrés en una situación difícil de afrontar; no tenía edad suficiente para comprender que pasaba, que era lo que se estaba formando a su alrededor. Las miradas de todos empezaban a cambiar, algunos brillaban más, eran más aclamados, eran más amados y reconocidos. Padres, maestros, personas de afuera, alumnos del lugar, todos parecían amar más a ciertos grupos que a otros. Andrés se sentía presionado, apartado.

Quizás su inteligencia no era algo envidiable, pero se sentía seguro de hacer lo que se propusiera. No era amante de los deportes, pero, amaba jugar de vez en cuando; el hecho de que no quisiera seguir a los demás no implicaba que Andrés fuera alguien malo, una estrella que no pertenecía a ese cielo. Pero, con el pasar de los meses, Andrés entendió que quizás, su momento de brillar haya acabado.

Sus padres con sus miradas desaprobatorias sobre su conducta y su amor a la astronomía, sus compañeros que veían como Andrés seguía metido en su mundo, los profesores que veían en él un mero alumno del montón. No se sentía como una estrella, se sentía, como una supernova. Sentía que todo para él estaba terminando.

Fatigado por discusiones, por reproches, gritos, peleas, cambios en sí mismo y sus compañeros; el cielo para Andrés estaba cambiando. Todos eran estrellas, menos él.

Lo único que parecía calmarle, era el hecho de observar el cielo de noche, cuando sus padres terminaban de decir maldiciones, o de gritar por una tontería. Allí, justo en ese momento, se dedicaba a mirar el cielo e intentar encontrar alguna constelación. Estrellas que forman una figura, todas unidas en sintonía, diciendo algo. Ese era su sueño. Era un deseo que quería cumplir. Pero, se le hacía imposible, pues el cielo ya no es el mismo; unas estrellas brillan más, unas brillan menos.

Pero, Andrés confundió todo. Jamás lo entendió.

Las estrellas que brillan más, es justo porque están a punto de estallar, las que brillan menos, es porque se encuentran lejos o porque su nacimiento es reciente; malinterpreto todo, quería ser una estrella, pero Andrés, nunca nació para ser una, ni mucho menos, fue una supernova.

El jamás brillo.

El mundo está hecho solo para las estrellas. Andrés era la materia que alimentaba a otra estrella.

Se volvió el combustible para algo concreto, y de alguna manera, llego a ser una. Porque el mundo ahora lo conoce. Ahora pueden verlo.

Pueden ver a esa supuesta estrella que no es más que una creación infinita en un ancho mar de palabras.



Bajo estrellas muertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora